Políticos y analistas muchas veces se enredan tratando de caracterizar o explicar la naturaleza del régimen chavista. Más allá de las etiquetas más comunes usadas para identificar al Estado chavista basta con examinar su morfología y su praxis para entender que no estamos frente a un régimen populista, socialista, fascista o militarista aunque en su desarrollo combine elementos de estas y otras formulaciones políticas. El régimen chavista opera como un ecosistema criminal donde interactúan mafias, grupos y pandillas de la más variada índole articulados como un Estado aceptado por la mayoría de los países por su supuesta legalidad aunque sus orígenes sean bastardos.
La caracterización
de criminal adjudicada al régimen chavista no es gratuita. Es la constatación
de acciones que van en contra del bien común de la sociedad y en contra de la
nación venezolana pero que son ejecutadas por estos grupos gansteriles
disfrazados de autoridad pública. Cualquier modelo político sea socialista o
fascista (menos el anarquismo) busca la replicación del Estado y la integridad
de su territorio, menos el chavismo que como ya hemos explicado no es un modelo
político sino más bien criminal.
Solo la
naturaleza criminal del Estado chavista podría explicar las acciones que se
emprenden desde sus gobiernos para destruir la moneda, entregarle el control de
las calles a las megabandas, y hasta desmembrar materialmente el territorio
para cederlo a grupos guerrilleros, corporaciones transnacionales o potencias
extranjeras. Abundan las evidencias sobre el carácter criminal y no político
del régimen chavista.
El saqueo y
desmantelamiento de PDVSA, que antes de Hugo Chávez era una empresa pilar del
antiguo Estado nacional, se perpetró deliberadamente para financiar la
corrupción de los primeros años del chavismo. Los dineros de la primera empresa
petrolera nacional fueron robados para engordar los bolsillos de chavistas
corruptos y pagar a la clientela chavista por su labor proselitista. El
resultado es una empresa inoperante e inútil para servirle a la Nación.
El caso del
Arco Minero refleja la asociación directa de mafias militares locales con
grupos guerrilleros y narcotraficantes que están extrayendo oro y otras piedras
preciosas que van directo a los mercados negros internacionales y no al tesoro
nacional.
La única forma
de asegurarse la fidelidad perruna de las bandas que operan dentro de las
fuerzas armadas chavistas es reconocerles territorios y permitirles todo tipo
de actividad criminal para su beneficio. La corrupción es un cáncer que se
reproduce sin cesar dentro del cuerpo militar como una condición normal para
poder operar. Las rebeliones militares que pudieran ocurrir no buscarán cambiar
la estructura del régimen político sino más bien a los jerarcas de su gobierno
para quitar unos y poner otros.
El Estado
chavista como complejo ecosistema criminal carece de políticas para preservar
al propio Estado y menos aún a la nación venezolana. En lugar de políticas de
Estado el régimen chavista ejecuta acciones improvisadas y espasmódicas para
sobrevivir día a día. La política se reduce al empeño obstinado en aferrarse al
poder por la fuerza militar para seguir robando y saqueando, aunque esto sea al
precio de sacrificar la sociedad, los recursos y el territorio donde opera tal
Estado.
Precisamente
para seguir en el poder al precio que sea el chavismo ha buscado alianzas
contrarias a los intereses de la nación venezolana. Por ejemplo, desde tiempos
de Hugo Chávez el régimen chavista emprendió alianzas con grupos
narcotraficantes y guerrilleros colombianos a quienes prácticamente les entregó
el control de la frontera venezolana. Aun hoy productores agropecuarios del
Zulia, Táchira y Apure reportan que grupos guerrilleros operan libremente en
las narices de las fuerzas armadas y hasta bajo protección de estas.
Tratando de ponerse
a la sombra de potencias que puedan eventualmente ayudarle el chavismo se ha
entregado a los gobiernos de Cuba, China, Rusia e Irán.
A Irán se le
acaban de ceder un millón de hectáreas para cultivos desconocidos. Poco importa
que la cesión de territorio nacional esté prohibida por la propia Constitución
chavista. Ya Nicolás Maduro firmó los acuerdos y estamos frente a un hecho
amparado por la pseudo legalidad del Estado Chavista.
El régimen
chavista se presenta como un Estado socialista con validación electoral,
poderes públicos y fuerzas armadas. Pero no podemos llamarnos a engaño ni
alentar la confusión. El Estado chavista no es un Estado en el sentido
político. Resulta más preciso caracterizarlo como un ecosistema de mafias y
bandas que interactúan entre sí con claros fines criminales. Esto debería estar
muy claro para los venezolanos y más aún para aquellos que aún no terminan de entender
que con criminales no se negocia, se les combate.- @humbertotweets
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