A pesar de que cuantitativamente la mayoría del país se
identifica como oposición al actual régimen, orgánicamente los sectores
democráticos opositores están fatigados. En el 2016 el régimen no escatimó
esfuerzos en su escalada política y represiva para mantenerse en el poder. Y
hará lo mismo en el 2017. La intensidad de la arremetida oficialista y la confusión
del liderazgo opositor, centrado en la MUD, dejó un balance desconcertante en
la lucha democrática. Hoy no estamos más cerca del cambio político que en enero
de 2016.
Hemos sumado nuestras voces con las de otros venezolanos que
proponen un cambio de estrategia. Es preferible detenerse unos días para
analizar lo que estamos haciendo y hacia dónde vamos, que seguir en una carrera
loca y desesperada sin rumbo, proponiendo esquemas de lucha que no terminan de
acumular fuerza para el cambio político, sino que, por el contrario, siguen
agitando a la sociedad en la desesperanza y la desilusión por su diseño
cortoplacista.
No estoy de acuerdo con quienes proponen que la MUD debe
desaparecer. La MUD debe continuar y revisarse, tal como lo han prometido sus
voceros, para coordinar tareas electorales que serán necesarias en el futuro,
cuando haya elecciones. Mientras tanto la tarea de dirigir la oposición contra
la dictadura debe recaer en un frente político que cuente con la presencia de
la MUD como uno de sus factores, pero que también incluya a otras fuerzas
sociales necesarias para crear una nueva mayoría que derrote al régimen en
todos los planos.
En otras palabras, la oposición necesita de un nuevo eje de
conducción incluyente de todos los sectores de la sociedad comprometidos en
derrocar a la dictadura. Este propósito es una tarea delicada, compleja y
exigente, cuya responsabilidad no puede estar sólo en manos de los partidos
políticos que integran a la coalición opositora.
Pero, ¿cómo lograr que ese nuevo frente político democrático
no sea otro ejercicio burocrático y abstracto para alimentar ilusiones? ¿Cómo
dar los pasos para integrar este nuevo eje de lucha política? Con certeza la
iniciativa no vendrá de los partidos políticos, ni de la MUD, y mucho menos de
líderes políticos que legítimamente se mueven en la dinámica de sus propias
aspiraciones presidenciales. Todos ellos tienen una tendencia natural a crear
pequeños cogollos para tomar decisiones (G3, G4, G5, etc.) que terminan
aislándose del resto de la sociedad.
Además bastaría que cualquiera de estos factores lo intente para que de
inmediato los otros se sientan alienados.
El liderazgo natural de ese nuevo eje de la oposición debe
surgir justamente de los únicos sectores sociales que se han mantenido
éticamente irreductibles, atrincherados, resistiendo los embates del régimen:
la universidad y la iglesia venezolana (la representada por el Episcopado, no
el Vaticano). Me refiero a la universidad venezolana y a la iglesia como una
simbiosis combativa de profesores, estudiantes, trabajadores y curas párrocos
que con sus respectivas organizaciones gremiales, estudiantiles, sindicales y
cristianas, se pongan a la cabeza de la lucha contra la dictadura y nos
convoque al resto de los venezolanos.
Un frente democrático y social comandado por el liderazgo de
las universidades y la iglesia estaría en las mejores condiciones para definir
una agenda de lucha política, con objetivos a corto, mediano y largo plazo, y
no una simple hoja de ruta que nos lleve de ningún lado, a ninguna parte.
Además, una conformación de esta naturaleza permitiría, como
tantas veces lo hemos escrito, la inclusión de diversos sectores opositores al
régimen que no se sienten identificados con la MUD pero que son indispensables
en esta lucha.
Bajo el liderazgo de las universidades y la iglesia y con la
participación de amplios sectores políticos y sociales, se podría articular una
estrategia viable de poder que permita derrocar a la dictadura. Esa nueva
dirección de lucha política podría adoptar cualquier denominación que refleje
su indiscutible diversidad, su indubitable claridad en los objetivos, y su
innegociable compromiso de luchar por la libertad hasta lograrla.
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