La defenestración de la familia Chávez en Barinas provocada por el régimen de Nicolás Maduro, la detención de alcaldes y funcionarios chavistas por su vinculación con megabandas criminales y la sorprendente arremetida del gobierno contra bandas y colectivos, son todos eventos conectados por una purga que busca la renovación o el reciclaje del estado chavista.
Con la llegada
de Nicolás Maduro al gobierno llevado de la mano de Hugo Chávez se comenzó a
configurar una camarilla en torno al nuevo presidente. Antiguos ministros y
colaboradores de Chávez fueron expulsados del gobierno y otros tales como
Rafael Ramírez y Rodríguez Torres perseguidos y encarcelados. Antiguos
adversarios de Chávez tales como el General Raúl Isaías Baduel no corrieron con
mejor suerte en esa transición. Figuras emblemáticas del chavismo como Diosdado
Cabello serían reducidas a la condición de pieza decorativa del régimen al
perder toda influencia política y militar.
El reacomodo
dentro del estado chavista tiene como eje de esa nueva camarilla a Nicolás
Maduro, Cilia Flores, Jorge Rodríguez, Delcy Rodríguez y Vladimir Padrino López.
Cada uno de ellos con espacios de poder bien definidos conforman la verdadera mafia
que controla los hilos del poder en el Estado chavista. En este cogollo
operativo se concentra el poder político, militar y financiero del régimen
chavista. Allí se deciden desde las prebendas que les serán otorgadas a la
falsa oposición, pasando por los ascensos militares y hasta las purgas para
eliminar y neutralizar potenciales adversarios internos.
Esta macolla
gobernante ha resuelto aferrarse al poder político para siempre como su
proyecto de vida. Ahí no hay ideología sino pragmatismo y retórica para imponer
al estado chavista como algo inevitable y asegurar que ellos sigan siendo los
beneficiarios de su administración. Todo esto ocurre en el contexto de una país
con un territorio desmembrado, una economía destrozada y más de 7 millones de
venezolanos que literalmente salieron huyendo de la pesadilla chavista en
Venezuela.
Sin embargo,
lo poco que va quedando de valor en la escala de un estado es aún mucho y
suficiente para alimentar a las clientelas que parasitan del régimen chavista.
Estas redes de operadores son las que permiten que el estado chavista más o
menos funcione para garantizarse tareas esenciales a su supervivencia tales
como los fraudes electorales y la creación de su propia burguesía lumpen
apoyada en la economía de los Bodegones.
La naturaleza
criminal del régimen chavista esencialmente sigue siendo la misma de la época
en que Hugo Chávez era quien gobernaba. La prostitución de las fuerzas
militares, la corrupción, el fomento de sus propias mafias financieras, la
asociación con megabandas y grupos terroristas como política de estado, el uso
de la pseudo legalidad del estado chavista para poner punto final a cualquier
debate político, nada de eso ha cambiado. Solo han cambiado los nombres, las
figuras y los operadores que ahora sirven a una nueva camarilla.
Desde este
punto de vista el estado chavista es el mismo que se instauró en 1999 pero cuya
dirección experimenta en este momento una transición de las mafias de Hugo Chávez
a las mafias de Nicolás Maduro. No hay mayor diferencia entre ellas porque
ambas abrazan la misma política del “todo vale” para continuar saqueando sin
piedad el tesoro nacional. Cambiarán eso si las cuentas en las que se deposite
el botín, pero nada más.
El robo de los
dineros públicos con el pretexto de ponerlo al servicio de la revolución
bolivariana siempre ha sido una política de estado bajo el régimen chavista, al
igual que sus públicas alianzas con pranes y pandillas. Entonces que ahora el
régimen meta en la cárcel a algunos de sus operadores por sus vinculaciones
criminales tiene muy poco que ver con un cambio de política y más con un ajuste
de cuentas entre grupos que operan dentro del estado chavista. Así ha ocurrido
cuando el chavismo “pierde” una elección y le adjudica esa posición a su socio
de la falsa oposición. En estos casos el perdedor generalmente es uno que no
estaba alineado con la camarilla interna que mueve los hilos. No podría ser
casualidad que los chavistas “sacrificados” en el último fraude electoral hayan
sido precisamente los vinculados a Diosdado Cabello, uno de los últimos
conspicuos adversarios de Nicolás Maduro.
El estado
chavista experimenta en estos momentos una purga de elementos que puedan
representar un peligro para las mafias que apoyan a Nicolás Maduro. Esta
operación de reciclaje ocurre en todos los niveles y sectores del régimen y
busca concentrar más aún el poder que ya de hecho tiene Maduro. La fachada de
esta política es la de un estado que avanza hacia una nueva normalidad con la
complicidad de la falsa oposición en un cuadro que es presentado como
inevitable. La justificación cínica de esta política del estado chavista es que
a pesar de arrastrarnos hacia la destrucción de la nación venezolana hay que
seguir aceptando sus macabras reglas…porque eso es lo que hay.- @humbertotweets
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