Históricamente las negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición siempre han tenido motivaciones pragmáticas y cortoplacistas. En cada ronda de negociaciones que se han sucedido desde el 2002 tanto el régimen chavista como la falsa oposición han buscado beneficios para sí mismos, pero no para millones de venezolanos que son testigos de la tramoya. Para el primero se trata de seguir ganando tiempo y mantenerse en el poder mientras desmonta al estado venezolano e instala el estado comunal chavista. Para la segunda todo se reduce a mantener cierta credibilidad que les permita seguir usufructuando los beneficios de ser parte del régimen como una “oposición” oficialmente aceptada.
Esta ha sido
la constante de esas negociaciones que siempre se ofrecen como un remedio bueno
para curar cualquier enfermedad, pero que terminan en el mayor descrédito al
estrellarse con la realidad. Y esta no es otra que la cohabitación que ha existido
desde un principio entre el chavismo y la falsa oposición. En apariencia hay
una confrontación, pero esta no es más que un maquillaje para disimular la
absoluta lealtad de ambos bandos a la constitución chavista de 1999 y el
régimen político que sostiene.
Es cierto que
hay presos políticos. Pero en esta danza macabra entre el chavismo y la falsa
oposición descubrimos que no todos los presos políticos son iguales. Hay presos
políticos que sobreviven y hasta son liberados para dar credibilidad a la tolerancia
del régimen y están los otros que verdaderamente han intentado derrocar al
régimen político y por eso tienen que pagar con su vida. Para unos hay
esperanzas y recompensas, para otros lo único seguro es la muerte.
Esto es el
reflejo del diseño chavista que ha creado un marco político dentro del cual es
posible jugar a “hacer oposición.” Dentro de este marco el juego permite las
críticas, los enfrentamientos, y hasta el chavismo hace la pose de perder y
conceder unas elecciones. Todo para validar al régimen político. Hacer política
fuera de ese marco significaba hacer oposición real al régimen por la vía de la
insurrección civil y militar. Esta oposición, la real y verdadera no está
permitida dentro del régimen político chavista. Y es lógico porque es la única
que podría provocar su derrocamiento.
Algunos
venezolanos se preguntan hasta con
fascinación por que el estado chavista no se mete con algunos personajes
de la falsa oposición como Juan Guaidó. O porque otros como Leopoldo López y
Antonio Ledezma logran escapar milagrosamente de sus captores y otros, los
presos políticos militares por ejemplo, no tienen la misma suerte. Una forma de
explicar estas extrañas situaciones es entendiendo la inveterada relación entre
el chavismo y la falsa oposición, donde ambos se necesitan mutuamente para
validarse el uno al otro sin alterar los factores fundamentales de la ecuación
de poder.
El régimen
chavista le concede ciertas inmunidades a Juan Guaidó y a otros “opositores”
que pueden viajar libremente por Venezuela y actuar políticamente sencillamente
porque eso es útil para validar al régimen. Y dejará de ser así cuando ya ese
papel no le sirva al estado chavista, entonces es posible que los metan a la
cárcel como ya han hecho con otros como Miguel Rodríguez Torres de quien se
decía que por conocer los secretos sucios del chavismo era intocable. Y ya
sabemos cómo terminó.
Las
negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición son simplemente otra
instancia de esa reiterada cohabitación que siempre ha existido entre ambos. Se
trata de una farsa montada solo para incautos a quienes se les quiere hacer
creer que de verdad se está negociando algo. La verdad es que faltando
escasamente 12 semanas para las elecciones del 21N todo parece ya haber sido
negociado. Las condiciones electorales mínimas que siempre han sido la petición
de la falsa oposición serán las que ya están en marcha y las que de hecho la
falsa oposición ya ha aceptado al entregarse al frenesí electoral. Suponiendo
que se proponen y aceptan cambios relevantes al sistema electoral no hay tiempo
para implementar estos ajustes. Cualquier cosa que resuelvan esas
“negociaciones” en el tema electoral valdrá menos que papel mojado.
Pero eso no es
todo. Se intenta dar la sensación que, de alguna forma, el hamponato interino
de Guaidó tiene el poder para influir en las decisiones del departamento de
estado norteamericano que esperaría una seña de la falsa oposición para
suavizar o eventualmente levantar las sanciones contra el estado chavista. No
se repara que en este preciso momento ya hay en la práctica una flexibilización
de esas sanciones hacia un régimen que sigue realizando sus transacciones
comerciales con la ayuda de Rusia, China e Irán con la permisividad de los
EEUU. Todo esto está pasando antes incluso que chavismo y falsa oposición se
sienten a hacer la parodia de negociar en México. Entonces, ¿De que hablaran
cuando se reúnan?
Lo cierto es
que no hay negociaciones de verdad entre el chavismo y la falsa oposición. Lo
que hay es una gigantesca estafa para engañar a los venezolanos y hacerles
creer que hay una puja donde es necesario tomar partido por uno de los bandos
sin reparar que en esencia representan lo mismo. El acuerdo de salvación
nacional es el marco retórico de unas negociaciones que solo buscan justificar
lo que ya es una decisión tomada por parte de la falsa oposición: Ir, si o si,
a las elecciones del 21N. No hay negociaciones entre el chavismo y la falsa
oposición. Lo que hay es otra gigantesca estafa política contra los
venezolanos, pero esta vez más burda y chapucera. @humbertotweets
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