En los mentideros políticos de Washington republicanos y demócratas se preguntan quién realmente está mandando en los Estados Unidos, porque ciertamente Joe Biden no es. El presidente Biden luce como el portavoz desganado de decisiones que otros han tomado y que el mismo exhibe gran dificultad en explicar optando por evadir las preguntas de los periodistas en sus conferencias de prensa. La administración Biden parece ser un gobierno controlado por un entramado de lobistas y grupos de interés cuyas luchas intestinas van perfilando la política norteamericana dando bandazos en un país cuya economía marcha a la deriva.
En lo
internacional la administración de Biden (o los lobistas que la controlan)
resolvieron embarcar a los Estados Unidos en financiar a Ucrania en su
confrontación con Rusia sin importar los altos costos que esto ha traído para
una economía de por sí deprimida. Al mismo tiempo los EEUU sigue mirando con
desinterés la geopolítica en su área de influencia inmediata de las américas
limitándose a relaciones protocolares sin mayor significación e impacto. El
resultado se reduce a desaciertos como el fracaso en definir una política
frente al narco estado chavista de Venezuela dirigido por Nicolás Maduro.
Resulta
evidente que la administración Biden carece de una política coherente para
enfrentar o relacionarse con el Estado chavista. El no saber cómo tratar al
régimen chavista ha embarcado a los Estados Unidos en una cadena de decisiones
improvisadas que tan solo han servido para fortalecer al chavismo. Es cierto
que hay declaraciones retóricas desde Washington y Caracas donde ambos
gobiernos se atacan mutuamente. Pero es solo eso, un barniz retórico que trata
de ocultar los elementos de la política real que gobiernan las relaciones entre
estos dos países que aunque parezcan antagónicas han resultado complementarias.
Durante los
años de la administración de Donald Trump no hubo acuerdo dentro del gobierno norteamericano
para desplegar una acción precisa y puntual que pusiera fin al régimen
chavista. Una de las razones para descartar la intervención directa fue la
ambivalencia del propio gobierno interino de Juan Guaidó que prefirió
aventurarse con una operación improvisada (Gedeón) en lugar de coordinar una acción militar con
los EEUU profesional como habría sugerido el Pentágono.
Sin embargo
durante el gobierno de Trump se le puso precio a la cabeza de Nicolás Maduro y
otros altos jerarcas del régimen chavista al tiempo que se desplegaban una
serie de sanciones que buscaban aislar al régimen de Venezuela. Esta línea ha
cambiado desde que Joe Biden llegó a Washington de la mano de un partido
demócrata controlado por lobistas y por grupos que tienen intereses en ayudar
al régimen chavista. Las sanciones contra el régimen chavista y sus jerarcas
decretadas por Trump nunca fueron implementadas en su totalidad y ahora ya se
da como un hecho cierto su levantamiento.
Pero no solo
levantando unas sanciones simbólicas que nunca alcanzaron su plena potencia
como el gobierno norteamericano le hace carantoñas al régimen chavista. Ya hace
unas semanas la Oficina Anti narcolavado de los EEUU (OFAC) excluyó de su lista
de implicados en narcolavado a Carlos Erik Malpica Flores, sobrino de Cilia
Flores y figura clave en los manejos financieros del régimen.
Pero los
gestos amistosos de Washington hacia el chavismo no terminaron allí. Hace unos
días se confirmó oficialmente que como resultado de negociaciones secretas
entre los gobiernos de Biden y de Maduro los narcosobrinos (Efraín Antonio
Campo Flores, Francisco Flores de Freitas) recibieron perdón presidencial y
quedaban eximidos de pagar condena por delitos de narcotráfico. A cambio el
gobierno de Maduro liberaba a 7 ciudadanos estadounidenses injustamente
detenidos en Venezuela. El canje ha sido defendido por ambas partes como un
acuerdo por razones humanitarias, Pero es evidente que este evento se suma a la
larga lista de errores y equivocaciones de Washington con el régimen chavista.
No se puede equiparar las razones humanitarias para liberar a los siete
ciudadanos norteamericanos quienes nunca tuvieron un juicio justo con las
razones humanitarias para perdonar a los sobrinos de Cilia Flores que fueron
apresados con las manos en la masa.
No han pasado
90 días desde que los EEUU sacó a Carlos Erik Malpica Flores de su lista de
sancionados por narcolavado cuando se produce esta nueva concesión graciosa con
el chavismo al liberar en forma inaudita a los narcosobrinos. Quizás no lleguemos
a los 90 días antes de que Washington anuncie el levantamiento formal de las
sanciones contra el régimen chavista y sus más altos operadores incluyendo al
propio Nicolás Maduro. Los defensores de estos desaciertos de la política
norteamericana argumentan que estas medidas forman parte de la estrategia de
incentivos del gobierno de Biden para animar al régimen chavista a celebrar
unas elecciones libres en el 2024.
Pero ni el
gobierno norteamericano ni la blandengue falsa oposición venezolana han podido
definir los parámetros de esas “elecciones libres”. De esta forma cualquier
cosa que haga el chavismo refrendada por observadores internacionales de la
estatura de José Luis Rodríguez Zapatero podría lograr la categoría de
elecciones libres sobre todo si estas, tal como parece, serán avaladas por los
Estados Unidos y la falsa oposición venezolana.
Una derrota de
los demócratas en las elecciones parlamentarias de noviembre podría desacelerar
la política de firmarle cheques en blanco al chavismo, pero solo un cambio de
administración que regrese a la línea dura de los tiempos de Trump produciría
cambios drásticos en la política norteamericana frente a Venezuela. Mientras
tanto seguiremos viendo más este tipo de maromas improvisadas que terminan
sosteniendo al régimen chavista.- @humbertotweets
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