Siguiendo con la línea argumental que hemos presentado en las últimas semanas en La Razón no le vamos a hacer la concesión al chavismo de manipular y desvirtuar la definición y el contenido de la idea de fascismo. Y es que desde el comienzo del régimen chavista en 1999 Hugo Chávez y sus acólitos han usado la expresión “fascistas” para satanizar y destruir moralmente a sus adversarios.
Sin
mayores elementos de carácter conceptual para el régimen chavista un fascista
es todo aquel que se oponga políticamente y por esta sola razón estaría
justificado su linchamiento moral y físico. Los operadores chavistas repiten
como loros ad nauseam proclamas contra una supuesta derecha fascista pero no les
explican a sus ignorantes clientelas en qué consiste realmente el fascismo.
Para
empezar la oposición que el chavismo califica como derecha fascista no contiene
ni siquiera uno de los elementos distintivos del fascismo. Aun si se toma en
consideración la experiencia del gobierno interino de Juan Guiado, el papel de
la pseudo Asamblea Nacional del 2015 y el carácter de presidente electo de
Edmundo Gonzales estas instancias no han operado según el canon clásico y
doctrinal del fascismo caracterizado por el autoritarismo, el control de la
sociedad, y la glorificación de la violencia y el militarismo.
Por
el contrario, quienes llaman fascistas a sus adversarios representan a un
régimen que cumple con todos los trámites de un régimen autoritario que
nosotros desde La Razón hemos
propuesto caracterizar como fascismo chavista del siglo XXI.
¿Por
qué? Porque lo que se nos presenta es una versión de fascismo con su propia
especificidad y particularidad que obviamente aun cuando mantiene los rasgos
fundamentales del fascismo no tiene ninguna conexión histórica con el fenómeno
político en la Italia de Benito Mussolini.
El autoritarismo. El fascismo se
organiza en torno a un líder carismático o un gobierno autoritario que
concentra el poder en una figura fuerte. Se elimina la democracia en la
práctica y se rechaza cualquier forma de pluralismo político. El caudillo es
visto como la personificación de la voluntad nacional, y su autoridad es
incuestionable.
Control totalitario. Se busca un
control completo del Estado sobre todos los aspectos de la vida social,
política y económica. Esto incluye el uso intensivo de la propaganda, la
censura de medios de comunicación, la manipulación de la educación, la
persecución de cualquier forma de disidencia y la destrucción del individuo
como persona.
Glorificación de la violencia y el
militarismo. El fascismo exalta la guerra, la fuerza y la disciplina
militar como virtudes. La violencia se presenta como un método legítimo para
alcanzar y mantener el poder, purgar la nación de enemigos y crear una sociedad
fuerte y cohesionada.
Cuando
el fascismo chavista acusa a sus adversarios de fascistas hace exactamente lo
mismo que el astuto ladrón al gritar: «Allá va el ladrón !Atrápenlo!
!Atrápenlo!».
Esta
artimaña busca distraer la atención y justificar como legítima la violencia y
la aniquilación del oponente por razones patrióticas y de Estado. Pero ese
manejo burdo de la propaganda oficial no elimina la realidad. Y es que el
régimen chavista se ha convertido en un verdadero Estado fascista con todos sus
elementos distintivos.
Sigue
perdida en su laberinto la falsa oposición cuando fracasa en identificar la
naturaleza real del régimen chavista y solo le concede el tímido e impreciso
adjetivo de “autoritario”. Esto no es casual, es deliberado y el propósito es
enmascarar el deseo que tiene esa falsa oposición de seguir participando en
elecciones fraudulentas con el chavismo aunque siempre tratando de negociar lo
que escrupulosamente llama “condiciones electorales competitivas”.
Mientras
tanto el único recurso con el que podrían contar los venezolanos en su lucha
por la libertad como lo es el uso eficiente del tiempo se sigue desperdiciando en
maromas infantiles y metáforas inútiles que solo llevan a más frustración y
desesperanza.- @humbertotweets
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