La destrucción de Venezuela como nación soberana avanza rápidamente en medio de la indiferencia de chavistas y falsos opositores que le siguen dando palos a la piñata de la hacienda pública en un intento desesperado de raspar la olla y agarrar lo que sea. El saqueo que ha perpetrado el chavismo en estos veinte años trata de ser superado por los operadores del interinato quienes en menos tiempo han desfalcado tanto o quizás más que los chavistas en dos décadas. No hay manera de saberlo porque el interinato opera en un limbo legal que no le obliga a rendirle cuentas a nadie.
El
chavismo quebró todas las industrias que estaban en manos del estado. Las
empresas básicas de Guayana, que fueron orgullo de los gobiernos pre chavistas
porque al menos producían suficiente para el ingreso a la hacienda pública y el
pago de clientelas sindicales, hoy han sido reducidas a pura chatarra. La
industria petrolera en manos del chavismo dejó de ser tal para ser la caja
chica del gobierno al punto que hoy es prácticamente inexistente.
Por cierto, es
hipócrita culpar exclusivamente a Rafael Ramírez del desastre de PDVSA y tratar
de pasar por debajo de la mesa el hecho público y notorio que el operador de
marras no solo seguía órdenes directas de Hugo Chávez y además le repartía dinero
a los falsos opositores. Ramírez y sus beneficiarios deben pagar las más altas
penas que la nueva república pueda fijar por los delitos de corrupción y
traición a la patria.
El
desmantelamiento de las industrias del estado venezolano es tan solo una parte
del desastre económico que golpea a los venezolanos. El régimen chavista y sus
inviables políticas económicas solo diseñadas para el narcolavado destruyó el
bolívar como signo monetario soberano y nacional. El estado chavista ya va por
su tercer ciclo de megadevaluación de la moneda asignando cada vez nombres más
ridículos y caricaturescos. Si siguen en el poder vendrán más megadevaluaciones
las cuales serán corregidas con el dudoso arte de borrar ceros a los billetes
hasta que el colapso definitivo de la economía golpee en forma contundente al
único sector que sostiene al régimen que son sus fuerzas armadas.
Como
consecuencia del grave colapso económico Venezuela sufre una insalvable crisis
social que en forma melódica y eufemística llaman humanitaria. La inseguridad y
la ausencia de oportunidades dignas de empleo han obligado a millones de
venezolanos a emigrar. Las cifras más conservadoras hablan de más de siete
millones de compatriotas que recorren el mundo en busca de las oportunidades
que el chavismo y la falsa oposición les negaron en Venezuela.
El modelo
político y económico del estado chavista está diseñado para nunca dejar el
poder aunque la república agonice o incluso muera. Hace tan solo un par de años
la inefable Delcy Rodríguez advertía que primero muertos antes que entregar
algún día el poder. Por eso a pesar del indetenible deterioro y desintegración
de la nación venezolana el chavismo sigue aferrado y no soltará el poder hasta
que sea expulsado por la fuerza, no por las políticas colaboracionistas y
acomodaticias de la falsa oposición.
Pero los
chavistas no son los únicos empeñados en hacerse ricos con la destrucción de
Venezuela. Los falsos opositores también tienen responsabilidad en ese empeño y
en el caso de estos operadores es por partida doble. A la falsa oposición le
toca la responsabilidad de haber practicado el celestinaje político para
aparearse con el régimen chavista a cambio de dádivas y prebendas así como su
propia cuota de saqueo y destrucción.
Si el chavismo
desmanteló las industrias básicas y acabó con la industria petrolera la falsa
oposición no se ha quedado atrás y ya quebró Monómeros. Parafraseando las palabras del economista Francisco Rodríguez,
Monómeros sobrevivió a casi dos décadas de la corrupción chavista pero sucumbió
en tan solo dos años en manos del interinato corrupto de Juan Guaidó y la falsa
oposición. Y la quiebra de Monómeros debe servir de advertencia oportuna que
algo igual o peor podría ocurrir si el hamponato interino de Guaidó sigue
manejando Citgo.
Al igual que
el chavismo quebró PDVSA al hacerla su caja chica sin rendir cuentas los
operadores del hamponato interino han usado a Monómeros y Citgo como su pequeño
flujo de caja para pagar la campaña mediática de Leopoldo López (quien en
realidad maneja el interinato) y las nóminas de las clientelas de Voluntad
Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo.
No hay
diferencia entre uno y otro saqueo. Aunque la inmoralidad en la que se amparan
los operadores de la falsa oposición los obligue a rezongar que es preferible
que los falsos opositores se roben los activos a que lo hagan los chavistas.
Este tipo de inmoralidad es la que ha permitido el linchamiento mediático de
periodistas y ciudadanos que se han atrevido a denunciar la corrupción campante
de la falsa oposición. Hay quienes llegan al extremo de decir que exponer la
corrupción política y administrativa del interinato de Juan Guaidó es debilitar
a la oposición y hacerle el juego al chavismo.
Para los
venezolanos este 21 de noviembre no hay motivos para ir a votar. Las opciones
son entre dos facciones que defienden la misma constitución y el mismo régimen
político corrupto. Habría que escoger entre los candidatos corruptos del
chavismo y los candidatos corruptos de la falsa oposición mientras el zorro de
la política criolla Henry Ramos Allup se frota las manos y con cinismo dice:
“Vayan a votar porque eso es lo que hay.” Chavismo y falsa oposición serían los
beneficiarios del falso dilema de escoger entre el malo y el peor.
Aparte de la
corrupción administrativa, que como incurable gangrena se traga a la nación,
está quizás el problema más grave aún que es el
de la corrupción política. Esto es tener que continuar avalando al
estado chavista y su constitución mediante estafas electorales completamente
inútiles para salvar a la república y sólo justificadas por la voracidad de
chavistas y falsos opositores en seguir parasitando la hacienda pública.
Votar el 21 de
Noviembre, y en cualquier otra elección organizada por el estado chavista, es
avalar la corrupción administrativa y política que está destruyendo nuestra
nación venezolana. No votar equivale a rechazar por igual al chavismo y la
falsa oposición. Y si la abstención militante se convierte en una práctica
recurrente y masiva quizás pueda marcar el inicio en la construcción de un
nuevo eje de insurrección política y militar que liquide a un régimen político
que beneficia por igual a chavistas y falsos opositores.- @humbertotweets
No hay comentarios.:
Publicar un comentario