Más que una sana envidia los venezolanos de bien sentimos una profunda admiración y respeto por el pueblo colombiano que en las últimas décadas ha logrado derrotar al narcotráfico y la guerrilla al tiempo de preservar la integridad de la nación colombiana y sus valores fundamentales. Lo vemos con admiración sobre todo cuando valoramos que los venezolanos hemos fracasado en ese mismo empeño al dejar caer a Venezuela en manos del chavismo. Sin embargo, Colombia parece no ser inmune al virus disolvente de estados y naciones que hoy recorre el mundo disfrazado de ideologías llamadas progresistas que en muchos casos son asociadas a las ideas de una supuesta izquierda que nosotros preferimos llamar como izquierda indefinida.
Los
enemigos de la nación colombiana que fueron derrotados y reducidos en sus
propósitos hoy regresan infiltrados dentro de la propia institucionalidad del
Estado colombiano. Estos buscan ahora permear al Estado con políticas de
ambigüedad y tolerancia frente a temas fundamentales tales como la defensa de
la familia, de la vida, de la propiedad privada y la integridad territorial
frente a grupos guerrilleros que han sabido sacarle partido a negociaciones que
les permitan una representación que la sociedad con justicia les había negado.
Las
elecciones presidenciales en Colombia de este 29 de mayo nos presentan un
cuadro político con todas las contradicciones propias del Estado de partidos.
Comenzando por la insuficiente e inútil clasificación de las opciones políticas
entre izquierda, centro y derecha pasando por un sistema político que en aras
de ser democrático es débil por naturaleza para defenderse de sus enemigos que
ya operan desde adentro apostando a su implosión. Un proceso muy parecido,
salvando las distancias y particularidades históricas, al que vivió Venezuela
en 1998.
Hablar
de izquierda, centro y derecha en Colombia sin darle contenidos concretos a
estas etiquetas solo contribuye a la confusión de un electorado que es obligado
por las corporaciones mediáticas locales a escoger entre opciones muy parecidas
unas a otras donde el factor distintivo termina siendo algo tan volátil y
superficial como la personalidad o el carisma del candidato.
Tomemos
como ejemplo las opciones presidenciales de Gustavo Petro y Fico Gutiérrez,
identificados el primero con la izquierda y el segundo con la derecha según los
medios de comunicación colombianos. En un tema fundamental como es la política
del Estado colombiano frente a la guerrilla ambos candidatos coinciden en
proponer negociaciones como vía para vencer a estos grupos y lograr la paz.
Ambos candidatos, por razones distintas, reniegan del éxito del estado
colombiano y su ejército en más de tres décadas de combate a la guerrilla y al
narcotráfico. La victoria militar del Estado colombiano sobre la guerrilla y el
narcotráfico es la que facilita la política de acuerdos de paz y negociaciones,
totalmente innecesarias porque estos grupos ya habían sido vencidos y lo que
procedía era someterlos a las leyes vigentes más no convertirlos en receptores
de dádivas burocráticas en el seno del Estado colombiano.
Mientras
Petro tiene muy claro que su política de acuerdos con grupos guerrilleros y ex
guerrilleros busca un objetivo de largo plazo que es insertarlos en las
instituciones del Estado colombiano, el candidato Fico de la supuesta derecha
se ve obligado a postular la misma política solo por populismo para tratar de
atraer votos de la izquierda que le permitan ganar. Este es uno de los vicios
propios del Estado de partidos. Con el objetivo inmediato de ganar una elección
los candidatos terminan diciendo no lo que realmente piensan o lo que conviene
a la nación sino lo que ellos creen que la gente quiere escuchar. Esto nos
presenta un elenco de candidatos al cual habría que yuxtaponer etiquetas de
izquierda, centro izquierda, centro, centro centro, centro derecha, derecha y
hasta ultraderecha. Los medios de comunicación en Colombia han hecho fiesta con
estas denominaciones en lugar de evaluar el contenido de las opciones políticas
desde la óptica de lo que conviene a la nación colombiana y de ser necesario
hasta podría admitir que ninguna de esas opciones estarían representando a una
gran cantidad de colombianos dispuestos a votar en blanco y que las empresas
encuestadoras controladas por los medios ubican en un 13%.
Según
las encuestas Gustavo Petro pareciera perfilarse como el ganador en la primera
vuelta de este 29 de mayo. Este candidato de la izquierda con apoyos del
partido de la FARC y toda suerte de movimientos con ideologías disolventes del
Estado colombiano también ha logrado convertirse en un candidato potable para
poderosos grupos financieros que están ayudando esta candidatura posicionándola
como aceptable para Colombia. Aunque Petro por razones pragmáticas se ha
desmarcado del régimen de Nicolás Maduro encontramos grandes similitudes con
Hugo Chávez en sus tácticas para tomar el poder diciéndole a cada sector lo que
quiere escuchar y cosechando apoyos de fuerzas sociales con intereses
contradictorios.
La
respuesta de la supuesta derecha colombiana es llamar a votar por cualquier
opción en contra de Petro no importa que en el examen estas terminan
pareciéndose a la del candidato del llamado Pacto Histórico. En lugar de
construir una propuesta inspirada en la defensa de la nación colombiana, sus valores,
la familia, la propiedad y el territorio estos autodenominados grupos de
derecha han optado por desdibujarse para tratar de parecerse a Petro y atraer
votos. Y si las opciones presentadas a Colombia para este 29 de mayo son entre
Petro y los candidatos que quieren parecerse a Petro para nada debería extrañar
que el ganador fuese Gustavo Petro.- @humbertotweets
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