La
falsa oposición vive políticamente de propagar ilusiones y esperanzas. Así ha
sido durante casi dos décadas con una prédica que intenta convocar a las masas
a luchar “democráticamente” contra la tiranía chavista.
Lo
de la lucha democrática se redujo a la mera participación electoral con la vana
esperanza de que algún día el régimen,
en caso de perder el poder, respetaría los resultados. En efecto el
caudal chavista de 1998 se fue erosionando rápidamente con el tiempo, pero
producto del sistemático fraude electoral nunca hubo forma de “cobrar” esos
resultados.
Esa
oposición privilegió una sola forma de lucha contra el régimen chavista, la
electoral. Esto ha sido el resultado de varias lecturas equivocadas sobre la
situación en Venezuela. En primer lugar fracasaron en caracterizar a tempo que
lo que teníamos al frente era una tiranía con barnices democráticos y luego en
pensar que ese régimen podría ceder el poder en forma “democrática”.
La
falsa oposición justificó de mil maneras una conducta que con el tiempo se
reconocería como colaboracionista porque ayudaba al régimen en su propósito de
vender una imagen democrática pero al mismo tiempo creaba falsas esperanzas de
un cambio político y debilitaba las opciones insurreccionales.
Esta
oposición no ha reparado que al defender sus formas de luchas democráticas y
electorales también defendía al régimen suplidor de esas formas. Todo en nombre
de una supuesta lucha democrática.
Hoy
estamos frente a una coyuntura caracterizada por la crisis terminal del estado
chavista incapaz de gobernar el país. Pareciera que en otro ejercicio de
improvisación característico la falsa oposición ha optado por “dejar pasar el
tiempo” mientras espera el derrumbe del régimen. Han sido muy expresivos a la
hora de desmarcarse de otras opciones de cambio político más bien dictadas por
la realidad. No quieren que se les asocie con fracturas militares o
intervenciones internacionales, en su lugar prefieren formas democráticas de
protesta que no irriten tanto al régimen como el paro de 24 horas.
Bien
sea producto de una implosión, o de una crisis militar sobrevenida la falsa
oposición parece “oler” la inminencia de un cambio y desde ya asoma su nueva
tesis: La transición democrática. Esto sería básicamente negociar con elementos
del régimen depuesto para hacer un nuevo gobierno de “unidad nacional” que
convoque a unas elecciones y restablezca la democracia.
Es
un grave error asumir que en el nivel de destrucción e indefensión en que se
encuentra el país un gobierno democrático podría hacerle frente a las
estructuras militares y financieras del chavismo desplazado del poder con la intención
de retomarlo “democráticamente”. Sería un gobierno tan ingenuo como breve.
Aunque
parezca políticamente incorrecto decirlo, en realidad la única forma de reconstruir
la república y liquidar a las mafias chavistas es mediante un gobierno civil y
militar que ponga orden en el país y no sucumba ante el fetichismo democrático
mientras se repara el tejido social y las instituciones que han sido
destruidas, no para regresar al esquema de una democracia clientelar de
partidos, sino para ir hacia una república de ciudadanos libres.
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