Las cosas que podemos constatar: El Consejo Nacional Electoral lo controla el chavismo. 4 millones de venezolanos en el exterior no podrán votar y 6 millones en venezuela tampoco podrán hacerlo. Mediante una secuencia de inhabilitaciones el CNE influyó en la selección de Edmundo González como candidato de la MUD.
También podemos
constatar que las movilizaciones de María Corina Machado y Edmundo Gonzalez son
dramáticamente superiores a las de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.
Las cosas que no
podemos constatar: Las encuestas que le atribuyen a Edmundo Gonzalez una
preferencia del 80% o las que le otorgan a Nicolás Maduro el 70%. Tampoco
podemos comprobar aquellas que proclaman una intención de voto superior al 90%
para el 28 de julio.
Sin embargo, aunque
no se pueda determinar en forma científica en qué proporción, habrá que
reconocerle algo de verdad tanto a las situaciones que podemos constatar como
aquellas que no.
Hay que admitir que
detrás de las apariencias se pueden encontrar fulcros de realidad.
Sin embargo, ante
la ausencia de garantías y condiciones plenas para una elección transparente en
Venezuela la única forma de validar la realidad de esas movilizaciones y esas
encuestas es comparando esas proporciones con los resultados que anuncie el CNE
en la noche del 28 de julio. No hay otra.
Y esto,
precisamente por la falta de condiciones transparentes, tampoco sería garantía
de capturar y confirmar la realidad.
Lo ideal es que el
resultado electoral que se anuncie el 28 de Julio en la noche confirme lo que
empíricamente se puede apreciar en la calle.
Esto sería así de
existir un CNE neutral y un sistema electoral transparente y equilibrado. Pero
ese, ciertamente, no es el caso de Venezuela.
Desde la
perspectiva del gobierno quizás resulte suficiente anunciar unos resultados que
sin confirmar la realidad se parezcan un poco a ella o que se mantengan dentro
del terreno de la duda razonable.
Y si todos los
candidatos ganan encuestas y mueven gente en la calle (aunque unos mucho más
que otros), entonces a cualquiera de ellos se le podría atribuir un resultado
plausible y verosímil, aunque no coincida con la realidad.
A esto habría que
agregar algunas formas para racionalizar ciertas explicaciones como la
justificación de un resultado producto de la abstención o la fragmentación del
voto entre 9 candidatos que se definen como de oposición frente a uno solo del
gobierno.
Un resultado
plausible y verosímil, aunque no sea real, tendría el aval institucional del
órgano electoral y ofrecería una justificación
para el resto de los componentes institucionales.
Sería posible
intentar un reclamo sobre bases materiales de inconsistencias numéricas, pero
el reconocimiento y legitimación del mecanismo institucional de validación
ejercitado en los últimos meses tendría un peso superior a la hora de
desestimar esas denuncias.
Los resultados
electorales que se anuncien el 28 de julio tendrán que ser exhaustivamente
examinados a la luz de la dialéctica entre apariencia y realidad. @humbertotweets
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