Si bien, a estas alturas, la
discusión de votar o no votar bajo el régimen de Maduro es una discusión
ampliamente superada en la calle, aún persisten focos de operadores partidistas
que vuelven con la tesis de la salida electoral.
Aunque destrozados políticamente por
la realidad, estos operadores aprovechan cada oportunidad para amplificar el
discurso y la lógica del régimen, que justifica la participación electoral.
Básicamente son los mismos argumentos de siempre, pero ahora reciclados y
adaptados a nuevos eventos electorales.
En los planes del régimen está la
celebración de las elecciones municipales y la aprobación de la constitución
fraudulenta antes de finales de año. Ya hay propagandistas que insisten
alarmados: “Si no votamos, el gobierno va a imponer su constitución y el estado
comunitario”. Entonces, para evitarlo, hay que votar. Otros dicen: “Si no
votamos, el gobierno se quedará con todos los puestos de concejales en el
país”. Entonces, votemos.
Ambos argumentos parten del
reconocimiento de un régimen político y electoral diseñado por el chavismo para
incentivar la participación de partidos colaboracionistas y lograr resultados
que le permita aventajarlos. Es algo que ya se ha explicado muchas veces, y
sorprende que haya que insistir para impedir que estos operadores sigan
captando incautos.
Quizás la amenaza más apremiante es
la de que, si no se acude a votar contra el régimen, logrará mayoría para
aprobar su constitución. Es que así ocurrirá aunque los venezolanos acudan a
votar masivamente contra ese adefesio constitucional. Una vez que el CNE
chavista anuncie que ha sido aprobada, no quedará ni siquiera el recurso de la
protesta o el de la impugnación, ambos negados bajo la tiranía.
La realidad es que la nueva versión
de la constitución chavista será presentada como aprobada independientemente de
que la gente vote o no. Seguramente, nadie acudirá a votar, lo que le permitirá
al régimen decir que ha sido aprobada y a la falsa oposición que eso es culpa
de que la gente no entendió el mensaje de ir a votar en contra.
Igualmente, casi todos los
concejales en el país serán adjudicados al partido de gobierno para despecho de
los candidatos de las clientelas partidistas, quienes también culparán a la
abstención de haber perdido esos “puestos de lucha”.
El referéndum y las elecciones
municipales serán aprovechados por el régimen para presentarse como democrático,
y por la falsa oposición, para renovar falsas esperanzas en un cambio de
naturaleza electoral. Ambos eventos no ayudan a cambiar el actual régimen
tiránico y por eso deben ser rechazados.
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