No
se trata de hechos aislados. Existe una conducta planificada y sistemática del
estado chavista para alentar el linchamiento físico y moral de sus adversarios.
Esto comenzó por allá en 1999 cuando Hugo Chávez no se ahorraba palabras para
desacreditar a sus oponentes mediante insultos y campanas de opinión
orquestadas para intimidar, ridiculizar y destruir a sus oponentes.
El
linchamiento moral de sus adversarios significó una autorización para que todos
los chavistas en cualquier parte de Venezuela, independientemente de su rango,
hicieran del canibalismo político su forma habitual de comportamiento.
Este
linchamiento moral fue mutando a formas más perversas y sofisticadas de
destrucción humana, siempre alentadas por el propio Chávez. Así se comenzaron a
propagar torturas físicas y psicológicas para agredir al adversario. Unos casos
fueron tan emblemáticos como el del productor agropecuario Franklin Brito cuya
muerte hay que atribuir a Hugo Chávez y cuyas características son las de un
asesinato político.
Pero
a este caso rápidamente se fueron sumando cientos de miles más, unos con más
impacto en la opinión que otros. Hasta que se ha llegado al punto en que hoy
hay todo un tinglado diseñado por la inteligencia cubana y ejecutado por los
esbirros del SEBIN para torturar y asesinar impunemente por motivos políticos.
No
se trata de hechos aislados. Es un patrón de conducta definida y sistemática
que desde la óptica del régimen se ve como normal para justificar sus
propósitos políticos. La muerte y el linchamiento físico está entronizado en la
psiquis de los esbirros del régimen que operadores impunes como Cabello
celebran y bailan públicamente sobre los
asesinatos de personas como el piloto Oscar Pérez y más recientemente el del
concejal Fernando Albán.
Pero
para degradar el crimen a una categoría celebratoria más despreciable el
régimen quiere legalizar la tortura y el asesinato por motivos políticos en el
adefesio constitucional que intentará hacer aprobar con buena ayuda de la falsa
oposición colaboracionista.
No
hay formas institucionales para corregir a un estado que hace del asesinato su
política. Y que además para ejecutar esa política cuenta con el soporte
instrumental de un elenco de capos (Reverol), esbirros (Calderón), fiscales
(Tarek), jueces (Maikel) y operadores
(Cabello) dispuestos a justificar el crimen.
El
asesinato de Fernando Albán confirma una vez más la indiscutible naturaleza
criminal del régimen chavista de Nicolás Maduro. Debe ser un llamado de
atención a la racionalidad para los Ramos Allup, los Borges y los Florido que
aún siguen abonándole a las negociaciones y a las elecciones como fórmulas para
salir de un régimen que hace mucho tiempo se dejó de esos formalismos.
Solo
vías de facto expresadas en una fuerza cívico militar superior al estado
criminal podrían detener el asesinato como una forma monstruosa de hacer
política. La forma que se ha impuesto en la Venezuela de Hugo Chávez desde
1999. @humbertotweets
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