Una nación en sentido político es su capacidad de organizar a sus ciudadanos en un territorio y defenderlo para lograr su permanencia en el tiempo. Esta idea general de nación política enlaza otras ideas como territorio, población, riquezas e instituciones como partes esenciales de un Estado. Desde 1999 Venezuela ha sufrido un proceso de desmantelamiento de su Estado en manos del chavismo. En nombre del llamado Socialismo del siglo XXI el chavismo impuso una nueva constitución y cambió totalmente la estructura y funciones del Estado venezolano para adecuarlo a sus propósitos que, al no ser los de los venezolanos, solo se le podría reconocer como un Estado exclusivamente chavista.
Al disponer de una Constitución a su medida y
controlar a su antojo todas las instituciones del poder público, incluyendo a
las fuerzas militares, el chavismo logró dotarse de un régimen político que le
permite usurpar la voluntad de los venezolanos mediante fraudes electorales y
aun así presentarse como apegado a la ley y la Constitución en forma
inapelable. Esto es, a sus leyes y su Constitución.
En ese círculo
vicioso estamos atrapados desde 1999 por culpa de una clase política que desde
el principio resolvió hacerle el juego al Estado chavista en lugar de buscar su
destrucción. Hemos perdido más de 20 años apostando a un cambio político dentro
del régimen chavista aceptando unas reglas de juego que siempre arrojarán el
mismo resultado. Entre elecciones y negociaciones se van sucediendo unas
temporadas para dar paso a las siguientes repitiendo sin vergüenza ni
creatividad exactamente los mismos argumentos para justificar el
colaboracionismo con el régimen chavista.
En este
sentido la falsa oposición es tan culpable como el chavismo por el
desmembramiento de la nación venezolana.
La falsa oposición ha sido instrumental para el sostenimiento del
chavismo y este al no contar con una resistencia real avanza en su empresa
siniestra y criminal, aunque el precio sea la desaparición de la nación
venezolana.
Así como en
1999 parecía una exageración acusar al chavismo de sus intenciones totalitarias
hoy también parecería una exageración considerar que bajo la bota chavista
Venezuela como nación política podría efectivamente desaparecer. Casi siempre
que intentamos examinar esta idea nos atajan con argumentos que se apoyan en
una presunta condición sacrosanta que impide que una nación desaparezca a no
ser que sea por el resultado de una guerra. Se nos dice que este no es el caso
de Venezuela, donde no hay una confrontación armada contra el estado chavista
que pueda avanzar hacia una guerra civil.
Sin embargo,
los signos de que Venezuela bajo el chavismo podría desaparecer como nación
están ahí y solo les tomó 20 años de incubación. Podríamos pensar que de no
ocurrir cambios sustanciales que lleven a un derrocamiento del Estado chavista
no tomaría más de 20 años consumar y reconocer el trágico final.
La destrucción
ha ocurrido en olas sucesivas que se van cubriendo unas a otras. Primero fue
tomar el control del aparato legal y militar para sustituir al Estado nacional
venezolano por un Estado chavista. Este nuevo Estado siempre ha tenido una
política de puertas abiertas y entendimiento con grupos guerrilleros,
paramilitares y megabandas criminales con los cuales las fuerzas armadas
chavistas mantienen acuerdos para repartirse territorios, rutas y dividendos de
toda suerte de actividades ilícitas pero toleradas por la legalidad del régimen
chavista.
El caos que
vive Venezuela hoy es una situación deliberadamente provocada por el Estado
chavista para lograr sus propósitos criminales. El chavismo ha manejado
recursos inmensos sin ningún tipo de control que han podido ser invertidos de
desarrollo y progreso pero que fueron desviados a las cuentas de los jerarcas
del régimen. Como resultado de esta miseria planificada millones de venezolanos
han abandonado su país porque no tienen los medios materiales para vivir y
perdieron la paciencia y la esperanza ante las promesas recicladas de la fase
oposición.
Lo que tenemos
y lo que nos queda es una nación venezolana que cada día es menos nación. El
territorio de Venezuela se encuentra fracturado y repartido entre una variedad
de grupos irregulares que controlan sus espacios con la permisividad del estado
chavista. Venezuela no produce nada, ni siquiera petróleo suficiente para
levantar su propia economía. Como no hay industrias y nadie está produciendo
nada en proporciones significativas el régimen ha alentado el narcolavado a
escala masiva lo cual permite que haya dólares en la calle, cuyo origen no
puede ser explicado y que son atribuidos al milagro económico chavista.
Al
desmembramiento del territorio y la ruina económica hay que sumar la masiva
emigración de venezolanos que ya hoy se cuentan en 7 millones o más. Sin
territorio, sin economía y sin población suficiente Venezuela en manos del
chavismo está condenada a desaparecer si no se les expulsa del poder. No es
tremendismo ni exageración. Es una realidad tan viva como las señales que nos
negamos a aceptar en 1999.- @humbertotweets
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