Frente a esta simple y elemental pregunta hay quienes saltan de inmediato para cuestionar incluso su pertinencia. ¿Cómo se podría poner en duda el apoyo de los Estados Unidos al gobierno interino? dicen intentado escaparse de la respuesta. Otros en la misma línea de pensamiento dan por descontado el apoyo automático y agregan que además hay 60 países que al unísono apoyan eso que se ha llamado el gobierno interino de Juan Guaidó.
Sin embargo, a
partir de eventos que no se pueden ocultar, incluida la aparatosa maroma del
acuerdo para la Salvación Nacional, se puede inferir que los términos del apoyo
de los Estados Unidos al interinato de Juan Guaidó están en proceso de revisión,
por decir lo menos, si es que ya no han cambiado. Por lo cual la pregunta no
solo está vigente sino que recupera toda su pertinencia.
Lo
primero que salta a la vista es que la administración de Joe Biden no tiene una
política frente hacia Venezuela. Menos aún un plan para confrontar al régimen
chavista. Lo que hay son un conjunto de acciones aisladas, heredadas de la
administración Trump, apoyadas por republicanos y demócratas, que buscarían
provocar una fractura en el régimen chavista que le obligase a negociar los
términos de su rendición con el llamado gobierno interino. En este campo
caerían las sanciones financieras contra el régimen chavista y algunos de sus
miembros así como el reconocimiento mismo a Juan Guaidó como presidente.
En
sus primeros cien días de gobierno Joe Biden sólo se ocupó del tema Venezuela
en forma incidental, sólo en cuanto a lo que toca a la política doméstica de
los Estados Unidos. Por eso se aceleró el trámite para la aprobación del TPS
que le permitiría a cientos de miles de venezolanos que han emigrado a los
Estados Unidos tener un estatus legal. En todo lo demás estamos en el mismo
punto en que estábamos el último día que Donald Trump estuvo al frente de la
Casa Blanca: Esperando a que las sanciones hagan el milagro.
La
fórmula inicial de sanciones-fractura-negociaciones-elecciones diseñada por los
EEUU en tiempos de Trump y apoyada por varios otros países parece seguir
atascada en su primer momento al punto que sin haber producido sus resultados
ya se habla de aliviar las sanciones al régimen chavista.
La
falla de diseño de esa fórmula se muestra cuando los EEUU, la llamada comunidad
internacional y el propio interinato de Guaidó deciden ignorar la fase de la
fractura del régimen para saltar directamente a las negociaciones. Entonces la
operación se embarca y queda estancada en una extraña dinámica donde las
sanciones que no cumplen su efecto disuasivo son usadas como un supuesto
incentivo para provocar una negociación con el régimen chavista. Por supuesto
que los chavistas no pueden menos que sonreír y frotarse las manos ante esta
nueva oportunidad de ejercitar su artimaña preferida para prorrogarse en el
poder en forma indefinida.
Los EEUU, los demás países que acompañan a Guaidó
y el mismo interinato parecen prisioneros de su propia inercia. Todos esperando
que algo pase o que las buenas nuevas lleguen de alguna parte. Por el contrario
el régimen chavista se mueve hábil y vigorosamente con maña y con saña
sacrificando incluso a la propia población civil la cual es usada como escudo
humano frente a sus enemigos para sostenerse en el poder. Este solo hecho
debería ser cuidadosamente examinado para valorar si vale la pena alguna vez
sentarse a negociar con el chavismo.
En
medio de amenazas, sanciones y negociaciones el chavismo no ha cedido o perdido
un milímetro su poder político en Venezuela. Amenazas de una intervención
militar internacional que nunca se concretan. Sanciones financieras al régimen
que perturban pero no detienen su operatividad. Unas negociaciones que fracasan
para dar paso a las siguientes y recomenzar como si se tratara de un tema
nuevo. De una u otra forma el chavismo se las ha ingeniado para llevar adelante
su política de hechos cumplidos. Los repetidos fraudes electorales, la
amputación de la Asamblea Nacional del 2015, la imposición de una Asamblea
Constituyente, la brutal represión política, la persecución contra oficiales
militares disidentes, y un sin fin de acciones que forman parte de una política
sistemática que va avanzando y se va imponiendo al mismo tiempo que ellos se
sientan con los representantes de la falsa oposición a negociar con la
comunidad internacional como garante.
Presidentes,
embajadores y funcionarios internacionales vienen y se van y siguen repitiendo
obstinadamente el mismo círculo vicioso de las negociaciones con el chavismo
como si fuese la primera vez. Mientras tanto el régimen chavista sigue ahí,
intacto. En eso llevamos 22 años y podrían ser más si se continúa subestimando
la perversión y la amenaza del chavismo.
Estados
Unidos y otros países comienzan a sentir el desgaste de una política que va de
ningún lado a ninguna parte. En privado funcionarios diplomáticos confiesan lo
que no se atreverían a decir en público. Hay cansancio -fastidio dicen algunos-
con el tema de Venezuela y el chavismo. Hay quienes razonablemente sugieren que
esto estaría tomando el mismo camino de inevitabilidad e irreversibilidad del
estado castrista cubano con el cual los países, incluidos los Estados Unidos,
pueden convivir en la medida en que no se pase de la raya.
Posiblemente
el temor a que este desgaste con el tema Venezuela pueda eventualmente terminar
erosionando la imagen de la política internacional de la administración de
Biden es lo que estaría llevando a este gobierno a tomar la iniciativa en
revisar su aproximación a Venezuela y sus compromisos con el gobierno interino
de Juan Guaidó. No estoy sugiriendo que los Estados Unidos le hagan un
desplante o desconozcan abiertamente a Juan Guaidó. Tampoco lo hizo la
Comunidad Europea cuando discretamente a partir de enero de 2021 lo dejo de
llamar “presidente interino” y ahora solo lo reconocen como un interlocutor
privilegiado, entre otros.
Por
ahora no sabemos si el cambio de los Estados Unidos en su relación con el interinato
de Guaidó, a pesar de lo que diga el novel embajador James Story, le fue
comunicado en forma explícita o implícita a los representantes del interinato.
Lo que sí se sabe es que hay malestar en el gobierno norteamericano por la
forma caótica y desordenada como el interinato ha manejado la ayuda
humanitaria. Hace solo unos días Juan Gonzalez Asesor de la Casa Blanca para el
hemisferio occidental condicionaba nuevas rondas de ayuda a un compromiso de
mayor transparencia por parte del interinato de Guaidó.
Julie Chung, Directora interina de la Oficina
de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado sorprendió con
su mensaje de bienvenida a la nueva directiva del Consejo Nacional Electoral
designado por el chavismo: “depende de los venezolanos decidir si el nuevo
Consejo Nacional Electoral (CNE) contribuye a este fin (elecciones libres y
justas).” En otras palabras adelanta un reconocimiento por adelantado de ese
CNE sin que ni siquiera se hayan producido las mentadas negociaciones. Le tocó
al embajador Story conectar el cable a tierra y anunciar sin filtros “Siempre
hemos dicho que las sanciones no son para siempre.” No son para siempre y ya se
está trabajando para levantarlas o aflojarlas.
Ambas piezas
son el anuncio de un viraje o el viraje mismo de la forma como el gobierno de
Biden ha manejado hasta ahora sus relaciones con el interinato de Guaidó. El gobierno de Biden está urgido en pasar la
página del tema Venezuela. Pero para hacerlo tiene que mostrar algún resultado
concreto, lo que sea. Una negociación improvisada, apurada y chapucera como se
la ha pedido Guaidó al régimen chavista, independientemente de sus resultados,
perfectamente cumple con ese requisito y le permitiría a los EEUU zafarse del
tema por lo menos hasta que pasen las próximas elecciones de mitad de término
en Noviembre de 2022. Luego se verá si
hay que repetir el proceso con los mismos o con otros funcionarios.- @humbertotweets
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