Es cierto que la MUD tiene caras nuevas, y que hasta la
mayoría de los partidos que la integran son relativamente nuevos, con no más de
20 años de actividad. Sin embargo, sus formas de hacer política copiaron las
mismas prácticas consensuales y negociadoras de la llamada cuarta república en
la era democrática. Se trata de la idea de la lucha política reducida a
campañas electorales con promesas falsas que se reciclan entre una y otra
elección. Sobre esta base y un sistema de partidos que, literalmente, vivían de
la renta petrolera, se montaba todo un sistema de negociados, demagogia y
clientelismo.
Esa clase política de la “democracia” nunca tuvo el valor
siquiera para defender su propio modelo clientelar. Menos aún tuvo el coraje y
la claridad de enfrentar los planes de Chávez. Por el contrario, en 1999, la
entonces Corte Suprema de Justicia y el extinto Congreso Nacional le
capitularon a Chávez en nombre de la élite política que representaban.
Por esos días, los operadores políticos del momento armaban
sesudos “análisis” para argumentar que no era posible enfrentar a Chávez debido
a su “popularidad”. Las primeras jornadas de movilización y protesta contra el
régimen de Chávez se hicieron en contra y a pesar de la opinión de una
dirigencia política, que nunca tuvo la voluntad de hacerle una verdadera
oposición al régimen.
En lugar de organizar a la oposición y la resistencia al
régimen chavista, estos partidos “democráticos” siempre han apostado por formas
de cohabitación política, que reducen la lucha a una confrontación
estrictamente electoral, el único terreno que parecen conocer. Algunas
concesiones electorales simbólicas e insignificantes llevaron a esa oposición
electorera a hacer de la vía electoral un fetiche, para empeñarse
obstinadamente —contra la evidencia fáctica— en que la dictadura podía entregar
el poder si perdía con votos.
Hemos llegado al punto en el cual la mayoría del país, quizá
hasta más de 80%, está contra el régimen y clama por un cambio; pero no hay
forma institucional para que esa voluntad se exprese y se haga valer. La vía
electoral en un sistema viciado y fraudulento ha probado, una y mil veces, que
no es sostenible para sacar a la dictadura. Pero la MUD insiste.
A esta obsesión fetichista con la vía electoral se ha sumado
en los últimos años la práctica de negociar un presunto acuerdo directamente
con el régimen. El objetivo —según
afirman— es salvar el país. La esencia entreguista y capituladora de la MUD no
podía conformarse con legitimar al régimen por la vía de elecciones, sino que
ahora plantea ambiciones más audaces al proponer como único método de lucha
para derrotar a la dictadura, una mesa de negociación.
Y cuando estos dirigentes de partidos intentaron dirigir
protestas en la calle también fracasaron, pues es un terreno que desconocen y
quizá hasta desprecian. Eso llevó a intentos insustanciales y frívolos —bailantas
y marchas en horario de oficina— como formas de protesta.
Ir a elecciones sin garantías, negociar con una dictadura
que jamás entregará el poder por la vía pacífica son expresiones concretas de
una práctica política colaboracionista y capituladora de quienes, al ser
incapaces de articular una agenda de lucha política, prefieren doblegarse,
arrodillarse y arrastrarse para no desaparecer, y seguir viviendo de la renta
política como antes.
Luego de ganar la mayoría de la AN, la MUD no supo qué hacer
con eso. Su desempeño en el poder legislativo ha probado ser contradictorio,
incoherente e inútil para la causa democrática. Tampoco la MUD sabe qué hacer
hoy, cuando el país está incendiado de punta a punta con movilizaciones y protestas.
No han estado, no están, ni estarán a la altura de las exigencias democráticas
del momento quienes, en lugar de luchar, lo único que saben hacer es capitular.
@humbertotweets
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