domingo, 6 de septiembre de 2020

Si los EEUU se equivoca en Venezuela, no podemos acompañarlos en el error

En el caso de Venezuela Donald Trump ha demostrado tener claridad sobre la magnitud de la crisis al proponer que “todas las opciones están sobre la mesa” dejando implícita la idea  que también la salida de fuerza estaría contemplada. Ahora bien, las razones que podrían tener los EEUU para intervenir militarmente en Venezuela no son las mismas que las que tenemos los venezolanos. Para nosotros los venezolanos se trata de lograr un equilibrio militar para derrocar a un estado que usa sus fuerzas contra la nación venezolana. Para los norteamericanos se trata de evaluar hasta qué punto la crisis en Venezuela adquiere el rango de una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos.

En sus memorias el embajador John Bolton relata con detalles y gran ingenuidad como los Estados Unidos pensaron que los eventos del 30 de abril de 2019 podrían llevar a un relevo del gobierno de Nicolás Maduro por elementos de la falsa oposición asociados con Vladimir Padrino López y Maikel Moreno. En cuestión de horas quedaría en evidencia que los norteamericanos habían sido embaucados por unos fabuladores de oficio aunque el propio Bolton luego de contar la historia convenientemente no llegue a esa conclusión.

La idea de “todas las opciones están sobre la mesa” combinada con las sanciones y el precio por la cabeza de los más altos personeros del régimen de Maduro es lo que ha alentado la tesis de una intervención militar internacional en Venezuela liderada por los Estados Unidos. Esta intervención podría tener la forma de una intervención quirúrgica que neutralice o extraiga a las cabezas del régimen creando las condiciones para su derrocamiento.

Pero curiosamente es el interinato de Guaidó y los operadores diplomáticos de Trump, Elliot Abrams y James Story, quienes no solo trabajan en contra de la intervención militar sino que además siguen alentando la tesis de presionar al régimen chavista para llevarlo a negociar.

Guaidó y la falsa oposición no quieren hablar del tema con los Estados Unidos para evitar que se aborde en forma oficial y esto lleve a definiciones. Por eso el interinato de Guaidó ha preferido poner el asunto en manos del TIAR con la certeza que de allí jamás saldrá una decisión aprobando la intervención militar en Venezuela al tiempo que se lavan las manos diciendo que al menos lo intentaron.

Por su parte Abrams y Story han proclamado públicamente sus opiniones en contra de la “salida mágica” de la intervención militar y en su lugar piden a los venezolanos que nos unamos en torno al gobierno corrupto de Juan Guaidó y la falsa oposición para negociar con el chavismo unas condiciones electorales mínimas (mejores que las de diciembre de 2020).

Estamos frente a un enfoque similar al de Bolton en 2019 e irremediablemente llevará al mismo fracaso. Lamentablemente la burocracia diplomática del departamento de estado es presa de un pensamiento que podemos caracterizar como “fundamentalismo democrático.” Se trata de la incapacidad para entender que hay crisis políticas que no se resuelven con “más democracia” porque el colapso del estado no se puede abordar con la fórmula de un mero cambio administrativo de gobierno que es lo que se pretende en Venezuela. Ahí están los ejemplos de Irak, Afganistán y Libia que deberían servir de lecciones.

En Venezuela no estamos simplemente frente a un mal gobierno que debe salir por vía de “elecciones justas y transparentes.” Aquí estamos frente a un estado que se asume a sí mismo como terrorista y criminal y que ha logrado entenderse con la falsa oposición al extremo que esta reconoce su régimen pseudo legal. Es el marco jurídico y constitucional que defiende la falsa oposición y que toma el departamento de estado como referencia para ir a un gobierno llamado de transición que convoque a elecciones en seis meses. Al estado chavista no se le puede abordar con una transición que permita la supervivencia y cohabitación con elementos del viejo régimen, como ingenuamente plantea el papel de trabajo del departamento de estado.  Esto sería crear un gobierno débil, incapaz de evitar el regreso de las mafias chavistas al poder incluso con más fuerza.

Los funcionarios Abrams y Story fallan en su misión de representar fielmente los intereses de la nación norteamericana al no caracterizar correctamente al régimen chavista como un estado terrorista que debe ser destruido y al proponer como su alternativa a una oposición colaboracionista que ha parasitado por veinte años de sus negocios con el régimen.

Donald Trump y el gobierno de los Estados Unidos son los mejores aliados que hasta ahora tiene Venezuela. A ellos hay que explicarles con claridad que seguir confiando en los embaucadores y fabuladores de la falsa oposición es un error que nos saldrá muy caro tanto a los EEUU como a Venezuela. Si nuestro aliado se equivoca en la forma de evaluar la coyuntura, nuestro deber es advertirlo. No estamos obligados a acompañarlo en el error.- @humbertotweets

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