En el régimen político democrático existente antes del chavismo, que nosotros preferimos llamar Estado de partidos, se cometieron numerosos excesos y abusos contra las libertades individuales y los derechos ciudadanos. La separación de poderes más o menos funcionaba para permitir una administración de justicia que aunque controlada por los partidos le rendía tributo a lo escrito en el texto legal. Quizás una de las críticas que haya que hacerle a este régimen político en Venezuela es la debilidad y blandenguería que le caracterizó para defenderse a sí mismo de sus enemigos.
En muchos
casos los adversarios del sistema democrático fueron beneficiados con penas
leves, sobreseimientos e indultos sin que en ningún caso el daño causado
hubiese sido reparado o el arrepentimiento haya ocurrido. Por el contrario los
beneficiarios de estas medidas podían regresar a sus viejas andanzas a
continuar en sus empeños conspirativos usando todos los mecanismos legales
provistos por la democracia.
Muchos de
quienes en la Venezuela de ayer fueron incriminados por asaltar bancos y
asesinar policías y militares hoy forman parte de la flamante burocracia del
régimen chavista. Sus delitos cometidos en el pasado hoy son presentados como
ofrendas ante la revolución porque según ellos mismos dicen con orgullo “fue
por motivos políticos”. Como si al agregarse la etiqueta de “político”
estuviese operando un mecanismo automático de exculpación.
De muchas
cosas se puede criticar al Estado de partidos que en Venezuela antecede al
régimen chavista, pero nunca se podrá decir que ese régimen político tuvo una
política sistemática de violencia y terror para imponerse como tal Estado. Hubo
casos de abusos que en su mayoría fueron debidamente juzgados. Por el
contrario, si algo habría que cuestionar a ese Estado de Partidos es precisamente
su política permisiva con sus enemigos. Los enemigos de la democracia no solo
encontrarían permisividad y aliento disfrazados de hipócrita tolerancia sino
amplias posibilidades para conseguir financiamiento y operar a sus anchas en
las narices de los propios servicios de inteligencia.
Bien
equivocados estaban quienes pensaron que los chavistas beneficiarios de esa
tolerancia democrática pagarían con la misma moneda una vez en el poder. Quizás
muy conscientes de todo lo que se puede avanzar en tareas conspirativas cuando
son toleradas los chavistas desde el principio en 1999 adoptaron una política
pragmática diametralmente opuesta al Estado de partidos. Para el chavismo
resulta vital, esencial, desplegar una política de Estado basada en la
violencia y el terror. Esta política adquiere diferentes modalidades pero en
esencia se trata de usar las armas del Estado para imponer la política.
Las protestas
pacíficas contra el régimen se movieron por diversas etapas a lo largo de estos
20 años. En cada escenario fueron confrontadas violentamente por el régimen
chavista hasta llegar a una situación en la cual prácticamente han
desaparecido. El aparato policial y militar del Estado chavista no está para
garantizar el orden público o proteger las fronteras. Esas estructuras están
dedicadas exclusivamente a perseguir a civiles y militares que por razones
políticas adversan al régimen.
En el espectro
de la violencia política que el régimen aplica a civiles y militares disidentes
hay un espacio especial reservado para aquellos que fueron parte del régimen
pero que por diversas razones se han separado o los han separado. Para estos el
tratamiento incluye una campaña previa de desacreditación que ulteriormente
justifique su persecución y hasta eliminación física. Los casos más
emblemáticos son los de los generales Raúl Isaías Baduel y Miguel Rodríguez
Torres, quienes de héroes de la revolución pasaron a ser vendepatrias.
El expediente
del linchamiento moral es aplicado a aquellos que dada su significación dentro
del chavismo su detención y posible eliminación podría provocar reacciones en
contra por un tema de solidaridad. Sin embargo, no siempre es así. Algunas
veces el régimen tiene que lidiar con situaciones sobrevenidas como la de
Carlos Lanz donde pareciera que no les alcanzó el tiempo para ejecutar el
linchamiento moral. En ese caso parece que optaron por abreviar los lapsos y
abrazarse a la increíble e inaudita tesis del crimen pasional.
Aquí lo
relevante es caracterizar el patrón de comportamiento. El uso de la violencia
en diversas modalidades como política de Estado es lo que le permite al
chavismo seguir en el poder. Se podrán producir kilos de papel en informes
sobre las violaciones de los derechos humanos y la persecución por motivos
políticos en Venezuela. Eso no cambiará mientras el régimen chavista disponga
de las armas de la república para imponer su voluntad a sangre y fuego.- @humbertotweets
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