jueves, 26 de diciembre de 2024

¿De dónde sale el poder del chavismo?

            El verdadero poder político del Estado chavista no proviene de las elecciones, aunque estas se usen como fachada legitimadora. Durante 25 años, los venezolanos han sido llamados repetidamente a procesos electorales sin que esto haya modificado la estructura de poder fundamental. 

Entonces, ¿de dónde emana ese poder? En Venezuela, donde las instituciones estatales han desaparecido hace tiempo, el poder real reside en quienes tienen las armas. Ellos controlan el monopolio de la violencia frente a una población civil desarmada, incapaz de defenderse o de revertir este desequilibrio mediante vías institucionales. 

Por ello, las elecciones jamás han una preocupación para el chavismo. Su prioridad radica en mantener la lealtad dentro de las fuerzas armadas, cuya complejidad interna se asemeja a un ecosistema en constante conflicto. Entrecruces de lealtades y agendas crean una red difícil de desenredar, donde todos se identifican como chavistas y bolivarianos, pero luchan entre sí. 

Muchos analistas suelen interpretar las acciones del chavismo como torpes o desesperadas. Un ejemplo es la llamada “conspiración del brazalete blanco”, una trama plagada de incoherencias. Testigos cuestionables y mapas obsoletos han sido usados por el fiscal Tarek William Saab para justificar una conspiración con acusados que no se conocen entre sí, carecen de recursos y, en algunos casos, ni siquiera pertenecen ya a las fuerzas armadas. 

Algunos celebran estas supuestas torpezas, pero cabe preguntarse si no forman parte de un plan deliberado. Los acusados carecen de capacidad real para ejecutar las acciones que se les atribuyen. Sin embargo, esta estrategia no es nueva. Casos como el del teniente Ronald Ojeda Moreno, asesinado en Chile, muestran cómo el chavismo recurre a métodos extremos para neutralizar cualquier potencial amenaza.

Lo que queda claro es que mientras el régimen promueve la ilusión electoral (¡ahora viene la de las elecciones regionales del 2025!), endurece su campaña de terror dentro de las fuerzas armadas. Con acciones brutales y aparentemente absurdas, envía un mensaje claro a sus oficiales: no hay límites para perseguir, torturar o eliminar a quienes representen una posible amenaza. 

Montajes como el del “brazalete blanco” o el llamado “golpe azul” no solo justifican persecuciones internas, sino que refuerzan un clima de desconfianza generalizada entre los oficiales. Este ambiente tenso es clave para prevenir insurrecciones y es una táctica copiada del Estado cubano. Incluso los secuestros de militares en el extranjero demuestran hasta dónde puede llegar el régimen para infundir miedo y desmovilizar conspiraciones reales. 

El chavismo concentra todos sus esfuerzos en el ámbito militar porque sabe que ahí radica su origen y su posible fin. La estabilidad del régimen depende de controlar este sector, el único capaz de alterar el rumbo del país. Se podría decir que el fascismo chavista del siglo XXI se impuso a fuerza de violentar y reventar las instituciones del Estado venezolano. El cálculo más probable es que también termine por la fuerza, no por negociaciones ni elecciones.- @humbertotweets

lunes, 23 de diciembre de 2024

El fin de los subsidios norteamericanos al régimen chavista

El presidente de los Estados Unidos Donald Trump en su campaña electoral abordó tangencialmente el tema Venezuela desde dos ángulos: Inmigración y política energética. En ambos casos se trata de áreas sensibles para los EEUU que se entrecruzan con Venezuela.

En los discursos de Trump no se escucharon advertencias directas al régimen chavista marcando una clara diferencia con lo que fue su primera administración donde sus asesores recomendaban una política de máxima presión directa y mantener todas las opciones (militares) sobre la mesa.

Hay que subrayar que la política global de Trump en cuanto a sacar a los Estados Unidos de los conflictos internacionales y armados del mundo de alguna forma entra en colisión con la esperanza y la expectativa de millones de venezolanos que en el peor de los casos espera que su nueva administración haga algo para ayudar a sacar al chavismo del poder y recuperar la democracia en Venezuela.

La debilidad estructural de la oposición venezolana y su incapacidad operativa para desplazar al chavismo por vías institucionales es lo que ha cerrado la atención en lo que puedan hacer otros países de la llamada comunidad internacional y más específicamente los Estados Unidos.

Sin embargo, el presidente electro Donald Trump ha enviado suficientes mensajes para inferir que, a menos que el chavismo cometa un dislate y cruce el semáforo en rojo de los intereses de los EEUU, no se puede esperar una política de intervención directa en lo militar, lo político o lo financiero contra el régimen venezolano.

            Se puede anticipar que las interacciones entre el nuevo gobierno de Trump y el chavismo estarán reguladas por los temas que le interesan a los Estados Unidos tales como inmigración y petróleo.

            En cuanto a inmigración Trump ha anunciado su intención de deportar a inmigrantes venezolanos incursos en delitos y espera que estos sean recibidos por el régimen venezolano en el proceso de repatriación.

La búsqueda de independencia energética y bajos precios del petróleo parecen tener mucho más peso en la agenda de Trump que el aplicar sanciones financieras y embargos petroleros al régimen chavista solo para buscar su debilitamiento. A diferencia del gobierno de Joe Biden Trump buscará la forma de terminar el conflicto Rusia-Ucrania y así liquidar la situación que hoy obliga a los Estados Unidos a entenderse con un proveedor de petróleo barato y confiable como Venezuela.

A nadie debe sorprender las declaraciones de Donald Trump hace unos días confirmando que su gobierno no le comprará petróleo a Venezuela. Esto quiere decir que muy probablemente la política laxa de sanciones tibias con excepciones para el régimen chavista será sustituida por otra más clara y concisa que propone no comprar más petróleo venezolano y por el contrario liberar las reservas petroleras de los EEUU e incrementar las operaciones de fracking.

La nueva política petrolera de Trump será un duro golpe para el régimen chavista que tendrá que ingeniárselas para preservar su estabilidad en medio de una severa sequía petrolera por lo menos los próximos cuatro años.

Se podrá argumentar que en esta nueva situación el chavismo le entregará la producción y la industria petrolera a China e Irán. Esto ya se intentó en el pasado precisamente durante el primer gobierno de Donald Trump y su efecto fue insignificante y marginal. Por alguna razón los chavistas sin ningún rubor ni desenfado se lanzaron a los pies de Joe Biden para darle petróleo a los Estados Unidos cuando este país comprometió sus intereses en el conflicto Rusia-Ucrania.

Más allá de lo que puedan decir de boca hacia afuera los chavistas saben que el mejor comprador de petróleo barato venezolano son los Estados Unidos. Eso justifica mandarle guiños y carantoñas al nuevo gobierno de Donald Trump. Pero todo parece indicar que la política de subsidios y concesiones del gobierno norteamericano al régimen chavista ha llegado a su fin. Por la razones que sean, pero esta nueva política tendrá inevitables efectos en  la recurrencia del Estado chavista, un régimen desesperado y hambriento de petrodólares para sostener su aparato militar-policial.- @humbertotweets

jueves, 19 de diciembre de 2024

El régimen chavista evalúa el asalto a la embajada de Argentina

            Desde el pasado 20 de marzo de este año  Magalli Meda, Pedro Urruchurtu, Omar González, Humberto Villalobos, Claudia Macero y Fernando Martínez Mottola se encuentran asilados en la embajada de la República de Argentina. El régimen chavista los acusa a todos de ser parte de una supuesta rebelión, pero en realidad se trata de miembros clave del equipo electoral de María Corina Machado para las elecciones del 28 de julio.

            De no haber logrado refugio en la sede diplomática el destino de estos venezolanos habría sido como el de cientos de miles de ciudadanos perseguidos, apresados y hasta asesinados en manos del régimen chavista por razones políticas.

            Pero al estar protegidos en la referida embajada por la institución del asilo político se desarrolla una situación que aún persiste y que para calibrar sus consecuencias sería de la mayor pertinencia asimilar a la que desde 1999 ocurre en Venezuela.

            Haciendo a un lado los detalles fácticos pero observando rigurosamente el patrón de conducta del régimen chavista podemos decir que así como los refugiados confinados en la embajada de Argentina la inmensa mayoría de los venezolanos se encuentra en igualmente en calidad de rehenes de un régimen fascista que desde 1999 se niega a entregar el poder.

            La clase política de entonces y la mayoría de los venezolanos fallamos a la hora de caracterizar correctamente la naturaleza fascista del régimen que recién se inauguraba. De haberlo advertido tempranamente no habríamos caído en la fatal inercia de creer que eso que veíamos como anormal de alguna forma sería corregido con el paso del tiempo.

La síntesis de esta modorra la expresaban los sapientísimos gurús de la política quienes por allí al comienzo de los años 2000 pontificaban con pasmosa certeza “...es que Chávez no llega a 5 años.” Son los mismos que una década después nos decían “Maduro  es masburro, ignorante e incapaz de controlar las FANB…” Ambas expresiones son solidarias de la idea de dejar que las cosas se resuelvan por sí solas y herederas de esa tóxica y opiácea creencia popular segunda la cual no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista.

            En esa inercia adornada con cotillón electoral tenemos 25 años, un cuarto de siglo y sin una perspectiva cierta de cambio político.

            Esa misma inercia se ha convertido en la sombra de los seis venezolanos refugiados en la embajada de Argentina en Caracas. Esta es una crisis que no fue valorada correctamente en sus inicios por los actores involucrados, esto es el gobierno de Argentina, el de Brasil después al hacerse cargo de la sede la embajada y los dirigentes de la MUD junto a María Corina Machado. En una situación normal el régimen chavista debería igualmente ser parte interesada en una solución pronta a este conflicto pero obviamente el chavismo ve en esta situación otra oportunidad para obtener ventaja y hacer otra demostración de fuerza y poder.

            Con esto no estoy sugiriendo que no se hayan hecho las diligencias y los trámites a escala internacional para lograr los salvoconductos y la liberación de estos rehenes. Lo que sí estoy diciendo es que esto se hizo en medio de la más absoluta inercia y sin el menor sentido de urgencia.

            Comprender la gravedad y la urgencia de esta crisis habría provocado acciones inmediatas y expeditas del más alto nivel y un nivel de coordinación eficiente entre gobiernos para haber negociado los salvoconductos para los asilados en los primeros días de la crisis. Solo el entender que para el chavismo no hay límites jurídicos o legales sino límites reales de facto habría sido suficiente para concluir que la integridad física de estos seis venezolanos está severamente amenazada desde el día 1 y que cada día que pasa los riesgos para ellos aumentan.

            Los mismos que tan solo ayer desestimaban y subestimaban a Chávez y Maduro son quienes hoy con menos convicción aun parlotean que el chavismo jamás podrá entrar a la sede de la embajada de Argentina por las consecuencias que ello podría acarrear. Según estos gurús de la política la crisis está en manos de la comunidad internacional pero nadie sabe quiénes son y cómo se habla con esa entidad metafísica. La situación política hoy se ha deteriorado al punto que los voceros del gobierno argentino parecen carecer de la firmeza para defender a sus connacionales acosados y detenidos en Venezuela y más bien han enviado al personal de la embajada a sus casas por razones de seguridad.

            Como consecuencia de la incertidumbre política (¿alguien realmente está negociando los salvoconductos con el régimen chavista?) la situación física de los asilados también se deteriora al estar en un estado de vulnerabilidad, sin protección real, sin agua y sin comida.

            Tomando en cuenta el comportamiento típico del régimen chavista lo más probable que se esté discutiendo en el gobierno no es si se asalta o no la embajada de Argentina en Caracas sino cuando es el mejor momento para asaltarla y detener a los asilados. ¿La madrugada del 1ro de enero? ¿El 10 de enero? ¿El 20 de enero? ¿O después?

            El chavismo está convencido que de asaltar la embajada de Argentina no habrá mayores consecuencias y si las hay no serán peores que la situación que enfrentan hoy pues ya están acostumbrados a los votos de censura y las notas de protesta enviadas por otros países. En realidad, el chavismo está salivando ante una nueva oportunidad para demostrar que ni siquiera el mítico derecho internacional puede ponerle freno a su aparato militar-policial de represión. El escalamiento en el cerco y el acoso a los asilados en la embajada no se pueden ver como meros actos de “presión psicológica” sino más bien como eventos preparativos de un indeseable y premeditado desenlace fatal.- @humbertotweets

lunes, 16 de diciembre de 2024

Venezuela no es Siria

            Es una obviedad decir que Venezuela no es Siria. Pero el empeño de algunos en simplificar y banalizar lo político obliga a repetir lo obvio para no seguir dando vueltas en el mismo círculo vicioso en el que estamos metidos los venezolanos desde 1999.

Por supuesto que hay razones para celebrar el derrocamiento de un sanguinario tirano como Bashar al-Assad en Siria, pero un examen más detallado de la coalición de intereses y fuerzas musulmanas que ahora toman el poder debería provocar prudencia hasta que se defina la orientación del nuevo gobierno.  Esto no resta importancia al hecho concreto que al menos este nudo ha sido desatado a pesar de lo doloroso e incierto que esto pueda ser.

Lo primero que habría que precisar es que aunque Bashar al-Assad huyó hacia Rusia no es correcto caracterizar el evento como la caída de ese régimen sino más bien como su efectivo derrocamiento. La idea de caída sugiere el desplome del sistema en un vacío cuando en realidad lo que ha ocurrido es el resultado de intensas luchas que se prolongaron en el tiempo para derrotar al régimen.  Es decir, sin fuerzas militares actuando contra ese régimen su salida jamás habría ocurrido en forma espontánea y automática.

La tesis de la caída o el colapso del régimen de Bashar al-Assad sin tomar en cuenta las cruentas guerras que llevaron a eso es una tesis propagada por quienes quisieran ver en Venezuela también una especie de desenlace milagroso, esto es que un día amanezca y ya no existiera el régimen chavista porque por razones desconocidas, que tampoco interesa conocer, ha caído o desaparecido.

Una tesis fundamental en la lucha política y en los asuntos militares es que los vacíos no existen. Los espacios siempre son ocupados por fuerzas que están en tensión y lucha unas contra otras. Los regímenes políticos y más concretamente las tiranías simplemente no caen porque moralmente son perversas sino porque en una coyuntura específica un conjunto de fuerzas, internas o externas, alcanzan masa crítica y actúan para su derrocamiento.

Quienes apuestan por la “caída” espontánea del régimen chavista tendrán que seguir esperando que al igual que en Siria ahora en Venezuela se produzca una coalición de intereses y fuerzas dentro y fuera de Venezuela que tengan la capacidad para articularse militarmente y logren derrocar al chavismo.

Y aquí hay otra gran diferencia entre Siria y Venezuela. El derrocamiento de Bashar al-Assad en Siria no fue el resultado de unas elecciones fraudulentas sino de una compleja y prolongada operación militar que combinó fuerzas internas y externas. Por supuesto que se puede invocar las diferencias y las especificidades culturales y políticas entre Siria y Venezuela para explicar porque la lucha armada allí tuvo un desenlace y aqui aun no, pero lo que también es cierto es que si la oposición a al-Assad hubiese optado por por buscar la salida del régimen por vías institucionales seguramente ese régimen aún estaría en el poder.

Venezuela no es Siria, ni Nicolás Maduro es Bashar al-Assad. Esto que es obvio hay que recordarlo para no seguir cayendo en el error de creer que el chavismo se cansara de martirizar y destruir a Venezuela para mansamente entregar el poder o que algún día nos sorprendan con la noticia de que el régimen chavista milagrosamente ha caído. Para ver en Venezuela algo parecido a lo ocurrido en Siria tendría que producirse una conjunción de fuerzas y movimientos militares, internos y externos, que se impongan sobre el régimen chavista y lo expulse del poder. Todo lo cual es posible, pero en actual coyuntura parece improbable.- @humbertotweets

jueves, 12 de diciembre de 2024

Jueces chavistas para la paz fascista

            Frente a una oposición que francamente luce desorientada y confundida el régimen chavista avanza rápidamente para consolidar su modelo fascista. La oposición que dirige María Corina Machado se debate entre agotar las vías institucionales, todas controladas por el chavismo, o esperar por una intervención de la comunidad internacional para hacer valer el triunfo de Edmundo Gonzalez el pasado 28 de julio.

            Mientras tanto el chavismo sigue su marcha hacia la consolidación de un Estado de corte fascista cuya denominación mediática es “Estado Comunal”. Esta figura será la que sustituya la forma actual del Estado que aún contiene reminiscencias del régimen anterior. Se trata de una operación para consolidar un proceso que comenzó en 1999 y que intenta otorgarle todo el poder a la camarilla chavista gobernante.

            Mientras el chavismo ofrece la ilusión de una participación democrática vía elecciones, y la falsa oposición gustosamente compra ese pote de humo, en Venezuela prácticamente ha desaparecido cualquier separación entre Estado y sociedad. Para todos los efectos de las políticas impulsadas por el chavismo el Estado es la sociedad y esta doctrina es la que permite racionalizar que un adversario político o inclusive una persona indiferente al chavismo sean considerados, sin mayores trámites, como un enemigo de la patria que debe ser eliminado.

            El error de la falsa oposición ha consistido en prestarse para normalizar una situación que a todas luces no es normal. No es normal que en un país el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, el electoral y el militar estén al servicio de la macolla gobernante. Tampoco es normal que se divida a los venezolanos entre chavistas patriotas y no chavistas apátridas. Pero en estas condiciones, que no son precisamente síntomas de un mal gobierno sino de algo peor, la falsa oposición decidió seguir apostando por la vía electoral supuestamente para demostrare al mundo que el chavismo se roba las elecciones. Pretensión inútil porque es algo que han venido haciendo desde 1999.

            En su empeño por establecer formalmente un régimen de cuño fascista el chavismo ahora se dispone a elegir 15 mil jueces de paz. Pero en realidad no se trata de una elección sino de una asignación de credenciales a los cuadros clientelares del chavismo para que ahora también forman parte del aparato represivo del régimen.

            Así como muy poca gente participó en la elección del referéndum sobre el Esequibo el año pasado este año la elección de los jueces de paz chavistas será otra caricatura. Sin embargo estos jueces serán designados y tendrán el poder para administrar justicia en contra de los venezolanos considerados como enemigos del chavismo.

            Una de las características de los regímenes fascistas es la incorporación de sus cuadros políticos dentro del aparato del estado para ejecutar funciones policiales y represivas. En Venezuela ya hay antecedentes de esto con la llamada “Ley Sapo” que le otorga poder a las clientelas chavistas para delatar a quienes consideren enemigos de su falsa revolución.

            Una masa de cuadros del chavismo recibirá después del 15 de diciembre credenciales para justificar legalmente el linchamiento moral y físico que en forma masiva y sistemática aplica el régimen chavista contra la mayoría de los venezolanos que no le apoya. Estos jueces serán agentes fascistas para imponer una paz a la chavista.

            No hay ninguna forma legal o constitucional para defenderse de esto porque la falsa oposición sigue colgando del argumento institucional para tratar de sacar al chavismo del poder y eso en estas condiciones no es posible. De la elección de los jueces chavista iremos al fraude electoral del 2025 con las elecciones regionales en las cuales muy probablemente participará la oposición y de allí seguramente a la instauración de la figura del Estado comunal y su elección de segundo y tercer grado para escoger a los poderes públicos del Estado chavista.

            Nada de esto debe sorprender porque los más conspicuos voceros del chavismo siempre han dicho hacia dónde van. Ellos van por el control total del poder político en un régimen típicamente fascista que literalmente elimina cualquier separación entre Estado y sociedad. Lo que sí sorprende es la ingenuidad y la incapacidad de la falsa oposición venezolana para caracterizar al chavismo y articular una estrategia que permita enfrentar y derrocar no a un mal gobierno sino más bien a un régimen totalitario que parece avanzar sin encontrar mayor resistencia.- @humbertotweets


lunes, 9 de diciembre de 2024

¿Por qué el chavismo no se rinde como lo pide María Corina?

En condiciones normales el chavismo debería prepararse para entregar el poder después de la aplastante derrota sufrida el 28 de julio. Más aún, en condiciones normales en Venezuela no deberían existir presos políticos y las fuerzas militares deberían ser garantes de los derechos constitucionales para todos los venezolanos.

Esto ocurriría si y sólo si existieran condiciones normales en un régimen político con pesos y contrapesos constitucionales. Pero eso no es lo que hay Venezuela donde lo que impera no es el Estado nacional venezolano sino el fascismo chavista del siglo XXI.

Millones de venezolanos fueron testigos de primera mano de los masivos y sistemáticos fraudes electorales chavistas perpetrados en estos 25 años. Esos mismos venezolanos decidieron momentáneamente abandonar el escepticismo militante y darle una nueva oportunidad al voto como mecanismo para sacar al chavismo del poder.

La gente apoyó en forma entusiasta y mayoritaria esta propuesta porque además se les prometió que esta vez, a diferencia de las anteriores, era posible ganar y cobrar. Sugiriendo de alguna manera que la falla antes había estado en que aún ganando no se había cobrado, quizás por falta de voluntad.

Las dudas razonables de millones de venezolanos fueron atajadas con un fulminante “...esto es hasta el final”. Sin certeza sobre el significado de este “final” millones dejaron a un lado el escepticismo y la incredulidad para sumarse al jolgorio de la fiesta electoral orquestada por el chavismo. El final podría haber significado el último día de la tiranía o simplemente referirse al final de los tiempos terrenales. Eso nunca se explicó, sencillamente porque era un sofisma para inducir la emoción y la esperanza, más no la racionalidad.

Esto es, si en los meses previos al 28 de julio se hubiese podido adelantar la película para ver a María Corina Machado diciendo “ya hicimos nuestra parte, ahora le toca a la comunidad internacional” o “si Maduro se juramenta el 10 de enero será peor para él” seguramente menos gente había acudido a votar en lo que terminó siendo un robo a mano armada a plena luz del día.

Pero es que se sabía de antemano que el chavismo se iba a robar las elecciones, como siempre lo ha hecho. Solo que esta vez fue a mano armada. A nadie se le dijo que lo que se buscaba era una victoria moral o simbólica para demostrar ante la comunidad internacional que el chavismo carece de apoyo popular. De ser así, poca gente habría votado ¿Por qué? porque la promesa de ganar y cobrar siempre fue inviable ya que con el Estado chavista no existen garantías institucionales para hacer valer la voluntad popular. Y eso lo sabían desde el principio María Corina Machado y la oposición que le acompaña.

La verdad, la realidad que aún tratan de esconder a la gente es que en estas condiciones no hay forma de cobrar el triunfo electoral de Edmundo Gonzalez el 28 de julio. Por eso María Corina vuelve a matizar su discurso, esta vez para comenzar a modular las expectativas que hay con la juramentación de Edmundo Gonzalez el 10 de enero y adelantarse a la situación más probable que es la eventual juramentación de Nicolás Maduro en Venezuela rodeado de sus operadores civiles y militares.

No es otra cosa la que quiere decir María Corina Machado cuando asegura que si el 10 de enero se juramenta Nicolás maduro “será peor para él”.  ¿Peor en qué sentido? ¿Es factible una intervención militar internacional para corregir esa desviación?  ¿O acaso vendrán verdaderas sanciones financieras contra el régimen y sus operadores? Este es un razonamiento tan infantil como aquel que sugiere que Maduro podría renunciar si se le presentaba una “amenaza creíble”, o sea una amenaza que sin ser tal amenaza produzca el efecto intimidatorio de amenaza.

La lógica que usa María Corina Machado para enfrentar al chavismo es tan equivocada como la que ha usado la MUD a lo largo de estos 25 años. En ambos casos no solo coinciden en subestimar al chavismo sino también en suponer que es posible que el chavismo se rinda y mansamente entregue el poder. Esa manera ingenua de asumir la oposición ha sido toxica y perversa embarcando a cientos de miles de venezolanos de buena fe en intentos espontanees y suicidas que terminan en cárcel o asesinato político.

Pedirle al chavismo que se rinda y entregue el poder mientras su aparato militar-policial ejecuta linchamientos masivos de civiles desarmados es un ejercicio de sadismo o masoquismo político. Depende de cómo se le vea.- @humbertotweets

jueves, 5 de diciembre de 2024

Trump y Maduro en territorio desconocido

            En una apreciación convencional deberíamos asumir que el nuevo gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos podría desarrollar una política frontal y agresiva hacia el régimen chavista de Venezuela, todo lo cual calzaría perfectamente con el estilo retórico del presidente norteamericano. Si a esto se agrega la designación de Marco Rubio como Secretario de Estado y de Michael Waltz como Consejero para Seguridad Nacional, ambos reconocidos por su línea dura frente al chavismo, también se podría pensar que la nueva administración de Trump viene enfilada contra el regimen chavista para buscar su derrocamiento.

            Sin embargo, esto no es necesariamente cierto. Existen pistas que más bien apuntan a una política que combine la presión (medidas sancionatorias) y la negociación (liberación de presos políticos) como formas de interactuar con el chavismo. La razón de este enfoque estaría en la prioridad que Trump le daría a la geopolítica de los Estados Unidos por encima de los intereses de una nación como Venezuela que se desangra y se deshace lentamente en manos del chavismo.

            Sin duda esta política no va a satisfacer las expectativas de quienes esperan medidas de máxima presión contra el régimen chavista y menos aún de quienes aún piensan que es factible una intervención militar liderada por los Estados Unidos. Por el contrario, el pragmatismo de Trump ya ha sido sometido a prueba en la forma como manejó las relaciones de los Estados Unidos con Corea del Norte y con Rusia.

            Lo que los políticos de la oposición venezolana deben tener claro antes de decir que todo depende la comunidad internacional es que ningún país, y menos los Estados Unidos de Norteamérica, van a poner los intereses de Venezuela y de los venezolanos, por muy legítimos que estos sean, por encima de sus propios intereses como Estados.

            Quizás no lo admitan en forma tan abrupta y brutal pero eso es lo qué está pasando en este momento cuando la gente en Venezuela comienza a reclamar que la comunidad internacional debería hacer más por Venezuela. Ya hay conciencia de que con meras declaraciones diplomáticas, reconocimientos simbólicos, y sanciones leves no es posible debilitar y menos sacar al chavismo del poder.

            Es un error calcular que por el estilo beligerante de Donald Trump y por las posiciones asumidas en el pasado por Marco Rubio y Michael Waltz la política exterior de los Estados Unidos hacia Venezuela será de confrontación abierta. La pregunta en realidad es ¿Qué conviene a los intereses de los Estados Unidos? Y al tratar de responder quizás podamos comenzar a armar el rompecabezas de lo que hasta hoy luce como un territorio desconocido en cuanto a las futuras relaciones entre los EEUU y el chavismo en Venezuela.

            Por ejemplo, para la administración de Joe Biden el apoyo a Ucrania contra Rusia era una política esencial del Estado norteamericano lo cual a su vez obligaba a buscar proveedores confiables de petróleo barato como el vecino régimen chavista. Esto explica el aparente desbalance en las negociaciones directas entre el chavismo y el gobierno de Biden donde aparecía el gobierno norteamericano haciendo generosas concesiones (liberación de narcosobrinos y  Alex Saab, excepciones a las sanciones, etc.) a cambio de virtualmente nada significativo que moviera la política en Venezuela hacia el lado opositor.

            En la práctica fueron negociaciones exitosas para los EEUU si se toma en cuenta que a cambio Biden logró asegurar un suministro estable de petróleo aunque desde el punto de vista político en Venezuela los resultados de esos acuerdos alcanzaran un valor neto de cero.

            Con la nueva era de Trump en la Casa Blanca no es difícil anticipar que los EEUU buscarán un fin negociado a la guerra Ucrania-Rusia lo cual a su vez liberaría a los Estados Unidos de su dependencia del petróleo venezolano. A esto hay que sumar la política de liberación de las reservas petroleras norteamericanas y un fracking intensivo para explotar nuevos yacimientos con el objetivo de bajar los precios del petróleo.

            En ese nuevo contexto el régimen chavista comenzará a sentir los efectos colaterales de esa nueva política y al invertirse el peso de la balanza por la necesidad de buscar financiamiento para su aparato militar policial el chavismo podría comenzar a ceder cosas más concretas que lo que ha hecho hasta ahora.

            Más allá del efecto colateral sobre Venezuela del impacto de la política petrolera de Trump es muy difícil hacer un pronóstico de qué tan lejos o que tanto se podría esperar del nuevo gobierno norteamericano. Estas son tendencias y realidades que la oposición venezolana debe considerar antes de embarcarse en el nuevo ciclo de negociaciones-elecciones-negociaciones con el chavismo.- @humbertotweets

lunes, 2 de diciembre de 2024

Más sanciones y menos excepciones

            Los Estados Unidos han ensayado dos tipos de sanciones contra el chavismo en Venezuela. Sanciones contra el régimen político y sanciones contra sus operadores. La base de estas medidas está en la orden ejecutiva 13692 dictada por el entonces presidente norteamericano Donald Trump en marzo del 2015. Desde el punto de vista geopolítico estas sanciones han constituido un intento sistemático, aunque no necesariamente efectivo, de buscar el debilitamiento económico del fascismo chavista del siglo XXI en Venezuela.

La inefectividad de estas sanciones para debilitar realmente al chavismo comienza desde el principio cuando a modo de pie de página se establecen una serie de excepciones para que determinadas entidades continúen haciendo negocios en forma directa o indirecta con el régimen venezolano, fundamentalmente las vinculadas al negocio petrolero que es precisamente de donde el chavismo obtiene recursos para pagar por su aparato político-militar-policial.

Las sanciones dirigidas exclusivamente contra operadores políticos y militares del régimen igualmente desde un principio dejaron por fuera a un importante segmento de individualidades que son familiares, amigos y relaciones de los operadores y quienes actúan como beneficiarios o testaferros de los bienes objetos de la medida ejecutiva.

El resultado de esta forma peculiar de aplicar las medidas es que el régimen chavista puede seguir burlando el cerco financiero vía excepciones y colocando petróleo en los mercados negros, con la tolerancia de los Estados Unidos. Y por su parte los operadores sancionados, a través de sus familiares y relacionados, siguen moviendo inmensas masas de dinero desde Venezuela para ser lavadas en los Estados Unidos burlando el propósito de la medida ejecutiva.

A pesar de la inocuidad e inefectividad de estas sanciones contra el régimen chavista este no ha dudado ni un minuto en echarle la culpa de su fracaso económico a las medidas y por supuesto se niega a admitir que es el resultado del masivo y sistemático saqueo del erario nacional durante 25 años.

El mercenario aparato de propaganda del chavismo ha logrado convencer a buena parte de sus clientelas civiles y militares que la miseria, la quiebra, y la depauperación del país son culpa de las sanciones, no de la ineptitud de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez o Diosdado Cabello. Este discurso ha sido comprado y reciclado por algunos componentes de la falsa oposición que con sospechosa candidez dicen que las sanciones hay que suavizarlas o en todo caso suspenderlas porque son contra los venezolanos y no contra los chavistas.

Hace unas semanas el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley con apoyo bipartidista para prohibir operaciones financieras y de arrendamiento con el régimen chavista en Venezuela, la llamada Ley BOLIVAR cuyo acrónimo en inglés se lee como Banning Operations and Leases with the Illegitimate Venezuelan Authoritarian Regime. Esta ley no cambia en absoluto la dinámica porque en realidad se trata de codificar en en un solo cuerpo jurídico medidas administrativas que ya habían sido tomadas por los gobiernos de Donald Trump y Joe Biden, sin agregar nada nuevo.

Habrá que esperar las primeras horas del gobierno de Trump el 20 de enero de 2025 cuando el nuevo presidente de los Estados Unidos podría tomar una serie de medidas ejecutivas relacionadas con el tema petrolero que sin duda impactarán directa e indirectamente al régimen chavista. En materia de sanciones no es probable que Trump revierta o modere las que están en vigencia. De mantenerse el actual esquema de sanciones y la situación política en Venezuela el nuevo gobierno de Trump tendría que revisar la efectividad de esa política sancionatoria que él mismo inició hace una década.

Con casi diez años de experiencia acumulada y con la evidencia de que el chavismo siempre tratará de burlarse de las medidas contra el régimen y contra sus operadores el nuevo gobierno de Donald Trump podría considerar eliminar la política de excepciones sobre quienes pueden negociar con el régimen chavista y extender el alcance de las medidas personales e individuales a los familiares y relaciones de los operadores del régimen, muchos de ellos cómodamente instalados en los Estados Unidos, porque no hay mejor sitio para gastarse lo robado en Venezuela que las entrañas del imperio mismo.

Más sanciones y menos excepciones a las mismas sería una buena forma de replantear la nueva política de Donald Trump frente al fascismo chavista del siglo XXI.- @humbertotweets