La versión ideologizada para contar la historia de Venezuela, abrazada por la mayoría de los historiadores, insiste en presentar el 23 de Enero de 1958 como el derrocamiento de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez por el pueblo venezolano.
Esta idea
presentada en múltiples versiones ha servido para llenar el discurso de la
política venezolana culturalmente dominada por tendencias reconocidas como de
izquierda, centro-izquierda y la derecha moderada. Hasta sectores e
individualidades de una derecha política, si es que alguna vez existió en
Venezuela, evaden el tema como un táctico repliegue frente a sus adversarios
solo para no ser identificados como simpatizantes del oprobioso dictador.
La
mayoría de los historiadores comienzan a construir su versión tomando partido
desde el comienzo por la llamada ideología democrática desde la cual todo
evento histórico que la contradiga es automáticamente censurado sin mayor rigor
ni análisis. Así, por ejemplo, amparado en un simplismo inaceptable el gobierno
de Marcos Pérez Jiménez es presentado usando todos los calificativos negativos
disponibles solo por el hecho de que no fue el resultado de un proceso
electoral. En otras palabras, el no haber sido producto de lo que se llama una
elección popular invalida por definición la obra de ese gobierno.
Este
fue en líneas generales el discurso propagado por todos los beneficiarios del
régimen político que sustituyó al de Pérez Jiménez. Y son las mismas ideas que
sin mayor análisis han sido incorporadas a los libros de historia de Venezuela
reducidos a panfletos propagandísticos de la ideología imperante desde 1958.
Este simplismo reduccionista sin más argumento que un acto de fe lleva a repetir
hasta la náusea que toda dictadura, por el solo hecho de serlo, ya es por
definición mala y que, en contrapartida, la democracia, con todos sus defectos
dicen cínicamente, es de por sí buena.
Sobre
esta base los más reconocidos historiadores de Venezuela han escrito cientos de
textos y libros repitiendo las falacias históricas y las fabricaciones
ideológicas de los llamados políticos democráticos.
Por
ejemplo, si nos saltamos la versión ideologizada de la mayoría de los libros de
historia de Venezuela y nos vamos a las abundantes fuentes documentales y
hemerográficas podemos constatar que lo que ocurrió el 23 de enero de 1958 no
fue exactamente que el pueblo venezolano derrotó a la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. Sería mucho más preciso señalar que siendo las Fuerzas Armadas
venezolanas el componente esencial del gobierno de Pérez Jiménez la pérdida de
su apoyo marcaba irreversiblemente el fin de ese gobierno. No es esa imagen
amorfa e indefinida de “pueblo” la que provoca la caída de Pérez Jiménez sino
la articulación de fuerzas militares, con comandantes y batallones, las que
definen una situación que luego de consumada es celebrada en la calle por los
activistas de los partidos políticos opuestos a ese gobierno.
A
esta versión épica del pueblo que derrota al dictador había que darle poderosas
razones para justificarla con cierta racionalidad. Entonces se relatan con
detalles los encarcelamientos, torturas y muertes de los enemigos de ese
régimen político, pero en forma obscena y disimulada se omiten los eventos
violentos y fatales que ellos mismo perpetraron en sus intentos por derrocar al
gobierno. Y si en algún momento se citan es para justificarlos como una
violencia que era legítima no la del tirano.
Otro
argumento ha sido el de la corrupción administrativa. Asumiendo la premisa que
todo gobierno que no sea electo por el pueblo es por definición malo entonces
lo más probable es que también esté robando. El gobierno de Pérez Jiménez y sus
colaboradores han sido acusados de robo y malversación. Y de toda esa avalancha
de denuncias muy pocas lograron probarse ante los propios tribunales del
régimen democrático. Lo de la corrupción en el gobierno de Pérez Jiménez quedó
como un mero recurso retórico para adornar los discursos de los políticos
democráticos. Lo que sí se puede constatar con las majestuosas y monumentales
obras públicas que en muchos casos han logrado sobrevivir hasta la destrucción
chavista. También se puede constatar que al final del gobierno de Pérez Jiménez
Venezuela era un país solvente, sin deuda pública.
El
tercer mito es quizás el más pernicioso de todos. Es aquel según el cual luego
de la oprobiosa dictadura de Pérez Jiménez vino la democracia, el gobierno del
pueblo, a salvar a Venezuela. Según esta ideología democrática al ser el
gobierno de muchos es automáticamente mejor que un gobierno que no es el
resultado de una elección.
Pero
los hechos han sido más potentes que la propaganda disfrazada de historia
nacional. Lo que se presenta como democracia en el sentido de un gobierno que
surge de la voluntad de todos no es tal. Lo que se instauró en Venezuela luego
del 23 de enero de 1958 no es precisamente una democracia con equilibrio de
poderes sino más bien un estado corrupto de partidos que usurpa la voluntad de
los ciudadanos y actúa impunemente en su nombre. Sería apropiado comparar la
alegada corrupción en el gobierno de Pérez Jiménez con la de la democracia y la
del régimen chavista, solo para comenzar a poner las cosas en su sitio.
El
fracaso de ese estado corrupto de partidos es lo que nos lleva al chavismo con
su régimen de partido único también llamado democrático que en realidad está
perpetrando la destrucción del estado nacional y por consiguiente la de la
nación venezolana.
Venezuela es
hoy el resultado de ese experimento fallido llamado democracia pero que en
realidad operaba como una democracia de partidos, no de ciudadanos. Lo que
tendrá que venir después de la barbarie chavista no es el regreso a la
democracia de partidos sino la construcción de una nueva república con un
régimen político controlado por los ciudadanos y no por las mafias partidistas
actuando como intermediarios y alcabalas.
Y quizás ese
nuevo régimen político pueda recuperar algunas ideas ya ejercitadas en forma
exitosa por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez tales como el nacionalismo, el
patriotismo y la consolidación, material y espiritual, de una Venezuela fuerte
en la gran América hispana.-@humbertotweets
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