Para los venezolanos el Esequibo es uno de esos temas que van y vienen en forma cíclica cada vez que algún evento rompe la inercia o cuando algún politiquero necesita darse un barniz de nacionalismo.
Pero el Esequibo
también es un tema que pone en evidencia la traición de la clase política
venezolana acendrada en el estado de partidos. En esta clase hay que incluir a
todos quienes han dirigido el estado venezolano hasta este momento.
Sin duda
Venezuela ha contado con excepcionales funcionarios públicos, eficientes y
patriotas, que a lo largo de la historia han cumplido cabalmente con su trabajo
de documentar los derechos de Venezuela sobre el Territorio Esequibo y producir
los actos jurídicos y políticos para ejercer esos derechos.
La traición
que tratamos de examinar está definida por una política formalista de usar solo
las vías diplomáticas para resolver esta crisis sin ejercer en forma material
actos indubitables de soberanía sobre ese territorio.
Esto quiere
decir que mientras se emprendían esas gestiones diplomáticas para reclamar el Esequibo
el estado venezolano nunca estableció su presencia soberana en ese territorio
mediante la fundación de ciudades y el fomento de actividades productivas como
la industria y el comercio.
Esta clase
política incluso le dio la espalda a los venezolanos que en 1969 encabezaron la
rebelión del Rupununi quienes se declararon parte de Venezuela y por ese motivo
fueron masacrados ante la más sórdida indiferencia de nuestros políticos.
No vamos
entrar aquí en consideraciones jurídicas sobre los títulos jurídico-políticos e
históricos que otorgan derechos a Venezuela sobre el territorio Esequibo porque
es un tema ha sido exhaustivamente examinado por expertos e investigadores y
desborda el ámbito de este artículo.
Pero en el
contexto de esta crítica hay que citar el hecho que a partir de la denuncia en
1962 del fraude perpetrado en el Laudo de París y la firma del Acuerdo de
Ginebra Venezuela recupera una posición de ventaja frente a Guyana. Ventaja que
se fue diluyendo en el tiempo como resultado de la ideología que ha prevalecido
todos estos años de dejar el reclamo en manos de la inercia burocrática y el
formalismo de las negociaciones internacionales.
No se trata de
sugerir el uso de una acción armada para recuperar el territorio Esequibo,
aunque siendo realistas tampoco se podría descartar. Aquí se trata de poner en
juicio la imperdonable desidia con que la clase política ha abordado el tema
todos estos años renunciando a establecer una presencia efectiva, más allá de
plantar una banderita tricolor, sobre un territorio que reclamamos como
venezolano.
La modorra
institucional que dejó el reclamo del Esequibo en manos de la inercia fue
sacudida por la no menos vergonzosa entrega pública de Hugo Chávez del
territorio Esequibo a Guyana en 2005. El oportunismo de Chávez de lograr el
apoyo de Guyana y los países del CARICOM como votos en la OEA para apoyar su
régimen fue lo que llevó al comandante traidor a decirle a Guyana en el 2004
que “El gobierno venezolano no será un
obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo…”.
Esa política
militante de traición a la patria impulsada por Chávez es justamente lo que
alienta a Guyana a emprender acciones más agresivas para ejercer presencia en
la zona. Estas acciones serían la continuación de un, metódico y paciente,
trabajo político y diplomático de sumar aliados internacionales para su causa y
aumentar su control y explotación del territorio.
Hoy Venezuela
está a merced de una decisión de la Corte Internacional de Justicia. El
gobierno chavista decidió no hacerse parte de estos procedimientos alegando
desconocer la competencia de esa corte en la materia. El chavismo ahora trata
de remediar la infame herencia del comandante traidor con medidas que no
trascienden la propaganda tales como la
creación de un supuesto estado de la fachada Atlántica y el patrullaje
militar por vía marítima.
Por su parte
el interinato de Juan Guaidó, para que se le vea como un gobierno real, unas
veces dice que la Corte Internacional de Justicia tiene competencia y otras
veces dice que no. A esta improvisación se suma la confusión que generan actos
que no se sabe si son producidos por el poder ejecutivo que preside Guaidó o
por el poder legislativo que preside Guaidó haciendo de esta parodia una
caricatura que nadie toma en serio en el contexto internacional.
Los
procedimientos en marcha para amputarle a Venezuela el Esequibo dejan claro que
el interinato de Guaidó no tiene una representación jurídica real aceptada en
el contexto internacional, tampoco tiene ejército, ni controla un metro de
territorio. En otras palabras, se le podrá tomar por una oficina que nombra
comisionados y se gasta un presupuesto, pero jamás como un verdadero gobierno.
Tanto el
régimen chavista como el interinato de Guaidó saben perfectamente que es
inminente una decisión desfavorable hacia Venezuela que irreversiblemente
mutilará esa parte del territorio. Esto no va a cambiar si Venezuela se hace
presente ante la CIJ (¿Cuál gobierno? ¿Maduro? ¿Guaidó?). Ni cambiará con las
declaraciones retóricas y altisonantes de chavistas y falsos opositores.
Mientras la
CIJ se apresta a tomar una decisión fundada en la más absoluta e implacable
dialéctica de imperios (geopolítica) con brochazos de fraseología jurídica para
desmembrar el Esequibo de Venezuela los políticos siguen engañando y haciendo
demagogia con el tema.
Este
infortunado evento nos sorprende a los venezolanos en nuestro momento de mayor
debilidad. El poder está en manos de traidores y esto no se resuelve con
llamados ilusos de unidad nacional con quienes han perpetrado la traición sino
con la consumación efectiva de la ruptura y el cambio del régimen político.
Necesitamos
una nueva generación de políticos patriotas que lideren la recuperación de la
nación venezolana, establezcan un régimen político verdaderamente republicano y
sin complejos asuma la recuperación del territorio Esequibo por todas las vías
materiales posibles.- @humbertotweets
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