No, no es tremendismo ni exageración decir en mayúscula sostenida que NADIE votó en el referéndum que hizo el chavismo sobre el Esequibo. Para nadie es un secreto que el Estado chavista ha degradado lo electoral al punto de convertirlo en el argumento élite frente a sus propias clientelas, civiles y militares, para seguir en el poder. En otras palabras, y para quienes no son expertos en estos asuntos, el chavismo se jacta de hacer elecciones y ganarlas porque dispone de los medios para fabricarse resultados a la medida. Por eso las cifras que leyó Elvis Amoroso en la noche del 3 de diciembre hay que darles una interpretación cualitativa y cuantitativa para entender si alguien realmente votó en el referéndum de marras y si ese voto significa algo.
El
contexto en el cual se convoca este referéndum es el de un régimen que desde el
principio hizo todo lo que pudo para entregarle el territorio a Guyana. Desde
las miserables declaraciones de Hugo Chávez el 19 de febrero de 2004 cediéndole
el uso del Esequibo a Bharrat Jagdeo, pasando por regalarle petróleo a Guyana y
los países del CARICOM y hasta comprarle comida a los guayaneses para las
vergonzosas cajas CLAP.
En
el terreno jurídico y diplomático el chavismo hacía de su desgano a la causa
del Esequibo un vigoroso ejercicio de traición a la patria al tener la
irresponsabilidad de presentarse ante el Secretario General de la ONU en el
2018 y solicitarle que renovara la
fracasada gestión de buenos oficios con Guyana. El chavismo de Maduro, heredero
de la política entusiasta de su predecesor Hugo Chávez, también estaba
convencido que la pérdida del Esequibo era cuestión de tiempo y para ellos no
era tal pérdida sino una ofrenda a la hermandad de los pueblos de Guyana y
Venezuela como Chávez lo había prometido públicamente, influenciado por su
mentor Fidel Castro.
En
una combinación de arrogancia e ignorancia el chavismo en verdad estaba
convencido que la gestión de buenos oficios del Secretario General de la ONU
era algo que se podía renovar en forma indefinida en el tiempo. Contrario a la
ingenua esperanza chavista el Secretario General de la ONU basándose en las
mismas previsiones del Acuerdo de Ginebra de 1966 decide enviar el asunto para
la decisión de la Corte Internacional de Justicia.
El
chavismo cuyo objetivo final es continuar en el poder, no recuperar el
Esequibo, ha dado marchas y contramarchas para enfrentar la situación en la
CIJ. Unas veces dice que desconoce su competencia pero en otras oportunidades
se hace presente ante la misma para entregar alegatos reconociendo de hecho su
competencia en la materia. El tiempo ha pasado y el proceso ante la CIJ ha
seguido un curso que ya a estas alturas parece previsible e irreversible. Pero
al mismo tiempo la situación interna de Venezuela se ha deteriorado
materialmente a un punto que pone en peligro la subsistencia del régimen
chavista ante inevitables contradicciones internas entre sus facciones civiles
y militares.
Así
surge la descabellada idea de convocar a un referéndum consultivo en el momento
de mayor rechazo y descrédito del régimen chavista. No porque exista un genuino
interés en recuperar el Esequibo. Tampoco porque al chavismo le importe lo que
piense el 90% de los venezolanos que lo rechazan. El referéndum del Esequibo
fue convocado para reagrupar a las facciones chavistas, civiles y militares,
que se enfrentan unas a otras ante una implosión que no es difícil anticipar.
No vamos a caer aquí en la impostura de tratar de adivinar tiempos ni fechas,
pero lo que sí podemos constatar es que se trata de un proceso en marcha que es
prácticamente imposible detener.
Todo
lo que juristas, historiadores y políticos han criticado como errores, fallas y
omisiones de dicho referéndum no están ahí por casualidad o porque el chavismo
no sabe lo que hace. Son errores por diseño, si vale la expresión, porque es
posible que en su desesperación ellos no sepan exactamente qué hacer pero si
saben con certeza lo que quieren y esto es mantener el poder político y militar
al precio que sea. No importa que ese precio se pague mutilando un pedazo de
territorio a la nación venezolana.
Esas
especificidades de la política venezolana no son esotéricas ni parte de una
arcana cábala, son del dominio público. Por eso cuando el chavismo vendepatria
sacó de la manga de su camisa la carta del referéndum sobre el Esequibo todo el
mundo entendió que se trataba de una burda maniobra política, no para recuperar
el territorio en disputa sino para reorganizar al chavismo en desbandada y
seguir en el poder a toda costa. No fue
difícil explicar esto a los venezolanos, la mayoría de ellos más claros en
enfrentar la maniobra del régimen que la falsa oposición, aun obnubilada por
los vapores electorales, lavándose las manos y dejando que cada quien votara
como quisiera.
El
régimen chavista sabía a lo que se enfrentaba. No a un pueblo que por reflejo
le rechaza y le combate cada día. Tampoco se enfrentaba el chavismo a una falsa
oposición blandengue y amaestrada para que le devuelvan sus miserables tarjetas
electorales. La verdadera confrontación del chavismo era -es- con sus propias
facciones internas, con sus clientelas, civiles y militares, que integran ese
ecosistema criminal que sostiene al régimen. Conscientes de ello diseñaron
estrategias chapuceras para tratar de mover a su gente a votar en el
referéndum. La compra de votos con comida CLAP y bonos Carnet de la Patria, la
incorporación de menores de edad al registro electoral eran tan solo el abreboca
de lo que sería el megafraude electoral del 3 de diciembre.
Pero
¿por qué decimos que NADIE votó en el megafraude electoral del 3 de diciembre?
Porque según el Consejo Nacional Electoral de Elvis Amoroso estaban habilitados
para votar alrededor de 21 millones 700 mil venezolanos y de esa cantidad el
CNE da cuenta de aproximadamente 10 millones de votos. ¿Cómo? ¿Votos? ¿Entonces
cuántos electores hubo? Eso nadie lo sabe, ni siquiera los chavistas ante la
monumental abstención, tan abismal como dramática, que los llevó a presentar
unos resultados en términos de “votos” emitidos y distribuidos en 5 preguntas y
no de electores individuales.
Esos
10 millones de “votos”, que no de electores, hay que contrastarlos con las
imágenes de centros de votación desolados en toda Venezuela que circularon a lo
largo del día por redes sociales. El descalabro fue tal que el chavismo ni
siquiera tuvo gente para armar los puntos rojos de control. Ponderando e
interpretando las cifras que publicó hace unos días una encuestadora seria como
Meganálisis de Rubén Chirino Leañez, es posible que de verdad tan solo hayan
votado alrededor de un millón de personas, no más del 5%. Con una abstención
masiva de casi el 95% podemos asegurar, sin exagerar y sin riesgo de ser
desmentidos, que porcentualmente hablando NADIE votó en el referéndum del
chavismo sobre el Esequibo, que terminó operando como un verdadero plebiscito
contra el régimen chavista
Pero
eso no es nada nuevo, porque si en Venezuela pudiéramos ir a unas votaciones
que no fuesen organizadas por el régimen chavista ese sería exactamente el
resultado. Eso lo saben ellos y lo sabemos todos. El problema es que el
chavismo, políticamente haraposo y semidesnudo, ahora sabe que nosotros
sabemos.- @humbertotweets
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