domingo, 26 de marzo de 2017

El régimen, cae o pierde

Hace unos días el Secretario General de Primero Justicia Julio Borges aseguró que “Si el gobierno va a elecciones pierde; si no lo hace, está caído” La caracterización que hace Borges es correcta y define con claridad el dilema del régimen. Amparado en la pseudo legalidad que le brinda el secuestro de los poderes públicos el gobierno ha logrado hasta ahora evitar cualquier confrontación electoral después de la derrota apabullante de 2015.
El cálculo es simple. Evitar cualquier elección ante el riesgo de una inminente derrota. La apuesta del régimen fue ganar tiempo. Y efectivamente lo logró por vías como el falso diálogo que le permitió diluir los esfuerzos de la oposición, frustrar el Revocatorio y las elecciones regionales que legalmente debieron realizarse en 2016.
El problema ahora para el oficialismo es que el tiempo que había ganado para postergar cualquier elección comienza a operar en contra. El deterioro de la situación económica y social del país ha creado un contexto en el cual es prácticamente imposible que el gobierno pueda ganar una elección con un 80% de rechazo en la población. Y la situación empeora con el paso de las horas.
Algunos teóricos del régimen ya comienzan a acariciar la idea que frente a un escenario que será brutalmente peor en el 2018 el régimen debe maniobrar para posponer indefinidamente cualquier elección. Con toda la manipulación de los CLAP, las misiones, y el chantaje del carnet de la patria no hay manera que el régimen se recupere electoralmente después de este desastre. Y esa es una realidad hoy, mañana y lo será en el 2018 que parece ser el año límite para resolver todas estas contradicciones.
Desde el punto de vista de las opciones que tiene el régimen y asumiendo que todos los esfuerzos de la oposición se concreten en unas elecciones en el 2018 la apreciación de Julio Borges es acertada. En otras palabras, si el régimen decide aceptar las presiones y se ve forzado a ir a elecciones en el 2018 perderá irreversiblemente. Si se aventura a suspenderlas nuevamente con cualquier pretexto provocará una crisis política que precipitaría su caída.
Pero, ¿podremos esperar hasta el 2018? La agudización de la crisis social, económica y política del país es una bomba de tiempo activada que parece no llegará al horizonte que Borges sugiere.
El deterioro de las condiciones de vida y la falta de claridad del gobierno para resolver la crisis nacional sumada al empeño en aferrarse al poder “como sea” han provocado un estado de caos y colapso generalizado.
Mientras el país se hunde y los ciudadanos deambulan por las calles en busca de comida y medicinas resignados a un “sálvese quien pueda”, en el régimen parecen resignados a “raspar la olla” en un acto patriótico de saqueo nacional.
Las elecciones como una vía para resolver la crisis política es algo que está descartado por el oficialismo, al menos por este año. Estas solo vendrán por la vía de la presión internacional y la presión interna donde los militares serán un factor clave. Pero si esta presión no tiene éxito el país se vera en una situación explosiva que irremediablemente provocará la caída del régimen.
Esa es la realidad que provoca pesadillas en los personeros del gobierno.  El dilema es claro y crudo. O el gobierno acepta entregar el poder por la vía de unas elecciones democráticas o las evita y provoca su propio derrocamiento. En cualquier caso el régimen enfrenta sus últimos días. Es la hora de sacar las cuentas. Mejor prepararse para una transición negociada, que ser sorprendidos a media noche por una rebelión.  


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