Desde la época en que Francis Fukuyama publicó su libro “El fin de la historia” se repite con insistencia el estribillo de que estamos frente a una crisis de las ideologías y doctrinas políticas. Tomando como referente la tesis de Fukuyama una cierta élite política y financiera abrazó la idea del globalismo como modelo político que, ante el agotamiento de las ideologías tradicionales para resolver los problemas entonces, ofrece democracia para todos los pueblos como la nueva ideología para gobernar al mundo.
La idea de la
democracia como la panacea para resolver los problemas de los pueblos es
impuesta en forma global sin respetar historia, cultura o procesos internos a
cada estado como la única forma aceptable de modelo político. Y para
simplificar el argumento que trata de explicar fenómenos mucho más complejos de
la política se apela a la clásica dicotomía maniquea entre el bien y el mal
donde la democracia es el bien y todo aquello distinto que se le opone por
defecto siempre será el mal. Esto es lo que el filósofo español Gustavo Bueno
explicó como fundamentalismo democrático.
Este
fundamentalismo democrático, como cualquier otro tipo de fundamentalismo, se
explica y se soporta a sí mismo en una forma que hay que aceptarlo sin ninguna
discusión desde el principio. Esta doctrina deja claramente establecido que
cualquier crimen de guerra cometido por un estado democrático o los abusos
cometidos contra sus propios ciudadanos en la política doméstica siempre
estarán justificados por ser perpetrados por la democracia. Es cierto que en
estos estados democráticos hay una división de poderes que aparentemente
funcionan como contrapesos pero esto solo adorna las exposiciones académicas
porque no funciona en la realidad. Y como esos mecanismos son insuficientes e
inefectivos para resolver los problemas prácticos se dice que la democracia es
imperfecta y como tal hay que aceptarla aun a pesar de sus errores. También se
habla de corregir el déficit democrático con más democracia aunque nadie pueda
explicar cómo se hace eso.
Estas llamadas
democracias que operan en realidad como oligarquías en un estado de partidos
han adoptado la ideología globalista que al igual que la idea misma de
democracia es presentada como el bien supremo que se opone a todo lo que no se
le parezca y que representa el mal. Esta visión dicotómica de procesos
políticos y sociales complejos resulta funcional a los efectos de la propaganda
pero se convierten un verdadero problema cuando los políticos y los estadistas
se creen sus propias fabricaciones metafísicas y, lo que es peor, las usan como insumos para
tomar decisiones.
Las ideologías
tradicionales y otras nuevas interpretaciones del mundo siguen operando en el
terreno de cada estado y a escala mundial, en unos casos con más o menor
fuerza. Lo que definitivamente ha estallado es la simplificación dicotómica y
maniquea de izquierda y derecha como una forma de explicar la política.
Dependiendo de la posición que cada quien escoja emic, una representa el bien y la otra el mal o viceversa. Todo
esto reforzado por productos culturales como el cine y la televisión donde las
tramas se simplifican a una confrontación entre buenos y malos muy útil para el
entretenimiento pero ineficaz para abordar la política.
La mejor
evidencia que podemos presentar sobre la bancarrota del maniqueísmo político es
precisamente la guerra entre Rusia y Ucrania. Esta confrontación ha obligado a
la fuerza un realineamiento mundial de fuerzas políticas y sociales más allá de
las simplonas etiquetas de izquierda y derecha. Por ejemplo, ¿cómo se podría
explicar en términos de la política la posición de VOX, partido supuestamente
de la derecha española, ahora haciendo causa común con el gobierno de Pedro Sánchez
y el PSOE en su política pro OTAN y en contra de Rusia? ¿Cómo se podría
explicar el apoyo de regímenes que se denominan a sí mismos como izquierdistas
al gobierno de Vladimir Putin calificado como fascista y de derecha? ¿Quién
está a la izquierda y quién a la derecha en el conflicto Rusia-Ucrania?
En realidad
hay muchas guerras que se están desarrollando en forma simultánea. La
confrontación entre la idea de estado nacional vs. globalismo; el cambio de la
identidad sexual y las ideologías de género, el desmembramiento de la familia
como parte esencial de cualquier estado nacional, por tan solo citar algunas.
Estas guerras representan la verdadera confrontación ideológica que la
dicotomía izquierda-derecha ya no puede explicar. Ahora habrá que buscar los
elementos constitutivos de una política para entenderla, clasificarla y
criticarla antes de satanizarla o bendecirla a priori. Podemos reinterpretar a
Clausewitz diciendo que las guerras en el sentido militar son la continuación
de las contradicciones políticas que no han podido ser resueltas de otra
forma.- @humbertotweets
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