Objetivamente
existen todas las condiciones para sacar del poder al chavismo por la vía de
una intervención militar encabezada por los Estados Unidos y detener su efecto
nefasto sobre Venezuela y el resto de América. Las razones de política interna
son indiscutibles. Venezuela es un país destruido que ha retrocedido en su
deterioro a la época de la guerra civil. A esto se suma la amenaza que
representa el narcoregimen chavista al operar como un estado que no duda en
patrocinar el tráfico de droga y el terrorismo como medios para sostenerse en
el poder.
Hasta ahora el
gobierno de los Estados Unidos y más específicamente su presidente Donald Trump
han sido los únicos dispuestos a emprender acciones concretas para sacar al
chavismo del poder. Esta política se ha expresado en ofrecer recompensas a
quienes ayuden a capturar a Nicolás Maduro y otros miembros de su entorno
político, militar y financiero. Además el permanente patrullaje de naves
norteamericanas por vía marítima y aérea anticipa los preparativos para una
eventual acción militar contra el régimen chavista, salida que ha sido
públicamente asumida por la administración de Trump.
Sin embargo,
el propio Donald Trump enfrenta resistencias en su propio ámbito a su tesis
sobre Venezuela. Los representantes de su política (Pompeo, Abrams, y Story)
sigue aupando una salida encabezada por el mal llamado gobierno interino de
Juan Guaidó. En la visión de estos funcionarios el régimen chavista entraría en
una fase de ablandamiento ante la presión de las sanciones económicas contra
sus altos operadores y negocia su rendición. Esta ruta fue incluso adornada con
el idílico documento que presentó Mike Pompeo en Marzo de este año ofreciendo
elecciones democráticas seis meses después de la salida de Nicolás Maduro.
Esta posición
de los representantes de Donald Trump para atender el caso Venezuela es
ingenua, por decir lo menos. Parece marcada por el tipo de doctrina que embarcó
a los Estados Unidos en el fracaso de Irak al exitosamente sacar a Sadam
Hussein para luego imponer fórmulas políticas democráticas ajenas a la cultura
de los actores locales.
Los
funcionarios diplomáticos de Trump están anclados en un fundamentalismo democrático
que les lleva a buscar salidas para Venezuela dentro de un marco jurídico que
ha sido diseñado a la medida de los intereses del chavismo. Por esta vía le
otorgan un reconocimiento legal a Guaidó y a la Asamblea Nacional controlados
por las mafias de la falsa oposición que mantiene negocios con el régimen
chavista a través de la bisagra de los bolichicos. Esto no es interpretación.
Se trata de asociaciones públicas y notorias entre la oposición reconocida y
los financistas del chavismo que han
sido puestas en evidencia por periodistas de investigación una y otra vez.
Pero Donald
Trump, quien hábilmente se ha desmarcado del lobby de Juan Guaidó, tiene que
resolver otra situación adicional a la resistencia de sus colaboradores. Y es
que desde la geopolítica de los Estados Unidos resultaría un contrasentido
salir por vías de fuerza del socialismo autoritario de Nicolás Maduro para
entregarle el poder a otra forma de socialismo suave quizás representado por la
falsa oposición de Guaidó. Esto así planteado podría llevar a Venezuela a un
caos mayor o vacío de poder como correctamente apuntó esta semana el Senador
Republicano Rand Paul.
Los Estados
Unidos tienen la tecnología y capacidad militar para ejecutar una intervención
militar en Venezuela y en cuestión de horas poner fin a una pesadilla que ya
lleva dos décadas. El problema no es tanto sacar del poder al chavismo sino
entregarle el poder a sus socios.- @humbertotweets
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