El
fracaso político de la Mesa de la Unidad Democrática está determinado por su
falta de claridad en los objetivos e incoherencia. La MUD es la heredera de las
consignas colaboracionistas de la oposición electorera desde 1999 que se ha
reciclado en sus formas en estos dieciocho años, pero que mantiene intacta su
táctica de pelear contra el régimen sin un intento real de disputarle el poder.
Hay
tres definiciones fundamentales desde la óptica de la oposición al régimen que
la MUD falló en identificar desde un comienzo: 1) No caracterizar al naciente
régimen de Chávez como una dictadura; 2) No denunciar y enfrentar la
Constitución fraudulenta de 1999; y 3) Aceptar la vía electoral como la única
para confrontar a la dictadura.
Desde
un principio Chávez no disimuló su intención en desmontar las estructuras
democráticas para crear un aparato totalitario con barniz democrático. Este ha
sido un proceso progresivo que se ha hecho más evidente con el paso del tiempo.
La dirección política de la oposición siempre sostuvo que estábamos en
presencia de un gobierno autoritario más no de una dictadura. Esta falacia
condiciono severamente las posibilidades de articular una estrategia exitosa
partiendo de un diagnóstico correcto de la realidad resultando en una
irreparable pérdida de tiempo y oportunidades para el cambio.
Aún
hoy hay quienes desde la oposición electoral se niegan a llamar a esto
dictadura y a estos se suman otros que, aunque usan la palabra, se comportan
como si estuviésemos en democracia.
El
desmantelamiento del estado venezolano para instaurar el nuevo estado chavista
comenzó con la Constitución de 1999 que fue aprobada en abierto fraude a la
Constitución de 1961. El hecho de que haya sido aprobada en forma fraudulenta
no le da más fuerza. Pero en lugar de denunciarla la oposición partidista se
abrazó a ella e hizo de la Constitución chavista su Constitución al punto de
defenderla como propia. Importante victoria se anotó el régimen cuando obligó a
su oposición a aceptar y defender el documento base de estructura de poder.
Como
una consecuencia de lo anterior la oposición en un insólito ejercicio de
suicidio político renunció a todas las demás formas de lucha política para
privilegiar la participación electoral dentro del estado chavista. Esta
participación se ha dado en condiciones de fraude y desventaja que mientras el
sistema no cambie jamás arrojara resultados distintos.
Sin
embargo, la participación electoral ha sido el señuelo que ha usado el gobierno
para poner a la oposición a defender las políticas del régimen. Son los mismos
operadores de la MUD quienes llevan adelante el discurso legitimador del
régimen que, viniendo de estos “opositores”, logra confundir y persuadir a
amplios sectores que genuinamente apuestan por el cambio.
Como
era previsible la estrategia política de esa “oposición” ha sido derrotada por
la realidad. Las incoherencias y el colaboracionismo de estos operadores ha
quedado al descubierto provocando una crisis cuya resolución natural debe ser
la desaparición de la MUD, como dirección política de la oposición, para dar
paso a una nueva formación política y ciudadana con una agenda de lucha clara y
coherente contra la dictadura.
Centrar
el debate en nombres de aspirantes y no en tesis políticas también hundirá a
los herederos de la MUD que hoy la tratan de reciclar con caras nuevas pero con
las mismas estrategias derrotistas que comenzaron en 1999.
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