La novena edición de la llamada Cumbre de las Américas se desarrolla en medio del cuestionamiento del rol de los Estados Unidos de Norteamérica como la principal potencia en un mundo unipolar inexistente y el resquebrajamiento de la confianza de los pueblos suramericanos hacia el otrora coloso del norte. Estos encuentros concebidos como una invitación al diálogo y la cooperación entre países americanos partiendo de su filiación en la OEA no han logrado ningún resultado significativo desde 1994. No ha sido por falta de voluntad de los países hispanoamericanos, incluida Brasil, sino por el histórico desinterés de los EEUU en atender a la periferia de su imperio y reproducir relaciones y alianzas comerciales entre los países de su entorno.
Aquí
hay que despojar a la expresión imperio de contenidos ideológicos y darle todo
su contenido y carga de carácter geopolítico. La realidad es que los Estados
Unidos de Norteamérica es el eje de un imperio político, cultural y financiero
establecido territorialmente a lo largo y ancho de América, de norte a sur. Hay
Estados que ejercen una soberanía en su territorio codeterminada por la
existencia de otros Estados y por la hegemonía militar y económica de los EEUU.
Eso es lo realmente existente más allá de la retórica populista que desde la
izquierda habla de pueblos y Estados soberanos
Curiosamente
la relación de los Estados Unidos con los países que están en su periferia se
desarrolla en una dialéctica de acercamiento-confrontación o de amor-odio donde
los EEUU no se asumen a si mismos con el rol de potencia imperial y los demás países
aunque renieguen del imperio terminan por aceptar una realidad que hasta el día
de hoy se mantiene inalterable.
Sin
embargo, a pesar de tener la posibilidad de usar su influencia para ejercer un
imperialismo generador de riquezas y posibilidades para sí mismo y para los
países de su periferia en el resto de América los Estados Unidos y en especial
su clase política siempre parecen estar más interesados en su hegemonía en
Europa, Eurasia y el medio oriente. En la geopolítica norteamericana
Hispanoamérica no tiene otra relevancia que la de ser el patio trasero en el
sentido literal de la expresión. En los últimos 50 años los EEUU han gastado
billones de dólares para reafirmar su presencia en el medio oriente y en Europa
a través de costosas operaciones como el pacto militar de la OTAN. Tampoco se
entiende que en ese mismo periodo de tiempo el liderazgo norteamericano haya decidido
desmantelar su propia industria para depender de factorías en China en lugar de
forjar una vigorosa alianza industrial con su vecino México.
El
fracaso de la presente edición de la llamada Cumbre de las Américas, y de todas
las anteriores, no es más que el resultado de la falta de una política definida
por parte de los Estados Unidos hacia los países que operan en su periferia.
Sin políticas y sin un horizonte cierto estos encuentros no pasan de ser un
ejercicio de palabrería y una oportunidad para una foto sin mayor
trascendencia. Esta vez los EEUU hicieron bastante ruido con la no invitación a
la cumbre a los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Como si al no
hacerlos partícipes del evento se pudiese alterar el resultado final.
El
caso de Venezuela resulta particularmente patético porque trata de enmascarar
la impotencia de la administración de Joe Biden para lidiar con el régimen
chavista, debilidad derivada en buena medida por la gran cantidad de operadores
y lobistas chavistas que influyen en las políticas del gobierno demócrata.
¿Cuál puede ser el alcance de no invitar a Venezuela a la Cumbre de las
Américas si al mismo tiempo el gobierno norteamericano trabaja aceleradamente
para levantar las sanciones al régimen chavista? Ejercitando la dialéctica de
Cantinflas los EEUU no acepta la participación del estado chavista en la cumbre
pero tampoco invitan al gobierno de papel de Juan Guaidó a quien tan solo le
dispensan una llamada telefónica privada. La política norteamericana hacia el
régimen chavista de Venezuela está atrapada en un limbo de indefiniciones e
incertidumbres mejor caracterizada por el ingenioso comediante mexicano al
apuntar “Que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario''.
Es
irrelevante que los Estados Unidos no hayan invitado a Venezuela, Cuba y
Nicaragua a participar en la novena Cumbre de las Américas porque tampoco están
haciendo nada para cambiar la situación política en esos países, sobre todo si
se compara con las grandes sumas de dinero y recursos que los EEUU ha
comprometido para ayudar a Ucrania en su confrontación con Rusia. A riesgo de
ser etiquetados como ingenuos tenemos que preguntarnos ¿Por qué Ucrania? ¿Por
qué no Venezuela, Cuba o Nicaragua? El Congreso norteamericano no ha podido
ponerse de acuerdo en los últimos meses para aprobar un paquete de $4000
millones en ayuda a Centroamérica, pero en cuestión de días le aprobó $40.000
millones a Ucrania.
El desinterés de los Estados Unidos por asumir
su papel como un verdadero imperialismo generador de riquezas en la región, su
pérdida de credibilidad y el desgano mismo en la elaboración de la agenda para
este encuentro aunado a la ausencia de logros concretos bien podrían constituir
la antesala de la última Cumbre de las Américas tal como se le ha conocido
hasta ahora.- @humbertotweets
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