El
régimen de Maduro atraviesa uno de sus momentos más difíciles. El irreversible
desplome del estado venezolano y la virtual disolución de la república hace la
situación interna cada día más ingobernable. La autoridad y el poder militar no
están al servicio de la sociedad sino para sostener únicamente al régimen
chavista. El colapso de la economía ha enfrentado a los operadores y clientelas
chavistas contra su propio gobierno. Y algo muy similar ocurre con los
militares.
En
esta situación de caos la única estrategia para el régimen es tratar de
sobrevivir un día a la vez. Cada día en el poder es victoria, pero el deterioro
de su capacidad para maniobrar en áreas sensibles de la política y la economía
lo pone en una dinámica de estirar la arruga hasta que la piel reviente.
Estados
Unidos y otra decena de países han ido aumentando la presión sobre jerarcas del
régimen. Se trata de sanciones individuales contra operadores oficialistas
acusados de narcotráfico, lavado de dólares y violaciones a los derechos humanos.
Hasta ahora las medidas no han estado dirigidas en forma directa contra el
régimen. Estados Unidos por ejemplo que asume la posición más beligerante no se
decide por el embargo, aún le compra petróleo a Venezuela y no ha roto
relaciones con la tiranía de Maduro.
Con
abundantes factores internos y externos en contra los días del régimen podrían
estar contados. Sin embargo así como internamente la falsa oposición política
se equivocó en su diagnóstico y se embarcó en casi dos décadas de elecciones y
negociaciones la comunidad internacional y los países no parecen entender la
verdadera naturaleza de lo que están enfrentando.
La
estrategia de los Estados Unidos por ejemplo apuesta a romper la unidad de la
burocracia militar con su política de sanciones individuales. Las acciones
diplomáticas en escenarios como la ONU, OEA, Corte Penal Internacional, Consejo
de los Derechos Humanos de la ONU, Consejo de Seguridad de la ONU, etc, etc. no
parecen tener el sentido de urgencia que reclama la crisis humanitaria en
Venezuela y tampoco parecen atacar la verdadera causa de la crisis. En ambos
casos pareciera que se trabaja con la dudosa racionalidad de provocar un susto
en bloques o facciones del régimen que lleve a su vez a un proceso de ruptura.
La
misma tesis de la intervención militar internacional hoy luce empantanada y
reducida a una amenaza para provocar ese susto y eventualmente una escisión, lo
cual de ser así no podría más que catalogarse como una ingenuidad. La
beligerancia mediática de los EEUU combinada con la agresividad retórica del
Presidente de Colombia, dos de los aliados más firmes que tiene el pueblo
venezolano, lleva a pensar que ambos gobiernos aun sacan sus cuentas sobre los
costos y beneficios de una acción internacional mientras ejercitan una suerte
de presión psicológica sobre el régimen de Maduro.
Mientras
la comunidad internacional agota las formas diplomáticas para persuadir un
cambio en el régimen de Maduro este sigue ganando tiempo. Mientras tanto
millones de venezolanos pagan con su sangre los vaivenes de este macabro juego
geopolítico.- @humbertotweets
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