Algunos
políticos y analistas parecen alienados de la realidad. Luego del desmontaje
progresivo y agresivo del estado democrático y la disolución de la república
por el régimen chavista aún hay quienes dudan de lo que parece demasiado
evidente. Al chavismo y ahora, su nueva mutación, el madurismo se les puede
criticar en todo. Pero a ambas deformaciones políticas hay que reconocerles que
nunca han ocultado sus objetivos e intenciones.
El propio
Chávez, cuyo legado despótico y autoritario defiende la Fiscal Luisa Ortega
Díaz, anunciaba ya en 1999 que gobernaría hasta el 2021 y más si se lo
permitían. El desmantelamiento del estado de derecho y el sistema de libertades
ciudadanas fue concebido como una forma para tomar el control total del estado
a perpetuidad. Este objetivo no solo esta en documentos públicos y
confidenciales del PSUV. Esta ha sido la promesa de los dirigentes oficialistas
desde el principio.
Y ahora, en
la medida en que el conflicto político interno se agudiza, el régimen y sus
operadores se ven forzados a renovar su juramento autoritario que es un llamado
fanático, irracional y fundamentalista a su clientela: Si no es con votos será
con balas, pero seguiremos en el poder. Más que una confesión esta expresión es
la ratificación pública de una decisión
que ya ha sido tomada. Y es que al régimen se le han cerrado prácticamente
todas las puertas en todo el mundo para cualquier tipo de salida política o
negociada que la única opción que les queda es el suicidio colectivo.
La lógica
irracional del suicidio basada en la conducta más brutal y primitiva luce, en
principio, irreductible, cuando se contrasta con la lógica de lucha política de
una oposición democrática y civilista que no solo rechaza la violencia sino que
también evade el conflicto. Esta posición “políticamente correcta” le ha
impuesto una acerada camisa de fuerza psicológica a la oposición venezolana que
desesperadamente trata de encontrar formas democráticas e institucionales para
salir del régimen mientras éste ejecuta una masacre sistemática y sin
precedentes en la historia política de la América Latina.
Estos
políticos y analistas, seguramente horrorizados por la barbarie del régimen,
han creado una ficción según la cual el régimen sería desplazado mediante
formas jurídicas y legales. Pero en la realidad en Venezuela hay un vacío
absoluto de estado de derecho. No hay un poder público en posición de
garantizar la legalidad. Cualquier invocación de la ley o la Constitución
chocará irreversiblemente con el comportamiento servil de las fuerzas
militares.
Es un grave
error estratégico de las fuerzas democráticas asumir que el régimen entregara
voluntariamente el poder. Hay abundante evidencia que eso no ocurrirá. Este
régimen se inició con violencia y saldrá del poder de la misma manera. Esta
caracterización no es ninguna apología a la violencia. Es la observación
desprejuiciada del comportamiento de una mafia política que no se va a detener
hasta aniquilar completamente a sus adversarios como tantas veces lo han
anunciado.
Llamar a una
confrontación con el régimen, ignorando deliberadamente la asimetría del
conflicto, sin organización y sin preparación, es una irresponsabilidad. Pensar
que entregaran voluntariamente el poder porque son una minoría es, por decir lo
menos, una ingenuidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario