Es evidente el cambio de enfoque de los Estados Unidos de Norteamérica hacia Venezuela con la nueva administración de Joe Biden. En la administración de Donald Trump hubo más interés en ocuparse del tema Venezuela aunque por gestiones de operadores del Departamento de Estado el gobierno norteamericano terminó reconociendo y entendiéndose con el interinato de Juan Guaidó y la falsa oposición lo cual selló el fracaso de esa política. Era imposible proponer e impulsar una política agresiva y audaz de intervención militar internacional en Venezuela si los propios factores del interinato no la asumían. Los Estados Unidos con Trump no podía querer más la intervención que los propios operadores del interinato.
El resultado
fue que con Trump en la presidencia de los Estados Unidos se perdió la
oportunidad histórica de articular una alianza militar internacional para
derrocar al régimen chavista en Venezuela por la falta de voluntad política de
la mal llamada “oposición”. Por su parte el gobierno de Joe Biden llega al
poder sin una política definida frente al chavismo y no oculta su desinterés
por el tema Venezuela.
Este
desinterés que los EEUU muestra hacia la crisis política interna en Venezuela
no quiere decir que el imperio norteamericano se abstenga de intervenir, solo
que lo está haciendo de manera que pretende liquidar de una forma u otra este
asunto antes de finales de año y pasar la página.
La falsa
oposición estaba muy cómoda manejando los recursos del interinato de Juan Guaidó
bajo la presunción que el reconocimiento de los EEUU a ese híbrido diplomático
duraría para siempre. Pero fueron precisamente los Estados Unidos quienes aun
reconociendo a Guaidó como un supuesto presidente legítimo de Venezuela le
pusieron fecha de vencimiento al interinato.
Son muchos los
funcionarios del Departamento de Estado norteamericano incluyendo al embajador
de los EEUU en Venezuela y entusiasta fanático de Juan Guaidó, James Story, quienes
han reiterado que el gobierno interino y las sanciones contra el régimen
chavista deben tener un punto final. A esto habría que agregar el
reconocimiento al nuevo Consejo Nacional Electoral como una concesión
importante del régimen y el reiterado llamado a participar en las elecciones
del 21 de noviembre.
En otras
palabras, ejerciendo el control de los grifos que suministran dinero al
interinato de Juan Guaidó los Estados Unidos, vía ayuda humanitaria y acceso a
los activos de Venezuela en el exterior, han obligado a la falsa oposición a
sentarse con el régimen chavista para producir un acuerdo que formalice esta
nueva etapa de la cohabitación. Sin el retiro del apoyo de los EEUU al
interinato de Guaidó hoy no habría ninguna “negociación” entre chavista y
falsos opositores en México.
El retiro del
apoyo real de los EEUU al gobierno de Guaidó ha sido progresivo y sostenido. Es
una sacada de alfombra efectiva que respeta las formas diplomáticas con
declaraciones simbólicas y retóricas de reconocimiento al gobierno de Guaidó.
Pero el reconocimiento que vale no es el de la retórica sino el de la política
real que los EEUU le otorga al régimen chavista al ir aliviando, en la
práctica, las sanciones incluso antes de que se hayan sentado a negociar en
México o al permitirle al régimen seguir traficando bienes en los mercados
internacionales, a pesar de las famosas sanciones.
Es este giro
de la política norteamericana el que parece haber provocado un cambio abrupto
en la estrategia de la falsa oposición para lanzarse a última hora a unas
negociaciones improvisadas con el chavismo, barnizadas con un no menos
improvisado Acuerdo de Salvación Nacional. La picaresca criolla lo había
rebautizado como un “acuerdo de salvación personal” de los intereses de
Leopoldo López y Juan Guaidó que ahora sin el apoyo de los EEUU al lobby del interinato
quedan en el aire.
Conscientes
que no queda nada por negociar y que la falsa oposición está obligada a
sentarse a reconocer al régimen de la mano de los EEUU, el chavismo y sus operadores
desprecian pública y reiteradamente a sus pares de la falsa oposición. De no
ser por la situación precaria y de extrema necesidad bajo la cual la falsa
opción se ve precisada a negociar no sería posible explicar su afanoso interés
que contrasta con la prepotencia chavista. Anticipando un acuerdo que
materialmente favorece al chavismo en todas sus partes ya los publicistas del
interinato comienzan a justificarlo como un sacrificio necesario para el
retorno de la anhelada democracia.
Estas
negociaciones que están comenzando en México entre el chavismo y la falsa
oposición no son tales. No son más que una ceremonia protocolar para refrendar
acuerdos y concesiones que ya están operando en la práctica. La falsa oposición
participará en las elecciones del 21N. Los Estados Unidos cambiarán unas
sanciones por otras para aliviar la presión sobre el régimen chavista. El
chavismo repartirá algunas migajas en forma de cargos y ordenará la liberación
selectiva de algunos inocuos presos políticos. Es posible que haya algunos
cambios cosméticos e irrelevantes en el sistema electoral, tales como regreso
de tarjetas y adjudicaciones graciosas. Pero lo que sí está claro es que no
habrá cambios al régimen político y constitucional que puedan alterar la
estabilidad del estado chavista.
Ese acuerdo
chimbo y chucuto debe quedar finiquitado antes del 29 de agosto, fecha en la
que vencen las postulaciones para los cargos de la estafa electoral del 21 de
noviembre. Con la bendición de los Estados Unidos el chavismo y la falsa oposición
comienzan una nueva etapa de cohabitación cuyo elemento esencial es el
reconocimiento y compromiso recíproco de ambas partes en sostener y defender al
estado chavista. Los EEUU celebrarán el resultado como un triunfo de la
diplomacia norteamericana para estabilizar la región. Por su parte chavistas y
falsos opositores encontrarán una excusa épica para asemejarlo a la firma del
acta de la segunda independencia de Venezuela, aunque lo que en realidad se estaría
declarando es la extinción de la nación venezolana en manos de unos y otros.- @humbertotweets
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