La oposición electoral sigue usando
los viejos esquemas, los únicos que conoce, para enfrentar al régimen. Esta
oposición es la que ha fallado durante diecinueve años en caracterizar al
régimen chavista como una dictadura. Por el contrario, lo calificó como un mal
gobierno autoritario del cual se podría salir algún día mediante elecciones.
De allí en adelante se derivan toda
a serie de estrategias que han fracasado estrepitosamente, una tras otra.
Mientras la oposición electoral sigue apostando por las reglas de juego del
tablero oficialista, el régimen, por su parte, viola en forma continuada hasta
la propia constitucionalidad que le da sustento.
En estos diecinueve años se ha
creado una cohabitación política con el régimen que sigue alimentando la
ilusión de un cambio pacífico, democrático y electoral. ¿Y cómo estar en
desacuerdo con un cambio político por las buenas, si tan solo el régimen
estuviese dispuesto a cumplir sus propias reglas? Pero participar
electoralmente en esas condiciones de abuso e incertidumbre no solo ha servido
para legitimar la tiranía, sino que, además, ha creado un reflejo condicionado
en esta oposición, que no puede desprenderse de la fórmula electoral, aunque la
evidencia demuestra que el régimen jamás entregará el poder por esa vía.
La única forma como la oposición
electoral puede concebir su confrontación con el régimen es mediante elecciones,
descartando otras formas de lucha política que podrían resultar más eficaces
para derrocarlo. La intención de participar en las elecciones, desde este
ángulo, lleva implícita la idea de la unidad para enfrentar al adversario. Pero
la unidad electorera y burocrática asumida de esta manera permite que los
representantes de los llamados partidos democráticos se sienten en una misma
mesa con quienes, hasta ayer, representaban justamente lo que queremos
erradicar.
La unidad electorera siempre se
impone como un chantaje sobre el ciudadano desprevenido, a quien se le acosa
con la falacia de “solo unidos podremos derrotar al gobierno”. A esto se le adosa
la perversión del mal menor: mejor votar por esa unidad, aunque en el fondo no
representa exactamente lo que queremos. Así ha operado esa unidad en estos diecinueve
años: como un cheque en blanco con el que se exige seguir confiando a ciegas en
una dirigencia que ha fracasado en lograr el objetivo de sacar a este régimen,
si es que alguna vez se lo planteó así.
La inocultable crisis de
credibilidad que enfrenta la Mesa de la Unidad Democrática la ha obligado a
maquillarse. Mediante el uso de operadores políticos incrustados en gremios y
organizaciones, han lanzado lo que llaman un Frente Amplio. Al igual que todos
los diseños de la MUD, este tiene su marca de origen. Se trata de una
agrupación para impulsar la fracasada agenda electoral de la MUD, pero ahora
con un barniz de sociedad civil.
Por supuesto, siguiendo la lógica
oportunista y burocrática de los partidos, este frente está más preocupado por
asignar espacios para la figuración mediática que por definir una posición
coherente y sólida contra la dictadura. Las proclamas que han sido leídas hasta
ahora abundan en palabras y retórica, pero fracasan en identificar al régimen
como una dictadura y en definir estrategias concretas y creíbles para salir de
él.
El padre Virtuoso, en realidad, no
hizo otra cosa que reconocer la situación de ese universo político que es la
oposición venezolana: estamos divididos. Para que no queden dudas, estableció
la premisa mayor de esa nueva formación: “Este no es un frente para la
abstención…”. Exacto, se trata de un frente para seguir estafando a la gente
con la ilusión electoral o consignas risibles como “pedir elecciones
presidenciales para enero de 2019”.
Hoy, la oposición venezolana está
dividida básicamente en dos bloques: por un lado, quienes aún persisten en la salida
electoral en dictadura; por el otro, quienes sabemos que no hay salida
electoral viable bajo este régimen y proponemos otras formas de lucha tales
como la abstención activa, la movilización de la calle y la huelga general. No
puede haber unidad con las posturas ambiguas e incoherentes de la oposición
electoral. Ni la podrá haber con quienes ahora se hacen llamar opositores pero
quieren preservar el macabro legado de Chávez. De ser así, mejor divididos que
mal acompañados. @humbertotweets
No hay comentarios.:
Publicar un comentario