Existe un conjunto de fuerzas con agenda propia que insisten en plantear la situación de Venezuela en términos de un falso dilema: Frente a la narcotiranía chavista solo queda alinearse con una oposición colaboracionista, negociadora y electorera. Por su propia naturaleza y por los intereses que defiende esta “oposición” en realidad representa la continuación del estado chavista, pero con otros actores. Por eso a esa oposición hay que caracterizarla como falsa y contraria al interés nacional de salir definitivamente del chavismo.
Esta falsa
oposición ha maniobrado desde 1999 para actuar en representación de la inmensa
mayoría de los venezolanos que se definen políticamente en contra del chavismo.
Una y otra vez los partidos de esa oposición se han montado sobre la energía el
descontento popular para alimentar sus propias agendas negociadoras. Hugo
Chávez, quien se dio cuenta que esa falsa oposición no quería derrocarlo sino
entenderse y cohabitar con su régimen, no dudó un instante en asignarles cuotas
políticas y financieras en su gobierno a estos agentes de la traición.
La estrategia
calzaba muy bien en el objetivo chavista de prolongarse en el poder ya que la
falsa oposición otorgaba el reconocimiento legitimador que tanto necesitaba el
chavismo para sostenerse en el poder. Bien sea participando en elecciones, en
mesas de negociaciones o simplemente renegando del gobierno chavista pero
jurando lealtad a su régimen y su constitución, esta falsa oposición siempre ha
sido un factor clave e instrumental para el sostenimiento del régimen.
Y la
constatación de que la falsa oposición de Juan Guaidó y el régimen chavista
representan esencialmente lo mismo viene derivada de hechos incontrastables.
Hay fundamentalmente dos ejes que identifican y conectan tanto al hamponato
interino de Juan Guaidó como a la narcotiranía chavista de Nicolás Maduro.
Ellos son la corrupción y el socialismo.
Ambas
instancias (hamponato de Guaidó y Narcotiranía de Maduro) no solo coinciden en
su propósito de saquear sin piedad el tesoro nacional como ha sido muy bien
documentado por periodistas de investigación. Además de eso, las cañerías
podridas de la falsa oposición y el chavismo confluyen en una cloaca común
donde se comparten contratistas y esbirros. Esto es, la gran cantidad de
operadores políticos, financieros y militares que sirven por igual al hamponato
interino y a la narcotiranía. Nombres como Alejandro Betancourt, Raúl Gorrín,
Luisa Ortega Díaz, Christopher Figuera, entre muchos otros, aparecen en las
nóminas de ambos “gobiernos” y se entremezclan en complejas tramas de
corrupción (Odebrecht, Derwick, Monómeros, PDVSA, CITGO, etc) donde la víctima
es la nación venezolana.
A esto hay que
agregar que tanto el chavismo como la falsa oposición de Juan Guaidó coinciden
en su defensa perruna de la constitución de 1999. No es por un formalismo
jurídico, porque ambas bandas la violan cuando les da la gana. Se trata, para
ambos, de dejar intacta la estructura del estado chavista que es un estado de
partidos, clientelar y corrupto basado en el socialismo como mecanismo de
control de la sociedad. El sueño de Juan Guaidó y Leopoldo López es heredar la
estructura del mesiánico estado chavista con sus poderes omnímodos y sus
bondades. Por eso la falsa oposición cuidadosamente articula su estrategia
sobre la base de propiciar únicamente un cambio de gobierno (quitar a Maduro
para poner a uno de los suyos -¿acaso Leopoldo?) mas no buscan un cambio de
régimen político. La falsa oposición, al igual que el chavismo, necesita
preservar la estructura del estado socialista consagrado en esa constitución.
Todo aquel que
por diferentes vías defienda, abierta o soterradamente, la constitución chavista
de 1999, tal como lo hace la falsa oposición, en realidad lo que hace es
sostener al régimen que ha destruido a Venezuela. Esa falsa oposición no ha
sido, no es y jamás podrá ser reconocida como una verdadera alternativa frente
al chavismo porque en esencia son lo mismo.-
@humbertotweets
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