Caracterizar la reciente designación de la directiva del CNE como una concesión del régimen chavista ante la grave crisis social en Venezuela es un error. Y celebrarlo como una victoria es peor. Estamos frente a una nueva versión de la operación política que le ha permitido al régimen darle un viscoso barniz de legitimidad a lo que ha arrebatado y conserva a la fuerza. Se trata del predecible patrón negociaciones-elecciones-negociaciones en condiciones que siempre producirán el mismo resultado: El sostenimiento y reforzamiento del chavismo en el poder.
Este
patrón se monta sobre la ilusión muy convenientemente propagada por el régimen
que “solo por la vía del voto” es posible lograr el cambio político. No importa
que las estructuras esenciales del estado tales como el poder judicial y las
fuerzas militares estén al servicio del chavismo. Lo único que importa son unas
difusas condiciones electorales que si fuesen “un poco más equilibradas y
suficientes” permitirían el triunfo a otras opciones políticas.
Pero
esto no es cierto. En el 2015 la maquinaria de fraude electoral chavista tuvo
un desperfecto o falla interna que le obligó a adjudicar la mayoría de la
Asamblea Nacional a la coalición electoral de la MUD. La celebración sería muy
breve porque de inmediato el régimen por indudables vías de facto y violando su
propia legalidad le amputo a esa Asamblea Nacional suficientes diputados para
impedirle lograr las dos terceras partes y así liquidar su funcionalidad.
Sin
embargo, esta no sería la primera vez, y por lo que observamos no será la
última, que el régimen usa su fuerza para adjudicar unos resultados
electorales. Estas dos décadas están plagadas de supuestos eventos electorales
a los cuales los venezolanos son convocados para refrendar las adjudicaciones
que ya previamente ha resuelto el chavismo.
La aparente
elección de presidente de la república, gobernadores, diputados, alcaldes y
concejales ha ocurrido a lo largo de estos veintidós años con la participación
de la falsa oposición que, a pesar de sus marchas y contramarchas, siempre
termina plegándose a la agenda de la fiesta electoral del régimen.
La
falta de una correcta caracterización del régimen chavista y de una política
articulada de resistencia es lo que ha arrastrado a la falsa oposición a ser
parte del macabro juego electoral del chavismo. A esto hay que sumar el
desarrollo de conductas viciosas en la falsa oposición que ha adoptado el
discurso de la “inevitabilidad” del chavismo y frente a esto reducen el tema
del cambio de régimen político a una mera discusión de condiciones electorales.
Ambos
sectores de la falsa oposición, tanto el de Leopoldo López como el de Henrique
Capriles, han banalizado la gravedad de la crisis política en Venezuela para
degradarla a un tema de meras condiciones electorales, esto es a un tema de
técnica política. Esto le ha llevado a presentar la fórmula “elecciones libres
para un cambio político.” No se repara que la ecuación correcta necesita
invertir sus partes. Es al revés, sólo mediante un cambio de régimen político
podrían ocurrir elecciones libres.
Con una
prédica voluntarista buscan embarcar a los venezolanos en el festín electoral
del chavismo pretendiendo ignorar que el estado chavista no se sostiene en el
poder por un asunto de técnica electoral sino por el soporte de poderosas
mafias políticas, financieras y militares. Estructuras que jamás cederán su
poder por la vía del voto.
La
división de estos dos bandos de la falsa oposición es solo una apariencia. En
el fondo ambos coinciden con el chavismo en una fórmula electoral basada en
“mejores condiciones electorales.” La única diferencia es que mientras un grupo
(Capriles) se apuró en negociar con el régimen el otro (López) está deshojando
la margarita y calculando si participa este año o no y, de hacerlo, como esto
ayudaría en su casi segura participación en las elecciones presidenciales de
2024.
Este
nuevo CNE es peor que los anteriores porque con una aparente diversidad en su
conformación será unánime a la hora de intentar embaucar a los venezolanos
para refrendar al régimen chavista con
el voto. Con apoyos de una supuesta “sociedad civil” controlada por los
partidos este CNE tratará por todos los medios de ser más “creíble” (algunos
sin pudor lo llaman “más potable”) que los anteriores y más eficiente para
producir un rápido proceso de adjudicación de cargos donde al chavismo, como es
lógico, le tocara la mayor parte. El resto se los rifarán entre los operadores
de la falsa oposición.
Este nuevo CNE,
a diferencia de los anteriores, tiene la tarea estelar de pavimentar la vía del
chavismo hacia la “nueva normalidad.” Una normalidad montada sobre la premisa
de una presunta inevitabilidad del régimen chavista que obligaría a negociar y
entenderse con él durante los próximos veinte años, por lo menos. Unos
describen esto con eufemismo como un “regresar a la política.” Pero no es otra cosa que el apareamiento
político con un régimen cuyo efecto devastador sobre la nación venezolana es
presentado como algo “normal” con lo cual se puede convivir.- @humbertotweets
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