Desde 1999 la “oposición” al régimen chavista ha estado monopolizada por los partidos políticos, los viejos (AD, COPEI, Proyecto Venezuela, Convergencia) que venían de usufructuar los privilegios del estado de partidos por cuarenta años y los nuevos (PJ, Voluntad Popular, UNT) que con caras más jóvenes básicamente aspiraban su turno en la piñata de la fiesta democrática.
Aún con fuerza
en sindicatos, gremios y órganos de la llamada “sociedad civil”, estos partidos
fracasaron en caracterizar correctamente al régimen chavista como un entramado
criminal con definidas aspiraciones totalitarias. Por el contrario, al naciente
estado chavista se le trató como cualquier otro gobierno del cual se podría
salir por vías democráticas. Al chavismo se le cedieron, sin pelear, espacios
institucionales y, lo más grave, se le permitió imponer una nueva constitución
en fraude a la anterior vigente.
Los
representantes de esos partidos políticos, que en buena medida siguen siendo
los actores de hoy, renunciaron a defender al estado venezolano y sus
instituciones. Una a una se fueron desplomando las instituciones que en algún
momento pudieron ponerle un freno a la turba chavista simplemente por atender a
una política errónea que siempre partió de una premisa equivocada: Es posible
sacar al chavismo del poder por vías políticas y jurídicas.
Los operadores
de esta “oposición” quizás no se daban cuenta que, a la par de procesos y
mecanismos de hecho para consolidar el poder del estado chavista, ya en 1999 se
había tolerado cambiar todo el régimen constitucional y jurídico de la nación
venezolana que ahora, con una nueva constitución, dotaba al chavismo de un
marco legal hecho exactamente a su medida.
Resulta
incomprensible y hasta ofensiva la fidelidad perruna que estos “opositores” juraron
a la constitución chavista de 1999. De allí en adelante todos los procesos
políticos y electorales serían regulados por la legalidad del estado chavista.
Sin embargo, a pesar de esto la “oposición” encarnada en estos partidos
políticos ensayó diferentes formas para coaligarse y enfrentar electoralmente
al chavismo.
Elección tras
elección el chavismo siempre se imponía, aunque a la final los números nunca
cuadraban. Y no podían cuadrar porque los chavistas desde 1999, cuando
inventaron el kino electoral, descubrieron que para ganar elecciones no hacen
falta votos sino manejar el software que da los resultados. Y este ha sido un
sofisticado mecanismo de fraude electoral perfeccionado al nivel de una
ciencia. Aunque sus adversarios manejen las mesas electorales y hagan
auditorías, si el aparato electoral es manejado por el régimen este seguirá
manufacturando los mismos votos y resultados.
Haciendo a un
lado los escarceos militares de la
“oposición” en Abril de 2002 y Abril de 2019 estos veintidós años han sido
marcados por una larga historia de traiciones y negociaciones. Esa práctica de ir a elecciones para
reconocer la estafa electoral del régimen chavista y luego sentarse a negociar
las condiciones electorales de las elecciones siguientes ha sido un proceso
recurrente que emerge ante los ojos de millones de venezolanos como la prueba
irrefutable de la cohabitación entre el chavismo y la “oposición”. No es
gratuito que hayan sido los propios venezolanos quienes hayan acuñado la
expresión “falsa oposición” para dársela a esos partidos que dicen oponerse al
régimen pero que siempre, sin excepción, terminan negociando. Una oposición que
no es tal sólo puede ser reconocida como una falsa oposición.
La definición
fundamental para articular una política de confrontación contra el régimen
chavista debe comenzar por establecer si estamos o no con la constitución
chavista de 1999. Y de allí se derivan todas la demás definiciones. Apoyar la
constitución fraudulenta de 1999 lleva a reconocer la legalidad del estado
chavista con sus elecciones y sus negociaciones.
El rechazo a
la constitución chavista de 1999 y su régimen político con sus fórmulas
negociadores y electorales es lo que ha definido dos espacios, irreversibles e
irreconciliables, dentro del universo de la llamada oposición, en el sentido
amplísimo de la palabra. Por un lado están quienes apuestan por sostener al
régimen político chavista proponiendo la transición con un mero cambio de
gobierno (fuera Maduro) que dejaría intacto al estado chavista y por el otro
lado estamos quienes proponemos la ruptura para derrocar ese régimen por vías
de hecho (abajo el estado chavista).
Más allá de lo
que acuerden el chavismo y la falsa oposición en México estamos frente a una
nueva traición y un acto de claudicación vergonzosa por parte de quienes se
autodenominan como “oposición”. Millones de venezolanos rechazan estos
negociados porque saben que son parte de la estafa política y no habrá cambios,
pero la ausencia de un referente político de la verdadera oposición que
organice a los ciudadanos, coordine esfuerzos y articule la insurrección
cívico-militar crea incertidumbre, desánimo y desesperanza.
Este es el
momento de sumar fuerzas con otros sectores civiles y militares que coincidimos
en la necesidad de derrocar al régimen, aunque no compartamos el mismo modelo
que debería sustituir al estado chavista. Esta es la hora de una oposición
radical y militante que asuma sin complejos su papel de vanguardia para ser el
referente de millones de venezolanos en la lucha insurreccional por la
liberación de Venezuela.- @humbertotweets
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