Que Delcy Rodríguez lo haya dicho no cambia nada. “Nosotros
más nunca vamos a entregar el poder político”. En su momento, Chávez lo dijo, y
Maduro y la mayoría de los voceros del régimen chavista lo han repetido ad nauseam. Pero más allá de la
amenazante retórica chavista está la incontrastable objetivación de los hechos.
Desde 1999 hay un plan en marcha para desarticular al estado
venezolano tal como se le conocía antes y sustituirlo por estructuras laxas y
endebles a la medida del estado chavista. Ese fue el logro de la Constitución
de 1999, que fabricó un enredo legal muy conveniente para desmontar todo el
régimen de garantías políticas, al tiempo que seguían convocando a elecciones
sin que su resultado pudiera afectar a quienes controlan el poder político.
Este desmantelamiento del régimen de garantías políticas en
Venezuela ocurrió ante los ojos de una oposición que no supo identificar temprano
los signos de la violenta mutación del gobierno en una brutal dictadura.
Encallejonada en un marco electoral totalmente diseñado para favorecer al
gobierno, la oposición política siempre quedaba a la defensiva a la hora de
explicar el resultado electoral sin denunciar el fraude y el ventajismo.
La inocultable voluntad que ha mostrado el régimen de jamás
querer entregar el poder ha sido confrontada desde la oposición electoral con
voluntarismo metafísico, que se inspira en deseos profundamente positivos, pero
que, al mismo tiempo, ignora deliberadamente la realidad material que se vive. Y
esta no es otra que, mientras el chavismo-madurismo controle el poder político,
jamás habrá elecciones libres, transparentes y confiables en Venezuela. Se
podrá celebrar todo tipo de elección, como hasta ahora, pero el resultado será
el mismo y el poder político se mantendrá inalterable. No importa cuántas
condiciones electorales pueda negociar la MUD aquí o allá: mientras no haya
garantías políticas plenas, no será posible un cambio.
Este es el tipo de definiciones a las cuales no se puede
llegar para luego no hacer nada. Concluir que la opción electoral es inviable
si antes no sale del poder el grupo gobernante, es doloroso, pero necesario
para poder articular las estrategias y las acciones que vienen. No admitirlo es
justamente lo que ha hecho la MUD una y otra vez. Con admirable pero también
cuestionable devoción metafísica, la MUD insiste en que la única forma posible
para derrotar al régimen es la electoral. Y ese error origina, a su vez, otra
cadena de equivocaciones tales como abandonar el escenario de la lucha de calle
justamente en el momento de mayor agudeza del conflicto social.
La MUD, el G4 y ahora su frente amplio se convierten así en
magníficos legitimadores de la narrativa del régimen. Para todos ellos solo la
vía electoral salva. Y mientras todos repiten al unísono el mismo mantra, el
gobierno sigue avanzando en su estrategia de provocar situaciones que hacen
imposible siquiera pensar en una transición pacífica.
En este sentido, el tiempo que se ha perdido pidiéndole
infructuosamente al gobierno que conceda
condiciones electorales más flexibles, es un tiempo que, a su vez, lo ha ganado
el régimen para seguir desmontando cualquier estructura civil o militar que
interfiera con el objetivo último de nunca más entregar el poder político.
Hasta ahora, para el estado chavista, las elecciones han
sido un asunto de costo-beneficio. Hacer las elecciones fraudulentas representaba
un costo muy bajo para el régimen y el extraordinario beneficio de lograr
cierto reconocimiento internacional. Hoy no importa cuántas concesiones
cosméticas ofrezca el régimen: cualquiera que sea el resultado, no tendrá
reconocimiento internacional.
Esto pone al gobierno de Maduro a considerar si, para
asegurar el objetivo de jamás entregar el poder, no sería mejor abreviar todos
los lapsos y cancelar en forma definitiva incluso la elección fraudulenta que
ellos tienen arreglada en mayo. En cualquier caso, las premisas para la
confrontación al régimen se mantienen intactas. La vía electoral está tan
agotada, que hasta es posible que el propio régimen decida cancelarla. La MUD y
su Frente Amplio pueden seguir ensayando la fórmula electoral que ha fracasado
una y otra vez en estos diecinueve años para sacar al chavismo del poder. Pero
la realidad material, no las palabras, demuestran que el chavismo-madurismo
jamás entregará el poder por las buenas. Hay que sacarlos, sí. Pero no será por
vías electorales. @humbertotweets
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