Al hacer una valoración de la
correlación de fuerzas entre la oposición y la dictadura se puede apreciar el
masivo rechazo al régimen en la calle. De hecho el chavismo ha sido
literalmente expulsado de las calles de Venezuela. Ya el PSUV no llena ni una cuadra
del centro de Caracas pasando lista a los becados de PDVSA. Sin embargo, en
esta guerra asimétrica el gobierno se mantiene atornillado al poder gracias a
la represión de las FANB sobre la población civil.
Todas las opciones legales y
Constitucionales para lograr una salida política a la crisis en Venezuela se
estrellan con una realidad: La institución militar actúa amarrada por miedos y
complicidades en defensa de un régimen que perdió apoyo popular. Infructuosos
han resultado los esfuerzos de la oposición para tratar de sacar a los
militares de ese estado de embrutecimiento colectivo que los lleva a defender
ciegamente un régimen genocida y criminal. Muchos de estos Generales y
efectivos actúan convencidos que nunca tendrán que rendir cuentas de sus crímenes.
A estas alturas la oposición debe
pararse en la realidad y admitir que tratar de hacer entrar en razón a los altos mandos militares es prácticamente
imposible. Lo que sí es viable, y ya hemos visto numerosos ejemplos de ello es
que jóvenes oficiales, tenientes y capitanes, se sigan pronunciando
individualmente en contra de la dictadura. Sin embargo esas manifestaciones de
rebeldía tendrían que reproducirse masivamente para desmontar la viciosa
estructura que hoy controla a la FANB.
La fuerza política de la oposición
está en la calle, pero no en la protesta a cielo abierto en una autopista que
expone innecesariamente a los más jóvenes a caer sacrificados ante las balas
asesinas del gobierno. Lo que podría re-equilibrar esta guerra es una acción de
calle masiva y envolvente como una huelga política nacional que paralice al
país y derroque la dictadura.
El objetivo político inmediato de la
huelga general es lograr por la vía de la presión colectiva paralizar todas las
funciones políticas y administrativas del régimen hasta el punto de provocar en
su seno una crisis profunda y terminal.
Si efectivamente la MUD se decide a
impulsar esta opción debe entender que una huelga política no se convoca, se
organiza y en eso tendría que invertir sus energías para garantizar que su
desarrollo será nacional, decisivo y con el menor daño a la población civil. La
huelga política es una acción civil colectiva de fuerza al amparo de los
artículos 333 y 350 de la Constitución vigente. Es previsible que la respuesta
del régimen será cruel y violenta como ya se vio en el ataque a Los Verdes
donde las fuerzas represivas ensayaban en menor escala el asalto a la población
civil.
De todos los escenarios de
confrontación planteados, el alto mando militar y el CEOFANB temen más a una
huelga política general. Según reportes de inteligencia las FANB no tendrían la
capacidad operativa ni logística de restablecer el orden en cada rincón del
país si la huelga estalla el mismo día, a la misma hora y con la misma
intensidad.
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