domingo, 14 de enero de 2018

La realidad superó al gobierno y la MUD

La forma edulcorada y políticamente correcta para describir la crisis venezolana quedó rebasada por la realidad. El discurso político tanto del gobierno como de la MUD está totalmente desconectado del drama que se sufre en la calle. A esto hay que agregar el aporte de sospechosos analistas que con sus piezas de propaganda lejos de analizar la tragedia venezolana la cubren con un viscoso manto de falsas ilusiones y esperanza.
Ya es habitual para los voceros del régimen negar sin rubor los problemas en Venezuela y sus dramáticas consecuencias como si al hacerlo estos desaparecen automáticamente. El cinismo de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y otros llega al punto de afirmar que el salario mínimo de un obrero venezolano supera los 17 mil dólares, mientras la gente, literalmente, pasa hambre. O afirmar que la escasez de comida y medicinas es culpa de la derecha y no de las mafias civiles y militares que exportan bienes comprados a dólares preferenciales.
La negación sistemática de la realidad de miseria y pobreza que impera en Venezuela ha llevado al régimen a engañarse a sí mismo hasta convencerse  que la revolución está en su mejor momento.
A su vez la contraparte institucional del régimen, la MUD,  mantiene una retórica frívola y demagógica como si viviésemos en una campaña electoral eterna. En síntesis el mensaje de la MUD es que estamos frente a un mal gobierno y la solución de los problemas vendría con un cambio de presidente. La MUD parece ignorar en forma deliberada que el daño estructural que el chavismo le ha hecho a la república requiere algo más que un hombre nuevo en la presidencia.
Algunos supuestos analistas y generadores de opinión también participan endosando una u otra corriente con análisis simplistas y maniqueos de la situación. En ambos casos parece existir una conspiración en buena parte de la clase política venezolana y su elite intelectual para mantener el status de esa falsa confrontación régimen-MUD. El socorrido argumento que es avalado por ambas facciones del sistema apunta a que solo por vía de la participación electoral en un sistema secuestrado por el régimen será posible salir de esta pesadilla.
Este discurso político busca de alguna forma anestesiar a la sociedad con ilusiones electorales para desmovilizar la protesta en la calle que históricamente ha sido la expresión más exitosa de la lucha política. Todo esto para luego entrar en un ciclo perverso que se repite y parece nunca acabar. Después de la influencia lisérgica de la campaña electoral viene el inevitable período de abatimiento y depresión al conocer los resultados  que, una vez mas, le dan el triunfo al régimen. Luego vienen más análisis, más negociaciones y así hasta completar otro periodo hasta las elecciones siguientes.
Hasta ahora esta había sido la danza macabra del chavismo y sus colaboradores en estos 18 años. Pero la nueva realidad social ha probado ser mucho más potente que el desdén de la clase política y la elite intelectual. En Venezuela las crecientes carencias y precariedades no respetan ideología. Muy al margen de la narrativa oficialista y enajenada del régimen y la MUD, el hambre y la muerte dejaron de ser metáforas que describen tragedias para convertirse en realidades objetivadas de la pesadilla diaria de millones de venezolanos.


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