En medio de las guerras intestinas del chavismo y la bancarrota moral y política (que no financiera) de la falsa oposición se abre paso la estrategia del régimen chavista de mover el juego político hacia una situación que hemos denominado como de “nueva normalidad.” Esto no sería otra cosa que un parche para aceptar al chavismo como una realidad inevitable con la hay que aparearse o al menos convivir. En esa dirección se mueven países como los Estados Unidos y otros que ahora son entusiastas militantes de la tesis chavista de buscar una salida negociada a la grave crisis que atraviesa Venezuela, que no es otra cosa que la consabida táctica de prorrogarse en el poder mediante negociaciones eternas.
Todo esto en
conjunto son buenas noticias para el chavismo que entiende que su peligro no es
el gobierno norteamericano que estaría dispuesto a tolerar al régimen ni la
falsa oposición cuyos representantes andan desesperados por entenderse con el
régimen chavista. El verdadero peligro para la estabilidad del estado chavista
está en sus luchas internas y más específicamente en las que se desarrollan
dentro de las fuerzas armadas chavistas. por eso hemos visto las purgas que
viene ejercitando el madurismo, aislamiento, desaparición y hasta asesinato de
figuras que puedan representar un peligro para Nicolás Maduro y su camarilla.
En estas luchas intestinas hasta Diosdado Cabello tiene sus días contados y es
un final que muy probablemente veremos en los próximos meses y casi seguro
antes de las presidenciales de 2024.
Hasta ahora el
régimen chavista ha logrado sortear con éxito el descontento masivo de los
venezolanos. Como no hay mecanismos confiables para canalizar el rechazo el
Estado chavista aplasta toda protesta o disidencia con la violencia militar. En
lo económico el chavismo ha logrado sobrevivir a las blandas e inocuas
sanciones aplicadas por los Estados Unidos y ahora que pronto serán suavizadas
aún más le quedará al régimen la vía libre para hacer de Venezuela la
narcolavadora más eficiente en la región. En general el país está colapsado en
todos sus sectores vitales y es lo más parecido a una casa que se derrumba
mientras el chavismo celebra envalentonado y enseñoreado sobre las ruinas que
van quedando cubiertas por el velo de esa nueva normalidad.
La falsa
oposición por su parte es prisionera de poderosas concepciones metafísicas de
la política que reducen sus opciones a seguir entendiéndose con el régimen y
esperar que como resultado de un milagroso acto de contrición los principales
jerarcas del estado chavista se arrepientan de sus pecados y contra todos los
pronósticos entreguen el poder. Estas taras ideológicas son las que han
permitido el afloramiento de tesis tales como suponer que con una “amenaza
creíble” o con ciertas garantías el chavismo cedería el poder en forma
pacífica. Con estas posturas que ahora son fácilmente identificadas por los
venezolanos la falsa oposición se ha anulado a sí misma para ser una
alternativa política frente al chavismo.
Con este
cuadro es legítimo que los venezolanos nos preguntemos ¿Hacia dónde vamos? O
quizás sea más preciso aún preguntarnos ¿hacia dónde nos llevan? Más de siete
millones de compatriotas a lo largo de estas dos décadas han llegado a la
conclusión que en Venezuela no hay garantías ni condiciones materiales mínimas
para llevar una vida decente. Quizás intuyendo lo peor ya resolvieron que no
hay nada que salvar aunque para consuelo de sus familiares y amigos manden una
nota de esperanza con cada remesa para aliviar las carencias. Lo cierto es que
en esa emigración está la fuerza que pudo articularse política y militarmente
para derrocar al régimen chavista pero que fue deliberadamente desalentada una
y otra vez por las traiciones de la falsa oposición.
Con el chavismo
y la falsa oposición Venezuela no tiene ningún destino ni posibilidad cierta.
Con ellos no vamos a ninguna parte. Si la ecuación política sigue controlada
por estos dos factores lo único seguro es el debilitamiento y la progresiva
desaparición de Venezuela como nación política. No es una exageración. Las
evidencias de que cada día somos menos país están a la vista de quien quiera
ver. Sin embargo, la recuperación de Venezuela es una causa de proporciones
monumentales que aun sin esperanzas (¡y a veces es mejor no tenerlas!) merece
la pena intentarlo. Y es que en esa lucha dialéctica para salvar al ser venezolano
de las pezuñas de la barbarie chavista es tan importante preguntarnos no solo
hacia dónde vamos cómo con quién vamos. Porque definitivamente no será -no
podrá ser- con quienes saquearon y destruyeron a la nación venezolana.- @humbertotweets
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