Nuevamente estalla una ola de protestas y acciones pre-insurreccionales en Cuba que ponen en riesgo la estabilidad del régimen castro comunista. Es inevitable para quienes tratamos de explicar la crisis venezolana establecer comparaciones y paralelismos entre lo que ocurre en ambos países. Se trata de dos estados de naturaleza esencialmente criminal soportados por las fuerzas militares y articulados por numerosas mafias que conforman la burocracia estatal.
Al igual que
en Venezuela, en Cuba las fuerzas militares están al servicio de la camarilla
gobernante para linchar a la población civil desarmada. En los dos países la
incontenible protesta popular es romanizada e idealizada como un brote que en
forma milagrosa y espontánea podría cambiar abruptamente el estado de cosas.
Los cubanos ya tienen 62 años con esa historia y los venezolanos ya vamos para
20.
Al alentar la
protesta popular como la forma legítima para lograr el cambio político, tanto en Venezuela como en Cuba, parece
olvidarse que en ambos países la lucha es definitivamente desigual. No hay
simetría. No hay garantías ni políticas ni de ninguna naturaleza para canalizar
la protesta y el descontento. Solo hay represión y tortura por parte de un
estado policial cuya única finalidad es aplastar la disidencia y la oposición.
Cada vez que
han ocurrido estas protestas, tanto en Venezuela como en Cuba, se producen
movimientos diplomáticos que tras protocolares y retóricas declaraciones de
solidaridad solo pretenden enmascarar la ausencia de voluntad política para
intervenir en esos países y corregir el desbalance existente entre el estado
criminal policial y la población civil desarmada. Resulta fácil y hasta conveniente
invocar la tesis de la soberanía de los pueblos para argumentar que los
problemas de Venezuela y Cuba deben resolverlos sus propios ciudadanos. Pero
esto oculta el desbalance en una ecuación donde si se mantienen las
proporciones el resultado seguirá siendo el mismo.
La solidaridad
de los protocolos diplomáticos con la lucha de los pueblos de Venezuela y Cuba
es tan inútil como la propuesta de una intervención militar por parte de una
comunidad internacional difusa e inexistente como cuerpo orgánico. Desde el
punto de vista de la geopolítica y de la dialéctica de imperios le corresponde
específicamente a los Estados Unidos evaluar si debe o no intervenir en forma
directa con otros aliados en la región en la defensa de sus propios intereses o
para corregir el desbalance que existe entre las fuerzas que controlan a esos
estados criminales y el resto de la población que carece de las armas y las
garantías para defender sus derechos.
No es una
discusión sobre si los Estados Unidos son o no el policía del mundo y que en
nombre de su supremacía militar e imperial se asigne el derecho de poner orden
en el resto de los países. Se trata de una serie de crisis políticas, sociales
y militares que se han desencadenado a lo largo de Hispanoamérica promovidas y
financiadas por el estado venezolano y el estado cubano y que amenazan con
desafiar la estabilidad misma del sistema norteamericano y por ende su
influencia en la región.
El nexo entre
los regímenes de Venezuela y Cuba con las acciones desestabilizadoras en la
región es evidente y ha sido suficientemente documentado y denunciado. Ambos
gobiernos usan operadores propios y locales para avanzar su estrategia de
debilitar a los países aliados de los Estados Unidos y hasta otros que juegan a
una neutralidad aparente. Si a estas alturas la elite política gobernante en
los Estados Unidos, demócratas y republicanos, no ha entendido que debe dejar a
un lado su obsesión con el medio oriente y ocuparse de su entorno en Sudamérica
entonces estos políticos y diplomáticos norteamericanos no entienden nada de
geopolítica. La proliferación de regímenes hostiles a los EEUU y a la libertad
tales como Venezuela, Cuba y Nicaragua en Sudamérica debería preocupar al
departamento de estado norteamericano
Sería una idea
romántica pensar que los Estados Unidos van a intervenir en el derrocamiento de
los estados venezolano y cubano solo por amor a la libertad y solidaridad con
los ciudadanos de esos países. Pero eso nunca ha ocurrido, ni ocurrirá. Los
estados no tienen amigos sino intereses. Y menos aún atienden a sentimientos
metafísicos como la solidaridad. Si alguna razón necesita los Estados Unidos
para intervenir en el derrocamiento de los regímenes de Venezuela y Cuba es la
salvaguarda de su propia estabilidad y hegemonía en la región. Y la presenta
coyuntura presente una oportunidad única. No importa que lo haga por razones
egoístas o por puro pragmatismo. El beneficio colateral de esa acción sería tan
grande que los ciudadanos de esos países no tendríamos reparo en agradecerlo
como una acto de solidaridad, aunque en el fondo no lo sea.- @humbertotweets
No hay comentarios.:
Publicar un comentario