Es patético el espectáculo que están dando los precandidatos de la falsa oposición frente a un país que si no los desprecia los mira con desconfianza e indiferencia. La carrera frenética para hacerse con la credencial de vocero de la falsa oposición frente al régimen chavista se parece más a una conferencia de sordos donde todos hablan y nadie escucha al país. Todos ellos insisten en sus viejas tesis electoreras, ya destruidas por la realidad, de participar en el fraude electoral del régimen en el 2024 sí o sí. Todos, sin excepción, son cómplices en evadir la discusión de fondo sobre el control que ejerce el Estado chavista en los resultados electorales. Y ya embarcados en la fiesta electoral han arriado la deshilachada banderita de las condiciones electorales.
Estos
politiqueros que son precandidatos, o que coquetean con serlo, tienen años de
experiencia en las artes de la maniobra política, suficientes para saber que lo
que están ofreciendo sencillamente no es posible ni viable en las actuales
condiciones. Miente descaradamente quien se presente con su cara inocente y
amable a prometer que sacar a Nicolás Maduro de la presidencia y el retorno de
la democracia serán posibles sólo si la falsa oposición va con un candidato
unitario y la mayoría de la gente sale a votar.
Esto
lo saben hasta los aprendices de brujo pero los precandidatos de la falsa
oposición no se dan por enterados y se saltan deliberadamente todos los temas
sobre la grave crisis de Estado que sufre Venezuela, tomando por descontado que
hay que ir a juro a esas elecciones prefieren enfocar su discurso en promesas
vagas de un presunto cambio político solo si la gente les vuelve a dar otro
cheque en blanco, solo una vez más.
Pero la
mayoría de los venezolanos que no está identificada ni comprometida con los
partidos del chavismo ni los de la falsa oposición rechaza en forma militante
esta oferta engañosa de múltiples formas. Unos, los más jóvenes y audaces
emigran. Los que se quedan se atrincheran en la abstención y prefieren
involucrarse en luchas sociales y reivindicativas que, aunque menos ambiciosas
en lo político, ofrecen una perspectiva más realista e inmediata de mejorar las
depauperadas condiciones de vida de los venezolanos. Eso sí, en la medida en
que los fracasados operadores de los partidos políticos no las manipulen para
sus propios fines electoreros.
El
régimen chavista convoca al fraude electoral del 2024 para legitimarse, no para
entregar el poder. No importa las maromas, ni la retórica de la falsa oposición
para ofrecer vanas esperanzas de un cambio imposible por la vía electoral, el
papel de ese candidato que postulará la MUD no será otro que el de reconocer el
triunfo electoral de Nicolás Maduro y quejarse de lo injusto que es el sistema
electoral chavista. Pero eso es algo que ya todos sabemos.
Si
esto es algo que lo sabemos todos y lo entienden con claridad los zorros viejos
de la política criolla, ¿Por qué insisten con vehemencia y pasión en disputarse
el dudoso honor de ser quien reconozca los resultados del fraude electoral
chavista? ¿Cuál podría ser el cálculo de estos precandidatos que soportan con
estoicismo y desenfado el rechazo y la indiferencia de la mayoría de los
venezolanos opositores?
Al
tratar de entender porque estos falsos opositores siguen empeñados en el camino
equivocado es preciso repasar la naturaleza estrictamente clientelar de la
mayoría de los partidos que operan en Venezuela, tanto de chavismo como de la
falsa oposición. Ya en la era de la
democracia de partidos, antes del chavismo, el participar en la política era un
signo distintivo que abría inmensas posibilidades para escalar económica y
socialmente. Al ser los intermediarios
entre los electores y el Estado los partidos políticos degeneraron en
verdaderas oligarquías autosostenidas por clientelas de activistas que son
pagados con recursos públicos. Con el chavismo y el desmantelamiento de la
economía venezolana el ejercer la política en los términos que dictamina el
régimen marca la diferencia entre estar en grupo de los depauperados o en el
grupo de los privilegiados con acceso a posibilidades y recursos que les son
negados a la inmensa mayoría de los venezolanos.
Seguir en esa
carrera infructuosa y suicida de contarse electoralmente en las condiciones
establecidas por el régimen chavista y a sabiendas que el resultado ya está
previamente cantado, solo puede explicarse como la excusa para salir a
recolectar dineros que son necesarios para mantener el estilo de vida de las
clientelas partidistas y sus jefes. Muy pocos venezolanos están en condiciones
de aportar contribuciones para sostener a estos partidos. Lo más probable es
que las grandes donaciones provengan de contratistas que ya han sido
beneficiados por el régimen chavista y de las gobernaciones y alcaldías que
controla la falsa oposición. En esto tienen una identidad moral con el chavismo
que no se puede esconder.
Es irrelevante
que la gente los rechace o los ignore. Los precandidatos de la falsa oposición
seguirán con su discurso plagado de promesas y lugares comunes porque, aunque
su retórica no tenga resonancia, es el mejor pretexto para mostrar un
proselitismo que permita salir a pedir recursos. En este sentido el proceso de
selección del candidato de la falsa oposición se puede ecualizar a la
reasignación y redistribución de recursos donde solo uno podrá cobrar el premio
mayor y los demás tendrán que conformarse con pequeños incentivos. El gran
beneficiario de todo esto es sin duda el régimen chavista siempre dispuesto a
pagar por el show mientras lo disfruta en primera fila, por unos años más.- @humbertotweets
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