El conflicto que la MUD le ha planteado a la oposición en
Venezuela de votar en las elecciones de gobernadores o atenerse a las
consecuencias es un dilema falso y perverso. Ante la ausencia de una lógica que
explique racionalmente este grave error se apela al chantaje emocional para
hacer sentir culpable al elector opositor. Si no votas eliges un gobernador
chavista.
Esta falacia está montada sobre una mentira más grande aun.
Si eliges a un gobernador de oposición
se debilita la dictadura y hasta, con suerte, podría caer.
Lo que no dice ese discurso es que si quieren defender esos
espacios de lucha los gobernadores opositores tendrán que reconocer la
autoridad de la Constituyente, tal como lo hizo públicamente el rector del CNE
Luis Emilio Rondón, o sean destituidos.
¿Que se gana realmente al lograr 9, 15 o 20 gobernaciones?
¿Demostrar una vez más lo que todo el mundo ya sabe o sea que la oposición en
Venezuela es una sólida mayoría? ¿No fue eso lo que hicimos en las elecciones
del 2015 al ganar 112 diputados en la Asamblea Nacional? ¿Lograron esos 112
puestos de lucha debilitar al régimen?
Al perder las elecciones del 2015 el régimen puso en marcha
un plan para descabezar a la oposición. Entre engaños y negociaciones secretas
el gobierno llevó a la misma MUD a mutilar su mayoría calificada en la Asamblea
Nacional y a posponer decisiones vitales como la renovación del TSJ y el CNE.
El control absoluto del parlamento no logró ni siquiera activar mecanismos
constitucionales como el referéndum revocatorio.
Esto ocurre porque la MUD prefiere seguir jugando en el
único tablero que propone el régimen: El enmarcado dentro de los límites de la
Constitución y el estado chavista. Para jugar en este tablero la dictadura hace
algunas concesiones simbólicas (gobernadores, Diputados, Alcaldes, Concejales)
pero que no implican transferencia de poder real y menos aun cambio político. A
cambio el régimen exige y la MUD concede reconocimiento a un sistema de poder
que hace elecciones pero donde todo sigue igual.
Elegir gobernadores de oposición que no podrán cumplir con
sus promesas, como tampoco pudo la Asamblea Nacional, puede ser una ganancia en
el corto plazo. Pero esta viene con el alto precio de desmovilizar la calle y
reconocer el sistema de poder chavista que va más allá de unas gobernaciones. A
larga solo dejará desesperanza y frustración sobre todo entre los más
entusiastas defensores de la tesis del voto en dictadura al confirmar una vez
más que así es más lo que se pierde que lo que se gana. Tal como lo hemos
comprobado en estos dieciocho años.
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