La tesis de la no intervención puede
ser invocada por cualquier país para establecer su derecho a resolver sus
asuntos internos siguiendo su propio ordenamiento jurídico. Pero ¿qué pasa cuando el estado y los
poderes públicos son usurpados en forma ilegítima e ilegal por un grupo que
niega las garantías constitucionales y legales al resto de los ciudadanos? ¿Qué pasa cuando es ese mismo estado
quien utiliza su estructura y poder militar para agredir a su población civil y
mantenerse en el poder?
Esta es la situación que hemos
enfrentado en Venezuela desde 1999, cuando el chavismo tomó el poder del estado
y lo puso a su servicio fabricándose una legalidad a su medida. Desde entonces,
todos los poderes actúan en función de perpetuar un régimen que se presenta
interna y externamente como una supuesta expresión de legalidad, pero que, en
realidad, usurpa una autoridad para tiranizar a la sociedad.
La falsa oposición no logró entender
esto en su momento y desde un principio apostó a participar dentro del juego
electoral de la legalidad usurpada por el chavismo. Esta estrategia nos ha
dejado dos décadas de fracasos y desesperanza, producto de una forma
colaboracionista y servil de hacer política. La potencia y la energía que hubo
por allá en los años 2000-2005 para enfrontar y derrocar la tiranía, ha quedado
diluida en sucesivas jornadas electorales que solo sirvieron para desmovilizar
a la calle y atornillar al régimen.
Por su parte, la comunidad
internacional aceptó como legal y legítimo a un régimen que no lo era, solo
para escudarse en la tesis conveniente de la no intervención en asuntos
internos de otros países, quizás con la esperanza de recibir el mismo trato.
Pero con el chavismo tramposo no opera esa lógica. Desafiando esa misma tesis que
les ha favorecido, el chavismo no repara en intervenir políticamente y como
empresa criminal en los asuntos de otros países.
El resultado es que el régimen
chavista se ha beneficiado durante veinte años de las bondades legales de un
sistema que ellos mismos no respetan, pero, aun así, tal legalidad sigue siendo
invocada por varios países como argumento para no intervenir directamente y
corregir la situación en Venezuela, o para emprender solo acciones inocuas que
dan la sensación de ayuda, pero que, al final, no es tal.
En este último rango entra la
propuesta engañosa de una supuesta ayuda humanitaria internacional, que, por su
endeble diseño, más parece un argumento retórico contra la tesis de la
intervención militar internacional en Venezuela. La supuesta ayuda humanitaria
internacional para Venezuela es tan falsa y ambigua como sus proponentes.
Es imposible que entren medicinas y
comida a Venezuela sin que el régimen chavista lo permita, y eso ellos lo
saben. Entonces, la tal ayuda humanitaria parece haber quedado reducida a
formas provisionales para atender a los venezolanos que han logrado escapar de
Venezuela y refugiarse en otros países. Mientras tanto, los millones de
venezolanos que se quedan siguen padeciendo los rigores de la pesadilla
chavista, auxiliada por tesis maniqueas de no intervención y de ayuda
humanitaria.
La única ayuda que podría beneficiar
de verdad a los venezolanos es el derrocamiento del estado chavista por una
rebelión interna y con el apoyo de una intervención militar internacional. Pero
los melifluos de la diplomacia internacional y operadores de la falsa oposición
andan en otra cosa, que más se parece a
una falsa ayuda humanitaria. @humbertotweets
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