Cualquier iniciativa o política que produzca el estado chavista solo tiene un único objetivo y es asegurar la continuidad del chavismo en el poder. Suponer algo distinto sería ingenuidad o un intento solapado de hacerse parte de la estafa. No hay evento que impulse el chavismo que vaya en otra dirección. Ya se trate de elecciones, negociaciones con la falsa oposición, supuesta apertura económica, etc. El objeto de esas iniciativas siempre será crear las condiciones para presentar al estado chavista como algo inevitable con lo cual hay que cohabitar.
Con la llegada
del demócrata Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos se inicia una
nueva etapa en las relaciones entre los EEUU y el régimen chavista de
Venezuela. Esta etapa parece definida por la incapacidad de la administración
Biden de caracterizar correctamente al régimen chavista como un estado criminal
y en consecuencia regresar a los tiempos de Barack Obama donde los
norteamericanos pensaban que con el chavismo se podía negociar. Esto es por
supuesto un retroceso frente a la administración de Donald Trump que al menos
avanzó en la imputación criminal del régimen y algunos de sus jerarcas a cuyas
cabezas puso precio. Ahora el gobierno de Biden propone apoyar una negociación
precisamente con personas que son acusadas por una variedad de delitos en los
Estados Unidos. Una evidente e inexplicable contradicción.
La sumisión de
las fuerzas armadas en su conjunto, reducidas al vergonzoso papel de fuerzas
armadas chavistas, también son otro factor decisivo para el sostenimiento del
chavismo en el poder. Las armas de la nación venezolana están al servicio de la
camarilla gobernante y en contra del resto de la población civil liquidando
cualquier posibilidad de unas fuerzas que pueda restablecer el orden y la paz.
Por si esto
fuese poco hay que sumar la traición de la clase política autodenominada
genéricamente como “la oposición.” Este grupo que se subdivide entre seguidores
del interinato y alacranes no cesa en buscar formas de entenderse con el
régimen chavista vía elecciones o negociaciones.
En este
contexto el chavismo, que también está acosado por los problemas de la política
real tales como el descalabro social y económico de Venezuela, se ve obligado a
generar políticas, no para superar la crisis, sino para continuar en el poder.
La debilidad evidente de las fuerzas que podrían enfrentar al chavismo en la
política internacional y en la política doméstica le ofrece al régimen una
oportunidad única para tratar de blindar su modelo e impulsar lo que hemos
llamado la nueva normalidad del estado chavista.
Esta nueva
normalidad del estado chavista busca articular elementos de la política real
para intentar hacer del régimen algo inevitable frente al cual la única opción
sería cohabitar con el. Y no hay mejor momento que este con la ausencia de
iniciativas de lucha concretas en el frente internacional y el nacional, además
de la fatiga y el cansancio mismo de la población venezolana que ha sido
arrastrada en su mayor parte a una lucha diaria por la supervivencia.
Esta suerte de
reseteo que busca ansiosamente el chavismo cuenta de hecho con un cronograma de
eventos que deben verificarse este año y sin duda serán decisivos en su permanencia
o no en el poder. Las elecciones programadas para finales de año, las
negociaciones en marcha con el sector de la falsa oposición que lidera Leopoldo
López, la aprobación de la ley de comunas y la ley de zonas económicas
especiales en las próximas semanas son dinámicas concretas que le permiten al
chavismo avanzar su posición actual hacia una de mayor consolidación y control.
Para lograr esto el chavismo cuenta con todo el aparato del estado y por
supuesto con la violencia ejercitada por las fuerzas armadas.
Para esta
nueva etapa el chavismo promoverá activamente la cohabitación con los dos
sectores de la falsa oposición sin negarse, de ser necesario, a un eventual
cogobierno siempre dejando intactas las estructuras fundamentales en las que se
apoya el régimen. No hay forma de interrumpir este reseteo que no sea por
acciones de facto y de fuerza. Pero estas no necesariamente tendrían que surgir
fuera del régimen. Por ejemplo, la crisis latente en el seno de las fuerzas
armadas chavistas ante el derrumbe de su propio mito de fortaleza podrían,
sorpresivamente, dinamitar la nueva normalidad y provocar un violento reacomodo
de los factores que controlan el régimen con otros operadores chavistas más
eficientes que promuevan a su vez otro tipo de normalidad, pero esta vez sin
Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López a la cabeza.- @humbertotweets
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