La esencia fundamental de la praxis política del chavismo es la falsificación de la realidad. Esta práctica rinde sus frutos a la hora de embaucar a su propia clientela política y al mostrar ante los países la versión oficial de eventos que nunca pueden ser refutados o cuestionados. Por ejemplo, cada vez que hay una investigación sobre persecución por razones políticas y violaciones a los derechos humanos el régimen chavista no resuelve las acusaciones sino que inventa su propia investigación y niega la realidad. Apoyado en su propio argumento, y no en la realidad, el chavismo puede decir sin rubor que en Venezuela se respetan los derechos humanos y no existe la persecución y la tortura.
Este
ejercicio inmoral requiere de una metodología que de alguna forma sirva de
soporte para proveer al argumento de cierta racionalidad y le permita ser usado
como base de actuaciones policiales y sentencias. Para esto el aparato policial
y judicial del chavismo siempre recurre a la falsificación de pruebas en
investigaciones viciadas carentes de rigor criminológico y forensico. Aunque se
trata de una práctica generalizada en el corrupto poder judicial chavista es
más visible en los casos que tienen conexión con la política. Allí es donde se puede ver con mayor nitidez
como pruebas falsificadas y confesiones extraídas a cambio de tortura o dinero
son los elementos incriminatorios usados en contra de los civiles y militares
que hoy son presos políticos del chavismo.
Se
le debe al nefasto y corrupto Fiscal General, en tiempos de Hugo Chávez, Isaías
Rodríguez el mérito de inventar la figura del testigo estrella. Esto fue en el
contexto del asesinato del Fiscal chavista Danilo Anderson donde todas las investigaciones
independientes apuntaban a una conspiración fraguada entre altos operadores del
régimen concertados con banqueros que habrían apoyado el golpe contra Chávez el
11 de abril de 2002 y que temían terminar en la cárcel por culpa de un díscolo
Fiscal. El caso fue resuelto con el testimonio de Giovanny Vásquez, el testigo
estrella, quien años después admitió
haber recibido dinero a cambio de su declaración. El propio Rodríguez aseguró
que al verle los ojos a Vázquez sabía que decía la verdad.
Este
tipo de declaraciones compradas o extraídas por la fuerza son prácticamente los
únicos elementos incriminatorios usados contra disidentes del régimen en
procesos judiciales carentes de pruebas materiales o incluso circunstanciales.
Hoy
le toca el turno al Fiscal General Tarek William Saab para montar el show con
su testigo estrella en el caso de la desaparición del connotado operador
chavista Carlos Lanz. A Saab le toca el trabajo de convencernos que la desaparición
y posible asesinato de Carlos Lanz es un crimen pasional y no un crimen político
perpetrado por operadores del régimen. La versión oficial esta vez presentada
por el Fiscal Tarek William Saab asegura que la Ex Compañera de Lanz, Mayi
Cumare, habría pagado $8,000 para matarlo por motivos que van desde el lucro
hasta el placer. Esta versión fantasiosa e inverosímil como es lógico en la
racionalidad chavista solo es apoyada en la confesión de uno de los indiciados
que es presentado como otro testigo estrella a quien el fiscal Tarek dice haber
interrogado personalmente.
Solo
basta leer con atención los detalles del caso presentados por el Fiscal Saab y
confrontarlos con la confesión del testigo estrella para ver la cascada de
contradicciones en las que se hunde la versión oficial. La ausencia de pruebas
de valor criminalístico ponen todo el peso de la narrativa en la confesión
viciada del implicado que es lo único concreto que puede presentar el régimen,
porque ni siquiera podrán mostrar el cadáver de Lanz por las razones que fueron
cuidadosamente explicadas por el testigo viciado.
La
desaparición de Carlos Lanz es un crimen de naturaleza política que pretende
ser presentado como un crimen pasional. La diferencia de este caso con los de
otros emblemáticos tales como los del General Raúl Isaías Baduel y Miguel Rodríguez
Torres es que a diferencia de los primeros a Carlos Lanz no les dio tiempo de
ejecutar el linchamiento moral (desprestigio) ante su propia gente como fase
preliminar para justificar su neutralización física. Por eso en la racionalidad
chavista el mejor curso de acción habría sido desaparecerlos físicamente y
atribuirlo a una trama pasional orquesta por su compañera aunque la historia
parezca fantástica e intente superar, sin lograrlo, las novelas de Agatha
Christie.
Un indicio que
con el tiempo podría adquirir rango de plena prueba que estamos frente a un
crimen político y no pasional es que el General de División Carlos Mejías
Camacaro sigue y seguirá preso en el DGCIM por el caso Lanz. Si el fiambre que
Saab quiere hacernos tragar hoy fuese cierto entonces deberían dejar en
libertad al General Camacaro de inmediato. Pero no lo harán porque ellos saben
en lo que andaban Camacaro y Lanz. Cada día que el General Camacaro continúe
detenido la versión del Fiscal Saab perderá valor y la tesis del crimen
político será la que prevalezca.
El
caso de Carlos Lanz es del mayor interés para todos los venezolanos porque
revela, una vez más, las guerras intestinas que se libran dentro del régimen
chavista por el control del poder. Numerosas detenciones de chavistas civiles y
militares, incluso funcionarios del régimen y operadores confirman los peores
miedos del madurismo: Es cierto que hay gente dentro del propio régimen
conspirando para cortarle la cabeza. En el centro de esta confrontación está Diosdado
Cabello, amigo de Carlos Lanz y Mayi Cumare, quien ya ha sido preavisado y en
este momento es sometido a una lenta trituración moral dentro del chavismo. Su
futuro no parece ser distinto al de Baduel o el de Rodríguez Torres. Hasta es
posible que le consigan el más insospechado testigo estrella a la hora de
justificar su defenestración.- @humbertotweets
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