No conozco personalmente al profesor de la Universidad de Carabobo, Santiago Guevara. Y en el saturado mundo de la Internet y las redes sociales tampoco había detectado ni leído sus artículos. Hasta que la semana pasada me topé con su nombre en casi todos los motores de búsqueda. Las palabras clave “santiago guevara” conducían a una sola e infame noticia: Profesor universitario detenido por “traición a la patria”, en Venezuela, por supuesto.
Tratando de buscarle sentido al sinsentido que vive Venezuela, busqué en Google información sobre este nuevo preso político del régimen. Quería entender las posibles razones, si es que las había, para justificar su encarcelamiento. Conseguí en las redes sociales una gran cantidad de artículos de su autoría, que por su densidad más parecían análisis y propuestas para la transición política en Venezuela. Son documentos escritos en un lenguaje honesto e inteligente, posiblemente para una audiencia estudiantil o con curiosidad intelectual.
Pensé que, lógicamente por su naturaleza, a este régimen le ofende la inteligencia y tiene una larga tradición de premiar la mediocridad. Pero el último párrafo del último artículo publicado por el profesor Guevara, es mucho más que una simple ofensa a la mediocridad intelectual del régimen. Es una clara declaración política que trata de responder a la pregunta que hasta el día de hoy tiene de cabeza a las fuerzas opositoras: ¿Qué hacer?
El profesor Santiago Guevara termina su artículo titulado “Diálogo y debates necesarios”, argumentando: “Con independencia del drama actual y su exigencia de lucha, la política venezolana llama al diálogo entre afines y cercanos y al debate con los contrarios. El régimen nos lleva ventaja en eso. Y en el mundo opositor, la tienen los partidarios del viejo statu quo. Toca activarse.”
En otras palabras, lo que el profesor Guevara está proponiendo es justamente lo que está en el ánimo del país. Un gran diálogo (alianza, frente, movimiento) entre las fuerzas democráticas que con honestidad luchan por el cambio, y una confrontación con el régimen y con aquellos que, sin ser parte de él, les hacen el juego a sus fracasadas políticas populistas.
El latigazo final es un sencillo y lacónico “toca activarse”. Es una invitación ineludible a quienes hemos dejado pasivamente la solución de nuestros problemas en manos de otros.
No pude encontrar en los escritos del profesor Guevara ideas abiertas o insinuadas para derrocar la tiranía por la vía de la violencia. Si encontré abundantes propuestas que podrían ser tomadas por civiles y militares para ejecutar la transición política a la democracia, y crear las bases de una necesaria gobernabilidad en los próximos años.
En la lógica del régimen, discutir y prepararse para la transición política implica una serie de acciones que arruinarían la comedia del diálogo. Por eso el gobierno realiza una perversa, cuidadosa y sofisticada purga selectiva de sus adversarios para inhabilitar a aquellos que son una amenaza directa a sus intenciones de afianzarse por esa falsa vía. Estos son aislados políticamente por “radicales”; juzgados y condenados por “traición a la patria.”
Se equivocan quienes están en la oposición y creen que portándose bien lograrán un trato equivalente por parte del régimen, o que este cumplirá espontáneamente sus promesas. La ingenuidad de estos compatriotas nos ha llevado por el camino equivocado. Ahí están las lecciones aún no aprendidas de 2016. Lo del profesor Santiago Guevara no es sino una pequeña muestra de la saña que trae el régimen en su escalada de violencia política y represión.
Usando todo el aparato político, policial y militar a su disposición, el régimen se prepara para ilegalizar partidos políticos, encarcelar diputados, y enjuiciar militares sospechosos de pensar distinto. Lo que viene es la manifestación más brutal de violencia institucional que hayamos conocido contra una sociedad que resiste al gobierno de la minoría. Lo que viene después del encarcelamiento del profesor Santiago Guevara, es mucho más grave que lo que hemos visto hasta ahora. Estamos advertidos.
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