La
última decisión del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio condenando a
Nicolás Maduro por corrupción vuelve a plantear el debate sobre el
reconocimiento o no del régimen político y su pseudo legalidad en Venezuela.
La
situación es esta: El chavismo se fabricó una legalidad a su medida con la
Constitución de 1999. Esta Constitución fue “aprobada” en fraude a la
Constitución, para ese entonces vigente, de 1961. Sin embargo, por oportunismo
fue aceptada por toda la clase política que la hizo su Constitución.
En
la Constitución de 1999 se sentaron las bases para el estado totalitario
chavista, con unas reglas de juego político diseñadas para beneficiar al
régimen al tiempo que daba la impresión de una supuesta libertad y democracia
electoral. Esa Constitución es la que permite usar a las FANB como el brazo
armado del PSUV y le da amplias facultades al Presidente para intervenir
directamente en los poderes legislativo,
judicial y electoral mediante burdos atajos legales que ahora tienen
rango constitucional.
Es
la misma Constitución que aceptó la falsa oposición para justificar su
exclusiva lucha electoral y por supuesto la misma que soporta a todo el régimen
político incluida la Asamblea Nacional con mayoría de la MUD y las
gobernaciones que a lo largo de estas dos décadas el gobierno le ha adjudicado
a la falsa oposición.
El
objetivo del régimen siempre fue crear las condiciones mínimas para permitir la
participación electoral de la falsa oposición, haciendo algunas concesiones que
le obligaran a seguir reconociendo la pseudo legalidad chavista y jugando según
sus reglas.
Por
eso para la falsa oposición resulta antinatural renegar y zafarse de la pseudo
legalidad del estado chavista la cual se ve obligada a defender para mantener
un mínimo de coherencia.
El
Tribunal Supremo de Justicia designado por la Asamblea Nacional es producto de
esa pseudo legalidad que cuestionamos. No se le critica a quienes prestaron su
nombre de buena fe para “hacer algo” por el país. El problema de fondo es que
tanto esa Asamblea Nacional como el TSJ en el exilio para seguir operando no
tienen otra salida que seguir actuando dentro del marco del régimen político
que de otra forma habría que desconocer y derrocar.
Aunque
parezca una buena noticia la sentencia del TSJ en el exilio contra Maduro
propaga una falsa esperanza porque no hay forma material de hacerla ejecutar.
Hay consenso en el valor simbólico de la decisión al igual que su inutilidad
práctica porque no hay fuerza pública en Venezuela que la pueda llevar a cabo.
En eso perderemos tiempo precioso hasta que, al igual que con los fraudes
electorales, finalmente lleguemos a esa conclusión.
Intentar
ejecutar esa sentencia desde el exilio implicaría entrar en el terreno movedizo
de la diplomacia internacional también regulada por convenios y agendas de
países. ¿Prestaría Colombia, por ejemplo, su ejército para ejecutar esa
sentencia de la misma forma como ha permitido operar al TSJ en su territorio?
Es
decir, más confusión para el pantano de la pseudo legalidad del régimen chavista
que sigue en el poder mientras el resto de nosotros debatimos salidas
electorales y legales inviables, en lugar de centrarnos con la precisión de un
láser en su desconocimiento y destrucción. @humbertotweets
No hay comentarios.:
Publicar un comentario