Desde
1999 Venezuela no ha sabido lo que es la paz. Es cierto que durante los
gobiernos anteriores a Chávez se vivieron momentos difíciles y de tensión
social, pero ninguno de ellos se podría comparar con la explosividad que ha
imperado en estos diecinueve años.
El cambio de la Constitución de la
República para darle soporte al nuevo estado chavista lanzó al país por el
barranco de la inestabilidad. La concentración de todo el poder político en
manos del Presidente de la República pavimentó el camino a la tiranía al negar
la separación de los poderes públicos como expresión de una verdadera
democracia.
Valiéndose de improvisadas coartadas
legales que ahora tendrían rango constitucional Chávez se fabricó un estado a
su medida con Consejo Moral y todo. El resultado sería una perversión política
en virtud de la cual no importa cuantas veces el régimen se cuente en
elecciones estas están diseñadas para que siempre gane y jamás entregue el
poder. Todo con el soporte de adefesios constitucionales y legales.
A la modificación de la estructura del
estado se sumarían el cambio del nombre de la república agregandole el apellido
de “Bolivariana”, el cambio del escudo, la caricaturizacion de la imagen de
Simón Bolívar y la partidización de las fuerzas armadas.
Todos estos cambios fueron destruyendo la
unidad del estado venezolano y la integridad de la república. Hoy cualquiera
que sea adversario político del régimen puede ser acusado y sentenciado de
traición a la patria, o sea a la patria chavista y todos los antivalores que
ella representa. Por supuesto los jueces ni se inmutan ante actos evidentes y
materiales de entrega de la patria como el regalo de las concesiones del arco
minero a multinacionales o el control de las fuerzas armadas venezolanos bajo
las órdenes de militares cubanos.
El rápido deterioro de las condiciones
materiales de vida y la imposibilidad del gobierno de garantizar la seguridad
de sus ciudadanos alimentan más aún la desesperanza al extremo de llevar a
millones de venezolanos a cruzar las fronteras y buscar otras formas de
subsistencia. Esto está afectando la capacidad operativa misma del gobierno al
enfrentar renuncias masivas de empleados, obreros y hasta militares para
quienes sin duda el salario no alcanza nisiquiera para asegurar un nivel mínimo
de supervivencia.
Así el país se nos ha convertido en un
inmenso desierto con salones de clase vacíos, empresas cerradas, y gente
deambulando por las calles buscando algo para subsistir. Esta es la cara del
país que el chavismo-madurismo niega con absurda necedad. Y al mismo país que
siendo rehén de su propio estado la oposición electoral quiere arrastrar una
vez más a una ilusoria salida electoral.
Lamentablemente el discurso político ha
fallado en caracterizar correctamente a este régimen como una dictadura y a su
legado como uno de destruccion total. Por el contrario la narrativa
políticamente correcta prefiere hablar de un “autoritarismo competitivo” que
hace un mal gobierno. Y con esas falacias intentan llevar a la gente por la
fracasada senda electorera con musiquita de campaña, serpentinas y papelillo
como si en Venezuela no hubiese un duelo permanente por el genocidio perpetrado
contra su población civil.
En este punto parecen coincidir tanto el
régimen como la oposición electoral a la hora de negar la realidad de
destrucción durante el chavismo. Para el régimen es un asunto esencial no
admitirlo, para oposición admitirlo implicaría la necesidad de buscar salidas
definitivas y extremas que no está dispuesta a asumir. Sin duda, el daño que el
chavismo le ha hecho a Venezuela es brutalmente superior al de la Guerra
Federal. En aquel entonces quedo un país en ruinas, pero quedó algo. En la
etapa poschavista ni siquiera a las ruinas podremos aspirar.- @humbertotweets
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