Para
lograr sus planes Chávez tuvo que corromper a las Fuerzas Armadas. No podía ser
de otra manera. La institución militar antes del chavismo no estaba exenta de
cuestionamientos morales, pero sin duda tenía innegables reservas y cualidades
de disciplina y profesionalismo que hoy han desaparecido.
Con
la entrada de los militares en la política partidista esta trajo todos sus
vicios a una institución que por un breve tiempo fue considerada fundamental
para sostener el sistema democrático inaugurado en 1961. Al hacerse partidista
y beligerante la Fuerza Armada Venezolana dejaba de serlo de todos los
venezolanos para quedar reducida al brazo armado del partido de gobierno.
La
corrupción promovida en forma deliberada en diferentes niveles de la
institución ha probado ser esencial e instrumental para los objetivos de
Chávez.
Por una parte se produjo la transferencia de
oficiales medios y superiores a cargos administrativos de gobierno sin tener la
experiencia ni la capacidad. Pero lo más grave es que al desatender la función
propiamente militar estos oficiales comenzaron a conformar poderosas mafias en
cada instancia que los iban asignando. Así por ejemplo sabemos de las mafias de
militares chavistas que manejan el negocio de la comida, el de los materiales
de construcción, los contratos petroleros, y hasta la mafia financiera ligada a
poderosas operaciones cambiarias.
Sin
embargo, la inmoralidad y la corrupción había que prepararla hasta los niveles
más bajos de la pirámide militar para asegurar su lealtad al chavismo. Así
muchos oficiales de menor rango recibieron tareas en áreas sensibles como
seguridad ciudadana y combate a la droga lo cual les dio la oportunidad de
montar alcabalas para cobrar por sus servicios. Capítulo aparte merecen quienes
custodian las cárceles.
Para
el resto y para la tropa profesional jugosos bonos y salarios, aunque en dinero
ultradevaluado inútil para vivir decentemente pero eficiente para mantenerlos
contentos. Lo cual por cierto se convirtió en un incentivo para llevar a muchos
militares a cometer delitos comunes tales como robo y secuestros usando las
armas y uniformes de la república. Los periódicos reportan estas historias
todos los días.
El
balance en las FANB es que al cabo de casi dos décadas de chavismo la
institución armada está en su peor momento. La corrupción se generalizó de tal
manera que quien no participe como colaborador o cómplice es sospechoso de ser
enemigo del “proceso” y es automáticamente aislado y perseguido. Muchos
oficiales militares hoy presos pueden dar testimonio de ello.
Esto
ha degenerado en una lealtad incondicional con los esquemas de corrupción que
allí operan. La verborrea de una supuesta revolución bolivariana es asumida con
cinismo por los militares que siguen apoyando al régimen, no por representar
una causa digna sino por una frágil moral situacional. No hay ninguna
diferencia entre estos militares corruptos y cómplices con los ejércitos
mercenarios perrunamente incondicionales a quien les paga y mientras les pague.
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