Desde hace varios años hemos planteado la necesidad de caracterizar al régimen político venezolano como paso previo para el diseño de una política y una estrategia viable y sostenible de oposición. No hacerlo, como ha ocurrido, lanza los esfuerzos opositores por caminos confusos e inciertos que impiden entender con exactitud a quién nos enfrentamos.
¿Estamos
frente a un mal gobierno que puede salir mediante elecciones? ¿Es este un
régimen autoritario que concede algunas libertades públicas que deben ser
aprovechadas? ¿O acaso estamos frente a un cuadro mucho más dramático y
escabroso que nos negamos a admitir?
Deliberadamente
hemos propuesto la necesidad de distinguir entre el Estado nacional venezolano
que con sus instituciones representaría a la nación venezolana y el Estado
chavista que por el contrario con sus órganos defiende los intereses parciales
del chavismo. Esa caracterización nos parecía útil para mostrar por contraste
que el problema de fondo que enfrentamos no es el de un mal gobierno o un
régimen autoritario sino más bien el de un régimen político que se fabrica su
propia legalidad a la medida de sus intereses.
Pero
esa distinción deliberadamente no abordaba el asunto de la naturaleza de ese
Estado chavista aunque podría mostrar algunas pistas. Hoy después de 25 años de
chavismo en el poder y más específicamente luego de lo ocurrido el 28 de julio
creemos que es impostergable abrir el debate sobre la esencia de ese régimen
político que en forma provisional y genérica hemos denominado el Estado
chavista.
Los
elementos característicos del Estado chavista se nos muestran como un régimen
neofascista, variación de un sistema totalitario con todas sus implicaciones.
Es
un neofascismo ya que aunque el régimen instaurado en Venezuela no tiene
ninguna conexión histórica e ideológica con los procesos totalitarios de la
Alemania de Adolfo Hitler o la Italia de Benito Mussolini, mantiene casi
intactos los elementos definitorios de un Estado fascista sobre todo en cuanto
a la premisa de establecer un Estado que controle todos los aspectos de la vida
social de un país.
Esta
forma particular de fascismo encuentra su núcleo fundante en el proceso
iniciado por Hugo Chávez y su Constitución en 1999. Hábilmente Chávez y su
grupo secuestraron los símbolos patrios de Venezuela y la doctrina de Simón
Bolívar que hasta ese momento habían sido patrimonio de todos los venezolanos.
A partir de la llegada de Chávez y su grupo al poder lo bolivariano sería
asociado al chavismo y las expresiones bolivarianismo y chavismo serían usadas
en forma indistinta e intercambiable.
De
allí en adelante comienza el proceso para imponer esa ideología particular (el
chavismo-bolivarianismo) al resto de la sociedad y presentarla como la
ideología oficial de la nación venezolana. Como consecuencia de esta nueva
filosofía se le cambió el nombre histórico a la República de Venezuela por el
de “República Bolivariana de Venezuela”. En los tiempos de la Constituyente de
1999 resultaba difícil para la mayoría de los venezolanos oponerse al nuevo
nombre propuesto porque todos en el fondo nos considerábamos bolivarianos. Pero
con la nueva denominación estábamos obligados a ser bolivarianos chavistas y
adoptar la ideología oficial del nuevo Estado.
Una
de las características de los regímenes fascistas es la concentración del poder
en manos de un caudillo o del partido oficial eliminando en la práctica los
pesos y contrapesos que deben existir en un sistema político con separación de
poderes y estado de derecho. Este es el papel de partido único y oficial que
está reservado para el PSUV en Venezuela. Militantes y operadores del PSUV
controlan todas las instancias del poder público tales como el poder ejecutivo,
el legislativo, el judicial, el electoral y por supuesto el militar.
La
represión de las libertades políticas e individuales es otra característica del
fascismo. Es más que evidente que en Venezuela se persiguen políticos,
periodistas y estudiantes por razones políticas. La disidencia es castigada con
desapariciones forzosas, tortura y asesinato perpetrados por los órganos del
Estado chavista.
Igualmente,
como en todo régimen fascista, existe una ideología única y oficial que es
impuesta mediante educación alienada y propaganda. En la educación primaria y
secundaria los libros de Historia de Venezuela han sido sustituidos por basura
ideológica y biografías de Hugo Chávez.
Como
las funciones del Estado chavista se confunden con las del partido PSUV tanto a
los operadores políticos, militares, y policiales como a las clientelas se les
ha entrenado mediante campañas de propaganda que todo adversario del PSUV en
realidad es un enemigo del Estado chavista y su eliminación estaría plenamente
justificada.
Ya
en otros artículos hemos explicado que la neutralización de los adversarios
políticos del PSUV/Estado chavista ocurre en dos etapas perfectamente
definidas: El linchamiento moral con campañas de desprestigio para presentar a
las víctimas como traidores a la patria; y luego el linchamiento físico que se
materializa en desapariciones, torturas y asesinatos los cuales quedarían
plenamente justificados por la ideología fascista del Estado chavista.
He
discutido con operadores del régimen chavista lo que ocurrió el 28 de julio. Y
la mayoría de ellos están conscientes de que Nicolás Maduro perdió las
elecciones frente a Edmundo Gonzalez. Pero esto no lo admiten con resignación
ni vergüenza. Por el contrario, aseguran que la defensa de la patria (chavista)
y su Estado justifican plenamente desconocer el resultado electoral de la
mayoría ya que se trata de la decisión inconsciente de un pueblo que fue
manipulado por la derecha. He aquí una manifestación del hombre superior
(consciente) frente a los demás, esencial en el fascismo.
Esta
forma particular de interpretar la realidad es usada intensamente en el sector
militar para racionalizar lo contradictorio que significa defender un régimen
que no tiene apoyo popular y reprimir en su nombre a la población civil
desarmada. Es una racionalidad típicamente fascista que enajena a los suyos,
los aliena y les convence que si algo está en contradicción con su ideología o
la verdad oficial entonces sencillamente esa realidad es falsa.
El
Estado chavista concentra todos los elementos de un régimen político
neofascista que debe ser denunciado y combatido como tal. No hacerlo pensando
que el chavismo es un mero Estado autoritario con el cual se puede negociar es
un grave error que de no ser corregido por la dirección política opositora bien
podría costar otros 25 años más de destrucción de la nación venezolana.- @humbertotweets
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