Hay un grupo de periodistas, influencers y “analistas” que insisten en llamar “la oposición” a la asociación de franquicias partidistas que desde el llamado G4 y el Interinato alientan una política de reconocer y colaborar con el régimen chavista como una extraña forma de oponerse. Es posible que algunos insistan en esta denominación simplemente por ignorancia o pereza mental para el análisis político riguroso pero con toda certeza que hay otros que lo hacen porque forman parte de la nómina o bien del régimen chavista o del hamponato interino de Juan Guaidó.
La
idea de “la oposición” referida exclusivamente como aquella que se entiende
electoralmente con el régimen chavista es engañosa y tiene que ser examinada
para evitar confusiones que terminan ayudando al sostenimiento del régimen.
Hablar de “la oposición” pareciera implicar que hay una sola entidad que,
aunque esté bifurcada entre el G4 y Los Alacranes, es la única alternativa
frente al chavismo y según esto agotaría todas las formas de oponerse al régimen
porque no habría más.
Además casi siempre
esa idea va asociada con el ilusorio deseo de la pretendida y cacareada “unidad
de la oposición” y de allí se comienzan a desprender mitos tales como esperar
un triunfo electoral de esa oposición si tan solo fuese capaz de ir unida a
elecciones como las del 21N. Esta falacia sostenida incluso por reconocidos periodistas
asume a priori que el Estado chavista ofrece garantías políticas para entregar
el poder en el caso que pierda las elecciones dentro de su sistema electoral.
Este razonamiento pareciera que a propósito ignora que el problema de fondo no
es el gobierno sino el Estado chavista con sus mafias políticas,
militares y financieras cuya tarea fundamental es replicar al régimen chavista y
sus instituciones hasta que sean expulsados del poder.
Incluso
si admitimos que lo que hace el G4 y Los Alacranes es oposición habría que
clasificarlos y ser más específicos para caracterizarlos por el tipo de
oposición que practican. También habría que considerar a un vasto espectro
conformado por varios tipos de oposición como por ejemplo la que han ejercitado
los militares insurrectos o quienes proponemos una salida no electoral al
régimen chavista. En esos campos también hay diferencias y matices que no se
pueden ignorar como formas de enfrentar al régimen. Todo lo cual debería llevar
a estos periodistas, influencers y
“analistas” a considerar que en realidad “la oposición” no existe, es más bien
un mito fabricado para reducir el campo de la confrontación exclusivamente a
quienes “se oponen” al régimen chavista en una forma que le favorece y este
responde en consecuencia reconociendo a esa como su oposición oficial.
Cuando
se habla del G4 con su Interinato y Los Alacranes sería mucho más preciso
referirlos como “la oposición electoral” porque en la práctica participan en
las elecciones organizadas por el régimen. Pero habría que diferenciarlos de
otros grupos de la oposición que sin ser parte del G4 ni Los Alacranes ahora se
oponen a estas elecciones del 21N aunque participaron en todas las anteriores.
¿Cómo clasificarlos? Esto solo confirma que hay muchas más “oposiciones” que
las reconocidas por los manipuladores mediáticos caracterizadas por sus
posiciones no solo frente al gobierno (de Nicolás Maduro) sino también frente
al Estado (chavista).
Y
es que la idea de oposición implica simultáneamente algo a lo que se opone.
Desde 1999 la concepción política dominante en casi todos los partidos
políticos en Venezuela ha sido la de oponerse al gobierno (de Chávez primero y luego al de Maduro), pero siempre
apegados en forma rigurosa a la Constitución de 1999 y las leyes del Estado chavista. Esto se traduce en su
disposición de jugar dentro de las viciadas reglas del juego político chavista sin
trastocar la esencia de su Estado o régimen político.
Desde
nuestra perspectiva “la oposición” que se opone electoralmente a los gobiernos
pero que llama a reconocer al Estado chavista es un tipo de oposición cuya
política no representa una alternativa real frente al régimen político. Esto es
una caricatura o mueca de oposición que le es útil al régimen para el circo
electoral pero que no conduce a derrotar al Estado chavista. Por eso desde
nuestras coordenadas preferimos caracterizarla como una falsa “oposición”
porque no es una oposición real al régimen político sino más bien su mejor
colaborador para mantener intacto su orden.
No
se piense que esta es una diferencia meramente semántica. La posición que se
defina frente al Estado chavista es lo que debe establecer si se está o no en
oposición (a ese Estado) y es quizás la definición política más importante para
comenzar a reconstruir y coordinar ese vasto universo que conforma la verdadera
oposición venezolana.- @humbertotweets
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