domingo, 27 de mayo de 2018

El diablo y su abogado


En la política y el derecho, la muy popular expresión “abogado del diablo” se usa con dos significaciones: primero, para identificar a una persona que defiende una tesis en la que no cree; y segundo, al examinar las debilidades y fortalezas del argumento de la contraparte.
Pero este recurso se ha convertido en una forma frecuente de enmascarar el relativismo, sobre todo en la política, donde el abogado del diablo puede asumir con desenfado dos posturas contradictorias y presentarse como el mediador ideal, el que representa ambas posiciones.
Este es el papel que, desde un principio, el régimen chavista le asignó a José Luis Rodríguez Zapatero cuando lo metió en su nómina de empleados del servicio exterior. Con una retórica vacía, pero fluida (diálogo de civilizaciones), y el encanto de un estafador nato, Rodríguez Zapatero se convirtió en el diligente abogado del diabólico régimen chavista, al tiempo que se presentaba en círculos de la MUD como amigo de la causa opositora con guiño de ojo y todo.
Su trabajo fue efectivo y eficiente. Entre llamadas telefónicas y conciliábulos, embaucó a veteranos y noveles dirigentes de la MUD para ponerlos a trabajar al servicio de la agenda del régimen. Entre una negociación y otra destruyó la poca credibilidad que le quedaba a la MUD, al llevarla a complacer al régimen y luego contradecir sus propias tesis.
Pero su trabajo aún no ha terminado. Hoy intenta justificar la estafa electoral del domingo pasado como un resultado “inapelable”, aunque la evidencia lo desmienta. A pesar de que hoy su credibilidad vale cero, el daño que Rodríguez Zapatero le ha hecho a millones de venezolanos está latente. La suerte del perverso abogado del diablo está indisolublemente ligada a la de su siniestro cliente.  @humbertotweets

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